miércoles. 24.04.2024
mussolini tumba
 

Ya el anterior libro de Scurati: El Hombre del Siglo, daba claves del acceso al poder de Mussolini, que entraba en el gobierno de coalición conservadora con solo el 8,15% de los votos y de cómo desde ese trampolín puso en marcha la estrategia totalitaria: “…el fascismo reivindicará la plena libertad de acción y reemplazará al Estado que una vez más habrá dado prueba de su impotencia.” (Cesare Rosi. 1º de agosto de 1922) Aquél libro, meticulosamente, detallaba los años previos a la conquista del poder y en su lectura resulta inevitable para el lector proyectar algunas similitudes con los comportamientos ultras actuales, lo cual me empujó a escribir por entonces otro artículo en este mismo medio.

hombre providenciaEl nuevo libro disecciona los años de consolidación en el poder de Mussolini. Nuevamente nos induce a reflexionar sobre los paralelismos con las claves de ideologías similares actuales: el nacionalismo racista y beligerante; el control y uso de la cultura y el arte; las estrategias para Scurati señala, aportando rigurosa documentación de la hemeroteca de entonces, cómo el Partido Fascista, consolidado en el poder, necesita señalar un enemigo externo que permita tapar con banderas de guerra las propias miserias −conviene tenerlo en cuenta en estos tiempos de escalada bélica−. Mussolini lo buscó primeramente en el afianzamiento de sus colonias norte-africanas, en la guerra y en la conquista de lo que hoy es Etiopia, Eritrea y territorios adyacentes, entonces conocido como Abisinia. Durante un largo tiempo las tropas italianas fueron acorralando a los indígenas resistentes. Debido a la inmensidad de aquellos territorios, utilizaban la aviación para ubicarlos y ametrallar las caravanas. Después, por tierra, completaban el genocidio también de la población civil ya que la trashumancia de las tribus incorporaba, mujeres, niños y ancianos. Aunque el libro no llega al periodo de la Guerra Civil Española, el triunfalismo militarista encontró en la petición de ayuda que hizo Franco, la manera de prorrogar esa estrategia prometiéndoselas muy felices, como si entrar en Madrid fuera similar al paseo militar que habían hecho en las dunas del desierto. El recuerdo de esa intervención me trajo a la memoria la canción que los republicanos entonaron cuando derrotaron a las tropas italianas: “Guadalajara no es Abisinia, aquí los rojos tiran granadas de piña”. Esa intervención italiana y alemana en España tuvo su repercusión hasta lustros después de acabada la guerra civil. Incluso la llegada a España de la motocicleta Vespa tuvo que ver con la factura de la enorme deuda que Franco contrajo con Italia durante la guerra y que acabaría pagando el pueblo español durante 25 años a partir de 1943. Según el historiador Ángel Viñas la minuta de Alemania e Italia ascendía a unos setecientos millones de dólares, una auténtica barbaridad para la época. La intervención de esos dos países acabó causando un doble crimen, uno directo puramente bélico y otro a largo plazo incrementando el hambre, la miseria y el racionamiento. Tras la caída de Mussolini, el nuevo gobierno italiano se convirtió en el acreedor. En el primer año de la década de los 50 entraban en una España autárquica las primeras Vespas exentas de aranceles de lo cual se beneficiaron tanto la familia propietaria italiana, como los que pergeñaron su importación: el marqués “que ustedes saben que era muy elegantón” y Juan LLadó, consejero delegado del Banco Urquijo, entre otros.

Otra de las características del periodo es el control ideológico de la cultura y la estética. En los primeros años marcado por el escritor condotiero, Gabriel D’Anunzio; la exaltación del guerrero macho y heroico; la apropiación del imperio romano por parte del régimen. Todo muy al gusto general de los dictadores, para ser copiado desde luego en España y que llega decenios después hasta la Nicaragua de Somoza, quien encarga una cultura ecuestre sobre la base del diseño de otra proyectada para Benito Mussolini, con la variante de las sustitución de la cabeza de Antonio Somoza. Después, su megalomanía le llevó a dictar sus propios criterios estéticos: “Hacer cosas de hoy, modernísimas por lo tanto audaces…/…Quiero una exposición palpitante de vida viril y teatral también. Instrucciones de B. Mussolini para la exposición del X aniversario fascista”.  Mientras tanto, artistas y literatos tuvieron que emigrar, mayoritariamente a Francia.

Los pensamientos vuelven a los tiempos actuales cuando desde sectores enquistados en poderes institucionales claman y actúan contra raperos, titiriteros, actores o presentadores del programa televisivo de El Intermedio. Son procesados por meterse unos con el Rey, otros con la religión católica o la simbología franquista del Valle de los Caídos. Eso por no hablar del Torquemada reconvertido en pragmático presupuestario pretendiendo vilipendiar el recuerdo de la recién fallecida Almudena Grandes.

Antonio ScuratiY falta el eje principal: socavar las instituciones democráticas desde dentro. Scurati relata con precisión cómo, el 16 de enero de 1926, el Duce se pone en pie exigiendo la expulsión de la Cámara de los diputados de izquierda si no se retractan de sus acusaciones de violentos y dictadores contra los fascistas. Sin más preámbulo ni votaciones, los escuadristas se dirigen hacia los bancos de izquierda, a bastonazos y golpes los expulsan. Junto con ellos quedaron excluidos del parlamento los votantes a los que representaban. Al día siguiente dicta las condiciones para la existencia póstuma de las instituciones democráticas: “Nada de oposición constitucional, solo sumisión personal.” Poco después excluirían también a los de centro y a los conservadores que no ingresaron en las filas del fascio. El que había sido líder de la coalición liberal, Giovanni Amendola, que se presentó frente a la candidatura de la Lista Nazionale y se atrevió a persistir en la denuncia por el asesinato de Giaccomo Matteoti, líder del partido socialista italiano en 1924, tuvo que exiliarse tras recibir una brutal paliza de los camisas negras, que habían estado haciendo escraches en el Grand Hotel Palace, donde residía para evitar el hostigamiento, en su residencia, a su familia. A consecuencia de esa paliza fallecería en su exilio en Cannes. Unos meses antes escribió una Carta desde el exilio: ”Cuando a uno le toca en suerte pasar por cataclismos históricos y cuando la realidad no ofrece metas seguras ni medios de seguro resultado, la historia nos enseña que debemos obedecer a un único criterio: vivir. Vivir y perdurar como hombres y como fuerzas políticas…”.

Inevitable que vengan a la memoria los actuales acosos mantenidos durante meses ante la vivienda de algunos líderes de izquierda. Inevitable pensar hasta qué punto la reflexión de Amendola no se reproduce inconscientemente en la cabeza de alguien sometido a esa violencia. Y, claro que la distancia es abismal, como el siglo que los separa. Ahora hay nuevos medios, las redes sociales y las fake news para dilapidar a alguien, como los ocho mil mensajes al diputado de Teruel Existe con amenazas de muerte y falsas acusaciones de todo tipo a fin de quebrar la voluntad popular y el resultado de las últimas elecciones generales.

No pretendo que exista mimetismo. Por supuesto que la democracia, incluso con sus carencias es antagónica al estado fascista, precisamente por eso pretenden socavarla. No conviene olvidar que las auténticas libertades hay que defenderlas cada día de fuerzas con gran peso internacional: Trump, Le Pen, Bolsonaro…, con sus eficaces estrategias para excluir por cualquier mecanismo a dirigentes políticos a los que marcan como enemigos. A nivel internacional probablemente el caso más relevante sea el de Lula Da Silva, finalmente exculpado de todos los cargos, pero en el dique seco durante años; son decenas los que han seguido ese camino. En España esas fuerzas de ultraderecha instaladas en buena parte de la estructura del Estado pulen esa misma forma de actuar y han logrado, por poner un par de casos, que aquí tuviera que dimitir la diputada y jueza, Victoria Rosell, por falsas acusaciones aunque alguno, como el juez Alba, fuese condenado a seis años y medio por conspiración y cohecho contra ella; pero el mal ya estaba hecho y la legislatura acabada cuando se sentenció. Luego consiguieron, por otras vías, la inhabilitación del diputado canario Alberto Rodríguez, condenado a mes y medio de cárcel sustituida por 540 euros de multa; de forma tan barata lograron expulsar también del parlamento a sus representados, los votantes canarios que lo habían llevado allí. Veremos más: los gorriones han dado en el trigo.

Llegado a este punto final, no me resisto a incluir unos versos de Ángel González que parecen escritos tanto como resumen del libro de Scurati como de las amenazas actuales de forma mucho más concisa y estética −como no puede de otro modo viniendo de quien vienen−,  que este artículo.

Gritaron: ¡a las urnas!
Y él entendió: ¡a las armas!  −dijo luego.
Era pudoroso y  mató mucho.
Con pistolas, con rifles, con decretos.

Cuando envainó la espada dice:
La democracia es lo perfecto.
El público aplaudió. Solo callaron,
impasibles, los muertos.

El deseo popular cumplido.
A partir de esta hora soy –silencio−
El Jefe si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.

Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio.
                         

'Guadalajara no es Abisinia'