jueves. 28.03.2024
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lecturassumergidas.com | @lecturass | Por Emma Rodríguez | “¿En qué nos hemos transformado y hacia dónde nos encaminamos si seguimos la trayectoria que ha tomado nuestro sistema industrial?”, se preguntaba el filósofo, psicoanalista, psicólogo social, Erich Fromm. Con su claridad expositiva, con su capacidad para analizar en profundidad y para destapar las máscaras de las conductas humanas, las trampas de la colectividad, el autor de títulos como “Miedo a la libertad” o “¿Ser o estar?” se convierte en uno de esos autores tan necesarias hoy para entender el presente y reflexionar sobre el cambio.

Fromm (1900-1980) se adelantó varias décadas al presente, a propuestas e ideas absolutamente transformadoras. En su obra aboga por la colaboración y por la participación ciudadana como mecanismos centrales de la vida social. Expone que para evitar los peligros de la burocratización, el debilitamiento de la integridad, el Estado debe someterse a un eficiente control de sus ciudadanos y deja claro que el poder social y político de las grandes corporaciones debe neutralizarse. “Que desde el comienzo mismo”, indica,  “se promuevan todas las formas de asociaciones descentralizadas y voluntarias en la producción, el comercio y las actividades sociales y culturales”.

En la sociedad ideal que imaginó Fromm y que tanto se acerca a lo que tanto empezamos a soñar muchos, sectores aún minoritarios, las grandes empresas deberán ser controladas por administradores designados por el conjunto de los trabajadores y será básica la participación de sindicatos, de representantes de los consumidores, así como la aportación de todos y cada uno de los protagonistas en las distintas actividades. Fromm nos abre un nuevo camino. Apuesta por el modelo de las cooperativas, que propiciarán que se repartan las ganancias y el control de la administración en condiciones de igualdad; defiende el principio de las asambleas urbanas, a través de la formación de centenares de miles de pequeños grupos que trabajen cara a cara (habla de un nuevo tipo de Cámara Baja capacitado para compartir la toma de decisiones con un parlamento elegido por voluntad nacional) y proporciona argumentos a los defensores de la renta básica, una opción que en la actualidad cada vez gana más adeptos, aunque los poderes arraigados pongan toda su maquinaria de propaganda en marcha para disuadir a las poblaciones de su defensa.

“Hay que proteger al individuo del temor y de la necesidad de someterse a la coerción de cualquier otro. Para lograr este propósito, la sociedad debe proporcionar a cada uno, sin cargo, los elementos necesarios mínimos de la existencia material, en lo referente a alimentos, vivienda y vestimenta. Quien aspire a un mayor confort material tendrá que trabajar para lograrlo, pero al estar garantizadas las necesidades mínimas de la vida, nadie tendrá poder sobre ningún otro sobre la base de coerción social directa e indirecta”, expone con absoluta claridad y convencimiento.

Y tiene respuestas para quienes argumentan que el sueldo asegurado puede reducir el incentivo del trabajo. “Puede demostrarse que el incentivo material de ningún modo es el único que impulsa hacia el trabajo y el esfuerzo (…) Hay otros incentivos: el orgullo, el reconocimiento social, el placer del trabajo, etcétera...”, expone, poniendo como ejemplo la labor de los científicos, de los artistas, “cuyas realizaciones más destacadas no han sido motivadas por el incentivo del provecho monetario”...

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La defensa de la renta básica de Erich Fromm