domingo. 28.04.2024

Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx

Aristóteles afirmaba que para ser feliz simplemente había que hacer el bien. Una idea sencilla que encierra un universo de complicaciones de todo tipo. A pesar de la profusión de literatura de autoayuda, la declaración del filósofo griego sigue siendo la respuesta más directa y clara a uno de los grandes misterios de la vida.

Esta simple afirmación quizás sea la mejor manera de describir "Alegría Station", una coproducción del Teatro Español y el Teatro Azul de Colombia, dirigida por Natalia Menéndez y creada en estrecha colaboración con Ximena Escobar y Leonardo Echeverri. La obra aspira, ante todo, a ser un canto simple a la felicidad con el objetivo de arrancar una sonrisa a todos los espectadores. Hacer el bien como un modelo narrativo, abrazar al espectador como objetivo.

La obra aspira, ante todo, a ser un canto simple a la felicidad con el objetivo de arrancar una sonrisa a todos los espectadores

La sinopsis de la obra nos presenta a una arquitecta encargada de construir un espacio capaz de generar alegría. Tras un minucioso estudio, se da cuenta de que el conocimiento teórico no es suficiente para comprender las diversas facetas de la alegría, su origen y sus efectos. Para lograr este propósito, la obra de Natalia Menéndez sitúa a un grupo de espectadores a los lados del escenario, quienes, de manera voluntaria, desempeñan un papel activo en la obra, bailando, cantando y haciendo ruidos diversos para que la obra explore la felicidad. Sin embargo, esto es solo una pequeña parte del espectáculo, ya que la mayor parte de la obra se desarrolla de la mano de Ximena Escobar y Leonardo Echeverri, quienes componen diversas escenas, interpretan varios personajes y crean situaciones cómicas y surrealistas.

La directora misma reconoce que se trata de una obra muy ecléctica, llena de escenas fragmentadas con personajes que entran y salen constantemente. Estos momentos perfilan la obra como algo muy dinámico y vivo, especialmente porque los espectadores participantes le imprimen un tono único a cada sesión. Por ejemplo, el día que asistimos, hubo un espectador muy gracioso que realizaba movimientos muy locos y con el que era imposible no sonreír.

Los dos actores, que permanecen sonriendo en todo momento, infunden una calidez humana que llega hasta el patio de butacas

Es crucial reconocer que "Alegría Station" abraza el riesgo de manera clara y directa, sin temor a que ciertas escenas resulten "extrañas" para el público general. La propuesta de Natalia Menéndez se asemeja más a la performance que al teatro convencional, con muchos momentos que son auténticos saltos al vacío y, sí, por qué no decirlo, algo ridículos. Por ejemplo, la extraña metáfora en la que un ciclista (con mallas muy apretadas) trata de evitar la pájara para llegar a la cima, como ejemplo de lo complicado que es alcanzar la felicidad y la plenitud.

Si la obra funciona, se debe al maravilloso trabajo de Ximena Escobar y Leonardo Echeverri al componer los diversos personajes y momentos de esta obra: ángeles, técnicos de felicidad, pastores, un ciclista y otras extrañas criaturas que transforman la obra en un canto a la felicidad y al positivismo. Los dos actores, que permanecen sonriendo en todo momento, infunden una calidez humana que llega hasta el patio de butacas. Es por eso que, al final, toda la narrativa de "Alegría Station" se apoya sobre la sonrisa y la alegría, no importando demasiado todos sus adornos, ya que hay una sensación de abrazo colectivo muy agradable.

¿Es posible reconocer la felicidad? ¿Se puede tocar? Estas son algunas de las reflexiones que busca dar respuesta "Alegría Station" durante sus 80 minutos, y aunque quizás no sea posible dar una solución, la sensación final de alegría y buen rollo perdura muchos minutos después de que la obra haya terminado. Solo por eso ya merece la pena darle la oportunidad a esta propuesta.

“Alegría Station": en busca de la felicidad perdida