sábado. 20.04.2024
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María Moliner

Ensayo | JUAN LABORDA BARCELÓ

Reivindicación y lirismo no siempre se han llevado bien. Hay, como suele ocurrir, excepciones ilustres a esta regla. Algunas de ellas se deslizan por la comedia, otras por la aspereza del duelo. Hoy vamos a hablar desde esos parámetros de lo injustamente olvidado, aunque sea parcialmente.

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Y, como si todo ello fuera un trasunto del Cuaderno del delirio de Elvira Daudet, la presente propuesta de Kalandraka es tan sencilla como potente: recuperar con plenitud a ciertas figuras femeninas cuya obra o memoria no juegan en la liga que les corresponde en la actualidad. En el trayecto hay mucha hiel, pero también esperanza. Aquí podríamos aducir que se dan matices diversos a la hora de hollar este camino. Tenemos, por un lado, a las figuras plenamente olvidadas, las que sufren un borrado total de su memoria, en la práctica una damnatio memoriae. Otras, como es el caso de María Moliner, forman parte del acervo cultural. A pesar de ello necesitan una reivindicación fina, ajustada, apegada a los hechos, como la sentencia de un juez riguroso y sensible (en caso de que los haya), sabedor de que no es lo mismo legalidad que justicia. Esa es la clave en la obra de María Moliner, cuyo eufónico nombre siempre va asociado al sustantivo “Diccionario”. No obstante, hay, como puede esperarse, mucho más detrás de ella.

En el caso de que nos ocupa, y quizá por la grandeza de su obra, el nombre de María Moliner no había caído en el saco roto del olvido. No obstante, pocos sabían nada más que el hecho de que era autora de un Diccionario de uso del español

Delimitar el espacio sombrío y sacarlo a la luz no es una cuestión menor. Ahí se centra el objetivo de esta colección recién nacida, cuyos mimbres son, por cierto, parecidos a los de un cuaderno esteta. La edición es un lujo, pero las intenciones, como sabemos dan igual. Aún así, la responsabilidad les ha podido y han encargado a una ilustradora simbolista y a un escritor curtido en todos los géneros que compongan juntos este concierto del recuerdo. Esta y no otra es la génesis de La cuidadora de palabras. Vida de María Moliner.

Se trata de poco más de setenta páginas preciosistas, a mitad de camino entre el ensayo narrativo de aliento poético y el relato biográfico, que no la biografía. En el esfuerzo por aproximar la obra de esta mujer se han seleccionado una serie de momentos, situaciones y conceptos muy literarios. Es decir, sí se construye una imagen total de la Moliner, pero no es ni mucho menos una biografía. Sus esencias están, las de su obra también, pero además, cada apartado del libro, separado por una ficha con una definición de una palabra, es un micro relato en sí mismo, engarzado igualmente a todos los demás. Se teje así un todo orgánico, un constructo con vida propia. Pero además, cada apartado cuenta con una ilustración de Virginia P. Ogalla que hace crecer lo narrado por los límites de la evocación. Ampliar realidades (o ficciones) con imágenes que sugieren movimiento es algo muy cinematográfico, más aún si se concita en ellas una carga semiótica. Ya decía el teórico del cine André Bazin que fuera del encuadre existen infinitos mundos posibles. Pues a eso juegan texto (marco) e ilustraciones (dentro y fuera de campo), a componer un universo lírico dónde historia, ficción, reivindicación y lexicografía se dan la mano. El resultado, compruébenlo ustedes mismos, es una lectura deliciosa, enriquecedora y, por supuesto, un acto de reparación.

 

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Alejandro Pedregosa

En el caso de que nos ocupa, y quizá por la grandeza de su obra, el nombre de María Moliner no había caído en el saco roto del olvido. No obstante, pocos sabían nada más que el hecho de que era autora de un Diccionario de uso del español. Bien, pues, sin contar las purgas, el exilio interior que sufrió y las graves vicisitudes familiares, la autora fue capaz de crear una obra magna que ensancha el lenguaje. Y lo hace por la riqueza de sus sinónimos, por las referencias etimológicas de conexiones infinitas y por la sensibilidad rigurosa en sus definiciones. Ella también generó infinitos mundos posibles con las interconexiones de sus análisis de términos. Tras leer La cuidadora de palabras, el siguiente paso sería acudir, cual flanneur filológico, a perderse un rato en el diccionario de marras. De este modo, el cuadro sería completo.

Nos vemos en los libros.


La cuidadora de palabras. Vida de María Moliner, Alejandro Pedregosa. Ilustraciones de Virginia P. Ogalla.. Kalakandraka, 2023.. COMPRA ONLINE


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JUAN LABORDA BARCELÓ. Escritor e historiador

Una deuda pendiente | Sobre 'La cuidadora de palabras', de Alejandro Pedregosa