jueves. 03.10.2024
daaaaaali-fotograma

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

 

Torres-Remírez | @jostorresremrez

El cine de Quentin Dupieux ha sido siempre muy especial. Único y extravagante. O así lo categoriza la mayoría de la gente. Nos tiene acostumbrado a un estilo muy reconocible, pero a la par, cada película es distinta a la anterior, por lo que lleva a las carteleras algo fuera de lo común. Si nos ponemos a repasar parte de su filmografía, vemos con claridad todo lo anteriormente dicho. La primera película propiamente del director y que dio la campanada internacional fue la ya película de culto “Rubber” (2010). El guion es el absurdo con el que lleva tres lustros asombrando Dupieux, un neumático decide ir sembrando el mal allá por donde va. Y a partir de ahí, suma y sigue momentos tan surrealistas como alocados. Os aconsejo ver “Bajo arresto” (2018) o “Fumar provoca tos” (2022), sin olvidarnos, por supuesto a “Mandíbulas” (2020). En definitiva, si no quieres saber qué vas a ir a ver y si, Dupieux es tu director. Por cierto, muchas veces acabarás de ver sus películas sin saber qué has visto.

Siendo como es el cine de este director francés, tarde o temprano se tenía que encontrar con uno de los personajes más alocados del siglo XX. El que proporcionó multitud de herramientas a la cultura popular del surrealismo, del hedonismo y hasta del onanismo. Y ese no es otro que el personaje que creó Salvador Dalí, es decir, el gran DALÍ.

La mezcla entre el absurdo de Dupieux y el mundo de Dalí sólo podía salir como ha salido, de ninguna otra manera. Ya sé que decir esto es como no exponer nada. ¿Ha salido bien el experimento o es un fracaso? ¿Merece la pena la película o es una porquería? ¿Debe ser de visionado obligatorio o una cinta que es mejor no acercarse? Y, siguiendo el juego del director, déjenme responder sí a todo. Sí ha salido bien el experimento y por supuesto, ha salido también ha salido mal. Merece la pena ver la película, pero también es una porquería. Debería ser de visionado obligatorio a la par de que es mejor no acercarse. Todo a la vez es “Daaaaaali”.

¿Cómo pueden darse estas contradicciones? Pues porque así es el cine de Quentin Dupieux. No va a dejar indiferente a nadie. Habrá gente que lo ame o que lo odie, pero nunca oirás a nadie salir de ver una de sus películas y decir: “es una película más”.

Así que a todos los amantes del cine de este realizador francés les aconsejo que vayan a verla. Es cierto que en octubre tendremos exceso de Dupieux ya que presenta otra película en Sitges. Sin embargo, quien no pueda acudir al festival catalán, podrá disfrutar en sus pantallas de esta especie de homenaje al pintor de Figueras.

Sin embargo, a pesar de que los aficionados al artista francés, puede ser que les guste la película, a los aficionados o a los que les guste Dalí, no encontrarán una buena película aquí. Más bien, saldrán con una sensación de oportunidad perdida para encumbrar (aún más) al amante de Gala. Dalí sabía que era un gran artista, mucho más que eso, uno de los mejores de su generación y de los grandes de la pintura universal. A su vez también conocía que por muy bueno que se sea es difícil abrirse camino sólo con el talento. Los ejemplos de grandes artistas que en su vida eran marginados o ignorados los hay a cientos, empezando por Van Gogh y continuando con artistas españoles como Francisco Bayeu, Merklein u Opisso. Así que, para evitar caer en el anonimato durante su vida, hizo su mejor creación consigo mismo. Pero he aquí que su figura, el personaje que envolvía al artista estaría hueco si no hubiera genialidad dentro. Por lo que basar una película entera en el personaje sin indagar en su arte, hace que sea una oportunidad perdida.

daaaaaali-portada

Se ha de valorar que artistas de la talla de Dupieux se refugien en figuras tan nuestras como Dalí, pero no hay que conformarse con eso, sino que hay que pedirles que vayan más allá. Al verdadero Dalí, es decir, a su obra. A sus cuadros que cautivaron y cautivan a los amantes del arte. No salen cuadros del pintor catalán que recojan el resultado de la locura daliniana. O incluso ir más allá y mostrar en la película el papel cinematográfico que Dalí jugó en su tiempo. Como por ejemplo el “Don Juan Tenorio” de 1952 dirigido por Alejandro Perla, los sueños de Hitchcock o su idea para Disney. Lo dicho, una oportunidad perdida.

Quizás, los amantes de Dalí encuentren un rallo de esperanza en una única escena con un Dalí viejo que se pregunta sobre su edad. Dando a entender que toda la película es un caos mental porque lo que vemos son recuerdos inconexos de un Dalí octogenario en un duermevela.

'Daaaaaalí!', o como perpetuar un personaje