jueves. 02.05.2024
Salon_de_Madame_Geoffrin
Lectura de la tragedia de Voltaire: «El huérfano de China», en el salón de Madame Geoffrin en 1755, Gabriel Lemonnier (1812). Wikipedia

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@Montagut5

Aún antes del triunfo de las Luces en el siglo XVIII, existe un precedente en la Historia del feminismo en Occidente. Nos referimos al preciosismo, un movimiento sociocultural previo del barroco francés, que buscaba el refinamiento de modales, costumbres y gustos frente a la época de Enrique IV por considerarla vulgar.

En este contexto, comienzan a surgir los salones como un espacio público donde discutir distintas cuestiones y plantear nuevos valores sociales, y en los mismos las mujeres de condición social elevada tendrán un evidente protagonismo, que se mantendrá hasta el siglo siguientes. Ahí estarían las “preciosas”, interesadas por el buen gusto, por nuevas concepciones en las relaciones entre los hombres y las mujeres, interesándose por revitalizar la lengua francesa, es decir, participando en cuestiones más allá de lo doméstico y familiar.

En este ámbito surgirá la cuestión de las mujeres, lo que en Francia se conoce como la querelle féministe. Y en esos salones donde se comenzó a hablar de literatura, arte, amor y hasta filosofía, terminaron por tratarse temas relacionados con la ciencia, y las protagonistas de estos espacios comenzaron a cuestionar la autoridad de los maridos, y pretendieron poder acceder a otros ámbitos culturales como las Academias. Aquellas mujeres tomaron conciencia de su dignidad y de la libertad en distintos aspectos, incluido el sexual y el del matrimonio, denunciando el carácter tradicional o patriarcal del mismo.

Y a este universo llegaría la figura del escritor y sacerdote francés, François Poullain de La Barre (1647-1725) porque puede ser considerado un precursor del feminismo, una de las cuestiones que más le preocuparon a este intenso intelectual. En 1673 publicaba, De l’égalité des deux sexes, discours physique et moral où l’on voit l’importance de se défaire des préjugez, donde por vez primera demostraría que no existía un fundamento natural para justificar la desigualdad de las mujeres, el gran argumento clásico para relegarlas al ámbito doméstico.

Todo este cuestionamiento no quedó sin respuesta o reacción como se puede comprobar en la obra Las mujeres sabias de Molière.

Por su parte, la inglesa Mary Astell planteó en este mismo siglo la necesidad de la alfabetización de la mujer, de la educación como un motor para el cambio, siendo una de las pioneras en la defensa de esta idea.

En este feminismo premoderno habría que aludir, por fin, a la escritora española María de Zayas porque en sus novelas quiso reflejar la realidad de las mujeres del siglo XVII con todas sus limitaciones.

El feminismo premoderno del siglo XVII