viernes. 19.04.2024
LECTURAS SUMERGIDAS | REVISTA LITERARIA

Josep Maria Esquirol, un llamamiento a la resistencia

“El plato en la mesa, el aceite y el pan”. Así comienza La resistencia íntima, de Josep Maria Esquirol, un recorrido que parte del yo para alcanzar a los otros y que nos habla de la resistencia como una actitud vital, de las distintas formas de resistencia.

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Fotografía © Nacho Goberna

Aproximación y resistencia. He aquí las dos palabras clave de las que se vale el filósofo y profesor universitario para trazar un diagnóstico del estado de ánimo, de la emocionalidad, de las contradicciones y de las pérdidas de un presente movedizo, de zozobra

lecturassumergidas.com | @lecturass | Por Emma Rodríguez | “El plato en la mesa, el aceite y el pan”. Así, con la imagen de la mesa, la mesa como símbolo del hogar y del acogimiento, de lo que se comparte, comienza La resistencia íntima, de Josep Maria Esquirol, un bellísimo, esclarecedor ensayo, publicado por Acantilado y subtitulado Ensayo de una filosofía de la proximidad. Un recorrido que parte del yo para alcanzar a los otros y que nos habla de la resistencia como una actitud vital, de las distintas formas de resistencia.

Aproximación y resistencia. He aquí las dos palabras clave de las que se vale el filósofo y profesor universitario para trazar un diagnóstico del estado de ánimo, de la emocionalidad, de las contradicciones y de las pérdidas de un presente movedizo, de zozobra. Un diagnóstico que nos llega muy cerca porque nos habla de nosotros mismos, de nuestras propias percepciones. Aproximación y resistencia para salir del abismo, de la irremediable percepción nihilista de la vida. “El mundo no nos lo pone fácil y, en general, todo cuesta. Nuestras intenciones y nuestros proyectos chocan a menudo con la resistencia que implica la realidad. (…) Sin embargo, también podemos usar la palabra resistencia para referirnos no tanto a las dificultades que el mundo pone a nuestras pretensiones como a la fortaleza que podemos tener y levantar ante los procesos de desintegración y de corrosión que provienen del entorno e incluso de nosotros mismos”.

Interpretar la existencia como resistencia, nos dice Esquirol, no puede pasar por alto el sentido político del concepto. Y habla de la resistencia como oposición al dominio impuesto, al abuso de poder, a la homogeneidad de los discursos únicos que obstaculizan la diferencia, la circulación enriquecedora de ideas. La resistencia como toma de conciencia, como abrazo a la comunidad, no la salvación individual, sino social. La conciencia, pues, más la voluntad, el coraje y “la inteligencia estratégica para autoorganizarse y perseverar a pesar de la persecución a la que sistemática e inevitablemente se verán sometidos los implicados”, argumenta. Y más adelante se detiene en los conceptos de memoria, esperanza y acción asociados también a los movimientos de resistencia política.

Propone este libro acogedor, hospitalario, una gran variedad de sugerencias, de mapas para movernos por “la angustiosa comarca que nos rodea”. Nos anima a avanzar con espíritu crítico, a dejar de tomarnos la vida cotidiana como una vida de segundo orden. Seguimos siendo deudores del romanticismo que contribuyó a exaltar lo excepcional, lo intenso, nos dice el autor. “En la sociedad de la apariencia la gente suspira por el éxito mediático o por la vanagloria del pequeño, o no tan pequeño, poder jerárquico, mientras la vida corriente sigue siendo menospreciada”, reflexiona, consciente de que, salvo excepciones, el discurso filosófico no ha ayudado demasiado a subrayar la valía de la cotidianidad, la cotidianidad como repetición, sí, pero también como el contraste entre el gozo y la dificultad y, decisivamente, como proximidad.

Son muchas las enseñanzas de este ensayo que arremete contra el excesivo culto a la actualidad. “El imperio de la actualidad es el imperio de las imágenes y la ausencia de la imaginación. La alienación del sí mismo, hecha con tanta fluidez, aumenta y esconde, sin embargo, una enorme frustración. El mundo de la actualidad atrapa y se impone como destino disimuladamente implacable...”, constata. Y nos anima a “no ceder”, a resistir en lo inactual, situados al margen, en la lateralidad, protegiendo la diferencia, para que “la actualidad no sea una losa”, para que “su homogeneidad no nos ahogue”, para que “su dogmatismo sea revisado y criticado”...

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