sábado. 20.04.2024

Dos años sin Sant Jordi por culpa de la pandemia. Había ganas y el día prometía pese a que la lluvia se había insinuado en chubascos durante la madrugada y a primera hora.

Poco después de las diez enfilé Ramblas arriba y, en efecto, auténticas multitudes y centenares de puestos de libros y rosas confirmaban esas ganas.

A la altura de Canaletas compré libros de Albert Soler, un tipo que derrocha ingenio, acidez y mala leche en la misma proporción y que, desde las páginas de El Diari de Girona, se ha constituido en un mordaz y divertidísimo martillo de herejes del mundo secesionista. Quedo en volver en un rato porque van a firmar él y Manuel Campo Vidal y Luis Campo Vidal, viejo conocido y excelente periodista el primero. El segundo doy por supuesto que es su hermano y debe ser un buen especialista en novela policiaca si bien nunca tuve ocasión de conocerlo.Me dejo llevar por la marea del gentío a través de las rutas clásicas del Sant Jordi: Plaza y Rambla de Catalunya, Paseo de Gracia, ViaLaietana ...

En Paseo de Gracia con Caspe, Radio Barcelona se ha echado a la calle y bajo una enorme carpa actúan en vivo y en directo la gente de Qué te juegas, un excelente programa deportivo en catalán que va los laborables de 12 a 2 del mediodía. Ahí trabaja el que yo creo que es el mejor narrador de fútbol de España. Me refiero a LluisFlaqué, Flaqui. Era habitual que, cuando jugaba el Barça, le quitáramos el sonido a la tele y oyéramos la narración de este hombre por la radio, por la SER.

En Rambla de Catalunya, e imagino que en otros sitios también, hay puestos de partidos y otras entidades socio-políticas. Pese a fijarme, no encuentro ningún stand de VOX. Tampoco me sorprende. Esta gente debe considerar que una fiesta fundada en libros y en rosas, en cultura y amor, es una mariconada digna de la pira.

El cielo aguanta. Poco antes de medio día el cielo abre e irrumpe un sol fuerte y picante, prometedor. Se esfuman paraguas, caen cazadoras y chubasqueros y aparecen mangas cortas y vestidos livianos sin mangas y un inevitable acomodarse a ese primer sol en serio del año.

Yo procuro evitarlo, al sol, pues en las zonas que se posó a lo largo de mi larga vida -brazos, cara, frente, cuello- están apareciendo facturas que se pagan en quirófanos y farmacias. Nada grave por ahora y espero que ninguna de las que faltan sean impagables.

Vuelvo al puesto de Canaletas a reencontrarme con Soler y los hermanos Campo Vidal. El sol aguanta y pica pero la negrura del cielo crece aunque nadie quiere suponer que se vaya a imponer a la alegría del tostado sobre la piel.

Bromeo con Albert Soler mientras me dedica libros para Angelita y para Anita. El sol ya se fué, el viento da a entender que viene en serio. Manuel Campo Vidal y yo compartimos sorpresa y agrado por volver a encontrarnos después de tanto tiempo. Le digo que él es referente de un periodismo que, tal vez, no volverá, y me dice lo propio sobre el sindicalismo al que me asocia.

Apenas acaban de escribir sus dedicatorias en sendos libros Manuel y Luis, y llega el fín del mundo: truenos de verdad, el diluvio, la desbandada de la gente, un huracán que pone en riesgo carpas, mesas, libros y rosas ... y una granizada violenta y densa.

Fueron apenas 15 minutos pero tan intensos y súbitos que no dió tiempo a guarecerse. Los paraguas apenas protegían y no pocos salieron volando. Ni tiempo les dió a aparecer a los que los ofrecen a tres euros en estos casos. En mi huida, quebró la bolsa de papel donde llevaba los libros -el agua sobre el papel lo hace agua- y éstos sufrieron  quebranto aunque no irreparable.

Luego salió el sol, y luego la lluvia y el viento, y otro rato de sol, y otro de lluvia mala, y así toda la tarde. Pero ya da igual. Sant Jordi acabó para la una de la tarde. La gente, tras calarnos, buscó el refugio de bares, restaurantes o domicilios y no quiso jugar al ratón y al gato por la tarde con la meteorología.

Pese al desastre, informan que el balance económico de la venta de libros es casi el mismo que el de Sant Jordi del 2019. Bravo por la gente.

El año que viene contabilizaremos dos años y medio sin Sant Jordi, por el puto covid y el tiempo loco de primavera.

Libros y rosas bajo la lluvia y el granizo