jueves. 25.04.2024
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SU FORMACIÓN

La primera escuela de gladiadores fue probablemente la de Aurelius Scaurus en Capua. Fue la cuna de los gladiadores utilizados hacia el año 105 a. C. para instruir a las legiones y, al mismo tiempo, entretener al público. 

Pocas otras escuelas son conocidas por su nombre. Tenían poder legal sobre la vida y la muerte de todos los miembros de la familia, incluidos los servi poenae [1], auctorati [2] y auxiliares. 

Este rechazo no se aplicaba al dueño de un gladiador de buena familia, alto estatus y con recursos propios. Cicerón felicitó a su amigo Atticus por la compra de una espléndida tropa pues, si los alquilaba, podría recuperar el costo total de los mismos después de dos actuaciones.

La rebelión de Espartaco en el año 73 a. C. se originó en la escuela de Capua, por entonces propiedad de Léntulo Batiato, probablemente a causa de su estricta disciplina, y solo pudo ser reprimida después de una larga serie de costosas, y a veces desastrosas, campañas por parte de las tropas regulares romanas. 

A finales de la era republicana el temor a levantamientos similares, la utilización de las escuelas para la creación de ejércitos privados y la explotación de los munera con fines políticos llevaron a un aumento de las restricciones sobre la propiedad, ubicación y organización de las escuelas de gladiadores. 

En la época de del emperador Domiciano, muchos habían sido más o menos absorbidos por el Estado, incluidos los de Pergamo, Alejandría, Praenete y Capua. Domiciano creó cuatro escuelas imperiales en Roma junto al Coliseo: Ludus Magnus que era ​ el mayor y más importante, que albergaba a unos 2000 gladiadores, Ludus Dacicus, Ludus Gallicus y Ludus Matutinus.

Los hombres libres voluntarios requerían en la época imperial el permiso de un magistrado para incorporarse a una escuela como aprendiz. Si se concedía, el médico de la escuela evaluaba su idoneidad. Su contrato/juramento estipulaba la frecuencia con la que debían competir, su estilo de lucha y sus ganancias.

f13 copiaClases de gladiadores

Un condenado por bancarrota o un deudor aceptado como novato podía negociar con su lanista o organizador el pago parcial o total de su deuda. Ante la desmesurada tasa de reincorporación de los auctorati cualificados, Marco Aurelio fijó su límite superior en 12.000 sestercios. 

Todos los potenciales gladiadores, ya fueran voluntarios o condenados, estaban obligados a cumplir con su deber mediante un juramento sagrado. ​Los novatos se entrenaban con maestros de estilos de lucha específicos, probablemente gladiadores ya retirados.

El aprendiz podía ascender por una jerarquía de grados hasta el más alto. Las armas letales estaban prohibidas en las escuelas, se usaban versiones de madera maciza sin filo. Los estilos de lucha se aprendían probablemente a través del ensayo constante. 

El escritor cristiano Tertuliano reconoció a principios del siglo III d. C., su influencia sobre el pueblo cristiano, a pesar de que admitió que los combates eran asesinatos, su actuación era espiritual y moralmente dañina y que el gladiador era un instrumento de sacrificio humano pagano

Se prefería un estilo elegante y práctico. El entrenamiento incluía la preparación para una muerte estoica e imperturbable. El éxito de la formación requería un trabajo intenso.

Los condenados eran marcados a fuego o con un tatuaje en la cara, las piernas o las manos. Estos stigmata [3] pueden haber sido un texto. Los soldados eran marcados de forma habitual en la mano, nunca en la cara.

Sus condiciones de vida eran duras, pero vivían mejor que la mayor parte del pueblo llano. El alojamiento en el ludus estaba dividido en secciones y dependía del estatus y la condición de los gladiadores homosexuales, etc.

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Se alojaban normalmente en celdas, dispuestas en formación de acuartelamientos alrededor de un campo de prácticas central. Juvenal describe la segregación de los gladiadores según su tipo y estatus, lo que sugiere jerarquías rígidas dentro de las escuelas.

La disciplina, para mantener a gente tan dura y violenta, podía ser extrema, incluso letal. Los restos encontrados de un ludus pompeyano atestiguan la evolución de la oferta, la demanda y la disciplina. El edificio podía albergar de 15 a 20 gladiadores. Tras unas reformas podría haber albergado a unas 100 personas. Se podían aplicar cepos y celdas de castigo y se encontraron restos de un habitáculo tan pequeño que era imposible estar ni de pie ni tumbado.

Dieta y atención médica

A pesar de ejercer sobre ellos una dura disciplina, los gladiadores representaban una inversión sustancial para su propietario por lo que, en general, estaban bien alimentados y cuidados. 

Su dieta diaria, de alto contenido energético, consistía en carne abundante, alubias hervidas, harina de avena, frutos secos y cebada. Los romanos consideraban que la cebada era inferior al trigo, pero se creía que fortalecía el cuerpo. La importancia de este cereal en su dieta nos lo confirma Plinio el Viejo, que denomina a los gladiadores comedores de cebada.

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Masajes regulares y la atención médica de calidad ayudaron a mitigar un régimen de entrenamiento muy estricto y severo. Parte de la formación médica de Galeno, considerado uno de los más completos investigadores médicos de la Edad Antigua, fue en una escuela de gladiadores en Pérgamo, donde permaneció cuatro años y donde vio la formación, la dieta y las expectativas de salud a largo plazo de los gladiadores.

EL PAPEL DE LOS GLADIADORES EN EL EJÉRCITO

Roma era esencialmente una aristocracia militar terrateniente. Desde los primeros días de la República, diez años de servicio militar eran un deber ciudadano y un requisito previo para la elección de un cargo público. 

La voluntad de sacrificar la propia vida por un bien mayor, era fundamental para el ideal castrense romano y constituía el núcleo del juramento militar. Se aplicaba por igual desde lo más alto a lo más bajo en la cadena de mando. 


Gladiadores y gladiadoras


Como un soldado comprometía su vida a la causa mayor de la victoria de Roma, no se esperaba que sobreviviera a la derrota.

Las guerras púnicas de finales del siglo III a. C. en particular la derrota casi catastrófica de las tropas romanas en Cannas tuvieron repercusiones de gran alcance en la República, en sus milicias ciudadanas y en el desarrollo de los munera gladiatoria. 

Después de la batalla de Cannas, Escipión el Africano crucificó a los desertores romanos e hizo que los no romanos fueran arrojados a las bestias. El Senado se negó a rescatar a los cautivos romanos de Anibal. Livio señala los sacrificios humanos incruentos realizados para ayudar a cambiar el rumbo de la guerra a favor de Roma. 

Mientras el Senado reunía a sus voluntariosos esclavos, Aníbal ofrecía a sus deshonrados cautivos romanos la oportunidad de una muerte honorable, en lo que Livio describe como algo muy parecido a los munus romanos.

El munus representaba así un ideal esencialmente militar y abnegado, llevado al cumplimiento extremo en el juramento del gladiador. Por su juramento voluntario, un esclavo podía alcanzar la condición de romano, convertirse en la encarnación de la auténtica hombría, o virtud varonil.

El gladiador como luchador especializado y la filosofía y organización de las escuelas de gladiadores, contribuirían al desarrollo del ejército romano como la fuerza más eficaz de su tiempo. Las reformas de Mario establecieron el ejército romano como un cuerpo profesional en el año 107 a. C.

Los militares eran grandes seguidores de los juegos y supervisaban las escuelas. Muchas escuelas y anfiteatros estaban situados en cuarteles militares o cerca de ellos, y algunas unidades del ejército provincial tenían tropas de gladiadores. 

A medida que avanzaba la República, la duración del servicio militar aumentó de diez a dieciséis años, oficializado por Augusto durante el Principado, La duración se elevaría a veinte y más tarde a veinticinco años. 

La disciplina militar romana era muy estricta, lo suficientemente severa como para provocar amotinamientos, a pesar de las consecuencias. Es posible que una carrera como gladiador voluntario resultara una opción atractiva para algunos.

Facciones y rivalidades

Existían distintas facciones populares que apoyaban a sus gladiadores y tipos de gladiadores favoritos. Bajo la reforma augustina, el tipo samnite fue renombrado perseguido. Era un gladiador equipado con un escudo grande y pesado eran conocidos como scutum. Sus partidarios y cualquier tipo de gladiadores con armamento pesado eran conocidos como scutarii

Los tipos más ligeros, como el thraex o el retiarius, no usaban escudo o estaban equipados con un escudo más pequeño y ligero llamado parma y tanto ellos como sus partidarios eran conocidos como parmularii.

Tito y Trajano preferían los parmularii y Domiciano los scutarii. El emperador Marco Aurelio no se decantó por ningún bando. Nerón parece haber disfrutado de las peleas entre facciones entusiastas, pendencieras y a veces violentas, pero recurrió a las tropas si se pasaban de la raya.

También había rivalidades locales. En el anfiteatro de Pompeya, durante el reinado de Nerón, el intercambio de insultos entre los espectadores pompeyanos y nucerianos durante los juegos públicos desembocó en lanzamientos de piedras y disturbios en los que muchos murieron o resultaron heridos. 

El incidente fue tan grave que Nerón prohibió los munera gladiatoria, aunque no los juegos en Pompeya durante diez años como castigo. La historia se cuenta en pinturas murales y grafitis pompeyanos de gran calidad, en los que se jactan de la victoria de Pompeya sobre Nuceria [4].

LOS ANFITEATROS

En sus inicios, cuando las luchas de gladiadores solo formaban parte de un rito funerario, los asistentes se reunían junto a la tumba del difunto honrado. A partir de la República tardía, al convertirse en actos públicos y a medida que los munera crecían en tamaño y popularidad, en Roma y en otros lugares se adaptaron foros, como lugares de celebración, con asientos temporales elevados para los patrocinadores y los espectadores de alto estatus.

Hacia el final de la República, Cicerón todavía describe los espectáculos de gladiadores como algo comercializado, pero en los tiempos del Imperio, a los ciudadanos pobres que recibían el subsidio de la cura annonae [5] se les asignaban al menos algunos asientos gratuitos, posiblemente por sorteo. 

Otros tenían que pagar. Los reventas a veces vendían o alquilaban asientos a precios elevados. Marcial escribió que “Hermes que era un gladiador que siempre atraía a las multitudes, es sinónimo de riqueza para los revendedores de entradas.

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El primer anfiteatro romano conocido fue construido en Pompeya por colonos de Sila, alrededor del año 70 a. C. El primero en la ciudad de Roma fue el extraordinario anfiteatro de madera de Cayo Escribonio Curión, construido en el año 53 a. C. 

El primer anfiteatro en parte de piedra de Roma fue inaugurado en el año 29-30 a. C., a tiempo para el triple triunfo de Octavio y posteriormente de Augusto. Poco después de su incendio en el año 64 d. C., el emperador Vespasiano inició su sustitución, un recinto conocido como el Anfiteatro Flavio que posteriormente fue el Coliseo con capacidad para 50. 000 espectadores y que se convertiría en el de mayor tamaño en el Imperio. 

Fue inaugurado por el emperador Tito en el año 80 d. C. como regalo personal del emperador al pueblo de Roma, sufragado con la parte imperial del botín obtenido tras la gran revuelta judía. 

Los anfiteatros generalmente eran de planta ovalada. Sus gradas rodeaban la arena, generalmente escabada en la tierra, visible para todo el público. Para la multitud, los anfiteatros constituían una gran oportunidad para la libertad de expresión 

Se podían presentar peticiones al promotor como magistrado a la vista de toda la comunidad. La despreocupada y digna facilidad del emperador Tito para manejar a la multitud del anfiteatro y sus facciones se consideró como una medida de su enorme popularidad y de la rectitud de su imperio. 

f6 copiaEl munus servía así a la comunidad romana como teatro y tribunal en directo, en el que se podía juzgar no solo a los que se encontraban en la arena, sino también a sus jueces. 

Los anfiteatros también constituían un importante medio de control social. Sus gradas estaban ocupadas de forma carente de todo orden y llena de descaro, hasta que se aprobó la lex Roscia en el 67 a. C. Posteriormente, Augusto estableció su distribución en sus Reformas Sociales. 

Se emitió un decreto del Senado por el que, siempre que se celebrara un espectáculo público, la primera fila de asientos se reservaría a los senadores. Prohibió también que se sentaran en la orquesta las legaciones en Roma de las naciones libres y las de las aliadas, al saber que entre ellas se mezclaban también libertos. 

Separó los espectadores militares de los civiles. Asignó a los plebeyos casados unas localidades determinadas. También se las asignó a los jóvenes que vestían la toga pretexta, cercanas a las de sus preceptores, y ordenó que nadie vestido de negro se sentase en la zona central. 

Prohibió que las mujeres contemplasen los espectáculos de gladiadores mezcladas con los hombres, lo que era habitual hasta entonces, pero les concedió que pudiesen contemplarlos, ellas solas, desde las filas más elevadas de la gradería. Asignó a las vírgenes Vestales un lugar especial en el teatro, situado frente al palco del pretor.

Sin embargo, estas disposiciones no parece que siempre se aplicaron con firmeza.

SU HISTORIA

A finales del siglo I a. C., Nicolás de Damasco consideraba que provenían de la costumbre de los etruscos de celebrar combates a espada entre parejas en los funerales.

Una generación más tarde, el historiador Tito Livio escribió que se realizaron por primera vez en el año 310 a. C. por los campanios en celebración de su victoria sobre los samnitas. 

f5 copiaUna revisión de los testimonios pictóricos respalda un origen campanio. Campania albergó las primeras escuelas de gladiadores conocidas.

Frescos en tumbas de la ciudad campania de Paestum del siglo IV a. C., muestran parejas de luchadores, con cascos, lanzas y escudos, en un propiciatorio rito de sangre funerario que anticipa los primeros juegos de gladiadores romanos. 

Sin embargo, la prueba de respaldo de las pinturas de tumbas etruscas es dudosa y tardía. Los frescos de Paestum pueden representar la continuación de una tradición mucho más antigua, adquirida o heredada de los colonos griegos del siglo VIII a. C.

Livio sitúa los primeros juegos de gladiadores romanos, alrededor del año 264 a. C., en la primera etapa de la I guerra púnica de la República romana contra Cartago, cuando Decimus Iunius Brutus Scaeva hizo que tres parejas de gladiadores lucharan hasta la muerte en el Foro del mercado de animales de Roma para honrar a su padre muerto, Brutus Pera. 

El relato de Livio soslaya la función funeraria y de sacrificio de los primeros combates de gladiadores romanos y refleja el carácter teatral posterior del espectáculo de gladiadores romanos: bárbaros espléndidos, exóticamente armados y acorazados, traidores y degenerados, dominados por el poder y el coraje natural del pueblo romano.

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Los humildes romanos dedican virtuosamente el magnífico botín de guerra a los dioses. Sus aliados campanos escenifican una cena con gladiadores que pueden no ser samnitas, pero que desempeñan ese papel. Otros grupos y tribus se unirían a la lista de reparto a medida que se expandían los territorios romanos. 

La mayoría de los gladiadores utilizaban armas y elementos de protección a semejanza de los enemigos de Roma, nunca con el uniforme o armamento de los soldados romanos. El munus se convirtió en una forma moralmente instructiva de representación histórica en la que la única opción honorable para el gladiador era luchar bien, o morir bien.

En el año 216 a. C., a la muerte del cónsul y augur Marco Emilio Lépido, fue honrado por sus hijos con tres días de “munera gladiatoria” en el foro romano, en el que participaron veintidós parejas de gladiadores. Diez años más tarde, Escipión el Africano ofreció un munus conmemorativo en Hispania para su padre y su tío, víctimas de las guerras púnicas. 

En el contexto de las guerras púnicas y la casi desastrosa derrota de Roma en la batallas de Cannas en el año 216 a. C., vinculan estos primeros juegos con la generosidad, la celebración de la victoria militar y la expiación religiosa de la catástrofe militar. Estos munera parecen al servicio de un programa de levantamiento de la moral en una época de amenaza y expansión militar. 

El siguiente munus registrado, celebrado con motivo del funeral de Publio Licinio en el año 183 a. C., fue más extravagante. Fueron de tres días de juegos funerarios, 120 gladiadores y distribución pública de carne, ​ que era una práctica que reflejaba las luchas de gladiadores en los banquetes de Campania descritos por Livio y luego deplorados por Silio Itálico. 

La entusiasta adopción de los “munera gladiatoria” por parte de los aliados ibéricos de Roma muestra con qué facilidad y cuán pronto, la cultura del munus gladiatorio caló en lugares lejos de la propia Roma. 

Los munera romanos tanto privados como públicos, ofrecidos por un organizador de relativamente poca importancia en el año 174 a. C, pueden haber sido tan comunes y poco destacables que no se consideraban dignos de ser registrados:

En ese año se celebraron muchos juegos de gladiadores, algunos poco importantes, uno más notable que el resto, el de Tito Flaminino, que conmemoró la muerte de su padre, que duró cuatro días, y estuvo acompañado por una distribución pública de carnes, un banquete y actuaciones escénicas. El punto culminante del espectáculo, que era grande para la época, fue que en tres días lucharon setenta y cuatro gladiadores.

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Los cónsules gobernantes ofrecieron a Roma su primera muestra de combate bárbaro patrocinado por el Estado en el año 105 a. C. y llevado a cabo por gladiadores de Capua, como parte de un programa de entrenamiento para los militares. Resultó ser inmensamente popular. 

A partir de entonces, los torneos de gladiadores antes restringidos a los munera privados se incluyeron a menudo en los juegos estatales que acompañaban a los principales festivales religiosos. Donde los juegos tradicionales habían sido dedicados a una deidad, como Júpiter, los munera podían dedicarse a un ancestro divino o heroico de un patrocinador aristócrata.

Los juegos de gladiadores ofrecían a sus financiadores oportunidades de autopromoción extravagantemente caras pero efectivas, y ofrecían a sus clientes y votantes potenciales un entretenimiento emocionante a un bajo costo o sin coste alguno para ellos mismos. 

Los gladiadores se convirtieron en un gran negocio para los entrenadores y propietarios, para los políticos en ciernes y para aquellos que habían llegado a la cima y deseaban mantenerse en ella. 

Un ciudadano privado políticamente ambicioso podía posponer el munus de su difunto padre hasta el momento de las elecciones, cuando un buen espectáculo podía captar votos. Los que estaban en el poder y los que lo buscaban, necesitaban el apoyo de los plebeyos y de sus tribunos, cuyos votos podían obtenerse con la mera promesa de un espectáculo excepcionalmente bueno.

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Sila durante su mandato como pretor, con ocasión del funeral de su esposa demostró su habitual perspicacia al quebrantar sus propias leyes suntuarias para ofrecer el juego más lujoso que se había visto hasta entonces en Roma.

Durante los últimos años de inestabilidad política y social de la República romana tardía, cualquier aristócrata propietario de gladiadores contaba con una magnífica arma política a su disposición. ​ Julio César, recién elegido edil curil, celebró unos juegos en el año 65 a. C., que justificó como un juego en honor a su padre, que llevaba veinte años muerto. 

A pesar de acumular una deuda personal enorme, utilizó 320 parejas de gladiadores con armadura plateada. Disponía de más en Capua, pero el Senado, consciente de la reciente revuelta de Espartaco y temeroso de los cada vez más numerosos ejércitos privados de César y de su creciente popularidad, impuso un límite de 320 parejas como máximo número de gladiadores que cualquier ciudadano podía albergar en Roma. ​ 

El espectáculo de César no tenía precedentes en cuanto a su magnitud y coste. ​ Había organizado un munus como memorial en lugar de un rito funerario, desvirtuado cualquier distinción práctica o significativa entre munus y ludi.

Los juegos gladiatorios, generalmente junto con espectáculos con bestias, se extendieron por toda la República y otros lugares. ​Las leyes anticorrupción de los años 65 y 63 a. C. intentaron frenar la utilización política de los juegos por parte de sus patrocinadores, pero no lo consiguieron. 

Tras el asesinato de César y la guerra civil, Augusto asumió la autoridad imperial sobre los juegos, incluidos los munera, y formalizó su organización como un deber cívico y religioso. 

Su revisión de la ley suntuaria limitó el gasto público y privado en munera, alegando que se trataba de evitar las quiebras que sufrirían las élites romanas, y restringió su aparición a los festivales de Saturnalia Quinquatria. 

A partir de ese momento el coste máximo de un munus oficial económico de un pretor, con un máximo de 120 gladiadores, sería de 25.000 denarios. Una fiesta imperial podría costar nada menos que 180.000 denarios. 

A lo largo de todo el Imperio los juegos más importantes y celebrados ahora se identificarían con el culto imperial promovido por el Estado y que fomentaba el reconocimiento público, el respeto y la aprobación del numen divino del emperador, de sus leyes y de sus representantes.

Trajano celebró sus victorias contra los dacios entre el año 108 y 109 d.C., con 10.000 gladiadores y 11.000 animales a lo largo de 123 días. El coste de los gladiadores y los munera siguió creciendo sin control. La legislación del año 177 d. C. del emperador marco Aurelio apenas lo contuvo y fue completamente ignorada por su hijo, Cómodo. 

El declive del munus fue un proceso complejo. La crisis del siglo III impuso crecientes exigencias militares a las arcas del Estado, de las que el Imperio romano nunca se recuperó del todo. Los magistrados de menor rango consideraron que los munera obligatorios eran un gravamen cada vez menos gratificante en relación con los dudosos privilegios de su cargo. 

Sin embargo, los emperadores continuaron subvencionando los juegos como una cuestión de un interés público que todavía no había disminuido. 

El escritor cristiano Tertuliano reconoció a principios del siglo III d. C., su influencia sobre el pueblo cristiano, a pesar de que admitió que los combates eran asesinatos, su actuación era espiritual y moralmente dañina y que el gladiador era un instrumento de sacrificio humano pagano. 

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En 325 d. C. los combates de gladiadores seguían siendo populares y los anfiteatros seguían albergando la espectacular administración de la justicia imperial. 

El emperador cristiano Constantino el Grande promulgó en ese año un edicto aplicable a las provincias orientales, donde mostraba su desaprobación de los juegos, que calificó como espectáculos sangrientos, obligando a que los condenados se les condenara a trabajos forzados en las minas aunque sin prohibir expresamente los juegos, lo que significaba que ya solo podrían combatir en la arena los que lo hacían por propia voluntad.

Diversos munera en Antioquía y otras ciudades orientales, e incluso algún munus autorizado por el imperio en algún momento de los años 330 sugiere que, una vez más, la legislación imperial no logró frenar por completo los juegos en la zona, entre otras cosas porque el propio Constantino no tenía intención de prohibir los juegos en el resto del Imperio. Valentiniano I amenazó con multar a un juez en el año 365, que sentenció a cristianos a la arena e intentó, como la mayoría de sus predecesores, limitar los gastos de los munera.

Teodosio I adoptó el cristianismo niceno como religión estatal del Imperio romano en el año 393 y prohibió las fiestas paganas. Los juegos continuaron, desvinculándose poco a poco de sus obstinadamente paganos munera. 

El emperador Honorio las abolió legalmente en el año 399 y de nuevo en el año 404, al menos en el Imperio romano de Occidente. La prohibición fue motivada por el apedreamiento y muerte de Telémaco por los espectadores cuando intentó detener personalmente un munus. ​ Valentiniano III revalidó la prohibición en el año 438, posiblemente de manera efectiva, aunque las venationes continuaron más allá del año 536. 

Para entonces, el interés por los munera había disminuido en todo el mundo romano. En el imperio Bizantino, los espectáculos teatrales y las carreras de carros continuaron atrayendo a las multitudes y recibieron un generoso subsidio del Imperio.

De los 176 días reservados para espectáculos de diversa índole, 102 fueron para representaciones teatrales, 64 para carreras de carros y sólo 10 en diciembre para juegos de gladiadores y venationes.

Un siglo antes, el emperador Alejandro Severo pudo haber tenido la intención de hacer una distribución más uniforme de los munera a lo largo del año, pero esto habría estado en contra de lo que se había convertido en la distribución tradicional de los juegos de gladiadores más importantes a finales del año. 


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[1] Esclavos sin dueño como consecuencia de haber sido condenados a trabajar en las minas o a luchar en el circo. La condena de la esclavitud no podía aplicarse a los ciudadanos romanos dentro de la ciudad de Roma, sino que los condenados debían venderse al otro lado de las fronteras 
[2] Los auctorati eran hombres libres de la antigua Roma que se contrataron como gladiadores. Auctorati fueron referidos por sus nombres propios, lo que los diferenciaba de los esclavos, a quienes se hacía referencia con nombres artísticos de una sola palabra. Según una fuente, la evidencia más antigua del uso de auctorati data del 122 a. C. (ley de Cayo Graco).
[3] Estigma es un término usado por los miembros de la fe cristiana para describir marcas corporales, llagas o sensaciones de dolor en lugares que corresponden a las heridas de crucifixión de Jesucristo, como las manos, las muñecas y los pies.
[4] Nuceria era la principal ciudad del valle del Sarno y de ella dependían las poblaciones de Herculano, Pompeya, Estabia y Sorrento.
[5] Cura annonae o annona era un órgano del Imperio romano que servía principalmente para el reparto y comercio de cereales, al igual que de su transporte.

Formación, dieta y atención médica de gladiadores y gladiadoras