martes. 19.03.2024

Será por dinero es la primera novela del editor, traductor y escritor español Ishmael Kavalier.

            “Qué nombre más raro… Coslada. ¿Tú crees que significará algo?”

La localidad madrileña de Coslada es la verdadera protagonista de esta novela publicada en 2021, pues, siendo como es su ámbito, es además, por el afán literario del autor de Será por dinero, el vórtice magnífico sobre el cual, en el cual, bajo el cual, todos los personajes de la novela luchan, pretenden ser respetados o temidos, intentan amar y ser amados o simplemente ejercitan su condición de humanos en un tiempo. En un lugar.

“Mientras Alfredo conducía, Darío miraba por la ventanilla hacia los descampados y las escombreras, más allá del límite urbanizado de la ciudad. Cuando las luces de las farolas y los coches tocan apenas su superficie, la oscuridad se retrae como un animal temeroso. El campo yermo que separa Coslada de Madrid es una criatura que vive sus últimos años de libertad”.

Algunas preguntas surgen leyendo este libro. Por ejemplo: ¿es la violencia más humana que su control? Pero no es este un volumen para indagar en la naturaleza humana sino para sentirla, para escucharla, para vivirla como se viven en las obras de arte literario las vicisitudes de las personas de carne y hueso forjadas por la imaginación de los buenos escritores. Y Ishmael Kavalier, lo es.

“El orden de Coslada es más evidente y puro ahora que ha llegado la noche, cuando sólo la cruzan algunas parejas jóvenes, sin hogar común, que se acompañan a los portales; quienes tras el turno de tarde conducen cansados de vuelta a sus casas; los rumanos que matan el tiempo en calles que por fin son suyas, solo suyas, espejismo de pueblos y ciudades perdidos.

A esas horas aún decentes en que las madres todavía no reciben con un reproche en los labios apretados a sus hijos al abrir la puerta de casa, los ancianos ya han desaparecido de sus bancos y plazas, como si hubiera algo en la noche de las ciudades que quienes vinieron del campo temen y evitan”.

Más preguntas: ¿cuánto de verdad, de realidad extraliteraria hay en esta ficción tan literaria? ¿Cuánto hay de inspiración, cuanto de artificio literario y cuánto de lo que se sabe, de lo que Kavalier sabe, de lo que se nos cuenta en esta novela sobre la corrupción en una ciudad cercana a Madrid? Estas se las hago a él directamente. Y el autor de Será por dinero me dice:

La novela tiene como punto de partida un hecho: yo crecí en Coslada y vi cómo pasaba de pueblo a ciudad con ínfulas. Hay además otras inspiraciones, como aquella famosa (y fallida) Operación Bloque, que generó muchos titulares, pero pocas condenas en firme pese a la gravedad de los hechos y la abundancia de pruebas. Conocía a bastantes de aquellos policías locales de Coslada, acusados de corrupción. Digo acusados, porque en mi opinión solo una chapuza en la instrucción y la lentitud del sistema judicial les permitió irse de rositas.

Se daba el caso de que conocía a las familias de varios de aquellos policías. Eran, como mis padres, gente venida del campo, con una ética del trabajo y unos valores férreos. Sus hijos, ah, eran ya otra cosa. Esas transformaciones, de pueblo en ciudad, de gente moral a inmoral, la llegada de población rumana inmigrante, la delincuencia y la corrupción en torno al sector inmobiliario, todo eso son hechos reales. De ellos me serví para contar una historia. Pero luego me tomé todas las libertades. No quería convertir a aquellos policías patanes en protagonistas de nada. Yo quería contar una historia y ellos no me interesaban. Me interesaba una historia que no fuera de Coslada, sino de cualquier ciudad de España.

Será por dinero va de “ensuciarse demasiado”, nos cuenta una historia sobre lo que estamos dispuestos a soportar cuando se tienen dudas sobre la utilidad, sobre lo moral de la honestidad. De la honestidad de uno mismo. Ensuciarse demasiado.

            “Hay algo insolentemente vulgar en esa mezcla de miedo y euforia”.

Seguimos conversando el autor y yo. Le pido ahora que me hable de Coslada:

Crecí en Coslada, como decía, y recuerdo el shock que sentí un día en clase en el instituto cuando mi profesor de Geografía se refirió a ella como “una ciudad”. ¿Ciudad?, me dije yo. ¿Pero qué es una ciudad? ¿Cómo puede nadie llamar ciudad a Coslada? Y es que yo no veía la ciudad sino la vida de barrios, la gente de pueblo que bajaba a los bares a echar la partida después del trabajo. Coslada se empezó a convertir en ciudad sin que yo me diera cuenta. Coslada fue el refugio de una generación como la de mis padres, chavales llegados de pueblos en busca de una vida mejor. Y la encontraron.

Coslada cambió, claro, en gran medida por el boom de la construcción, pero también porque de pronto la gente ya buscaba algo más. La gente de mi edad no veía Coslada como sus padres. Los sueños de mi generación no eran los humildes sueños de nuestros padres. He intentado reflejar todo eso en la novela.

¿La novela sobre la sociedad civil, sobre lo palpitante, es más necesaria que la novela sobre los sueños indescifrables de algunos escritores o sobre una realidad ajena a la mayoría de los humanos? Porque me da la impresión de que Kavalier escribe a contracorriente, frente a la ausencia de presente en la ficción española. Ausencia de presente comprometido, social, de ese presente que nos concierne a todos, a todos y cada uno de los ciudadanos. Es una impresión, ya digo. Una impresión que él desvanece en nuestro diálogo:

No sé qué es más necesario. Sé lo que yo necesito como escritor. Y no es una historia sobre un novelista que reflexiona sobre la escritura de su novela. La autoficción y lo metaliterario no me interesan. Los considero géneros agotados. Cuando alguien cree que escribe bien, la tentación de escribir algo para exhibir ese dominio es muy fuerte. Pero a mí me pasa como cuando alguien habla de una cantante y me dice que canta muy bien. Sí, puede, pero la canción no me gusta.

Me cuenta que a él lo que le interesa es la literatura que explora al ser humano ante el sistema, ante una realidad que puede ser hostil o amable, lo mismo da. Me dice que no se refiere solamente a novelas colectivas como Germinal:

Hay historias como Monkey Boy, la novela autobiográfica de Francisco Goldman, en la que hablando de su historia personal habla de muchas cosas: la migración y el desarraigo, la violencia en Guatemala, el abuso dentro de una familia y la memoria compartida. Aunque echo en falta más obras que tengan que ver con lo que está ocurriendo en la sociedad civil, no sé si escribo contracorriente. Hay gente con obras sobresalientes no ensimismadas, como Isaac Rosa, Belén Gopegui o Santi Fernández Patón, por citar unos pocos. 

La realidad y el riesgo. Continúa el autor de Será por dinero:

El riesgo de creer que sobre todo hay que escribir sobre la realidad es dar por sentado que se sabe cuál es esa realidad. Y no es tan evidente. Además, puedes escribir un tostón en el que pontificas y aburres. Y una historia creo que ha de ser palpitante, como dices. Me encanta el género negro, cosas como Los amigos de Eddie Coyle o El sindicato de policía yiddish. Por eso quise también que Será por dinero palpitara con la urgencia oscura de esas novelas.

La urgencia oscura de las novelas. Me gusta.

No me resisto a preguntarle cuál es su truco para hacer hablar así a sus personajes y escribir esos diálogos tan chispeantes, tan certeros, tan creíbles, tan rítmicamente verídicos. Y tengo la respuesta. Esta:

Albert Camus es uno de los escritores que más me ha influido en mi vida (no tanto en la escritura). En una obrita suya, El verano, hablaba de Orán, donde creció él, y de los ambientes en los que se encontraban los aficionados al boxeo, los jugadores de póker, los bares. Eran lugares sin ninguna pretensión. Habla de ellos con un profundo amor, y dice que hay una grandeza que no se presta a la elevación. Eso mismo encontré yo en los bares, primero en los de Coslada. Cuánta grandeza y cuánta vulgaridad, pero al final, ha sido en los bares donde he tenido muchas de las mejores conversaciones de mi vida. Y en ellos no solo he hablado, también he escuchado mucho. Con los años, cada vez hablo menos y escucho más, o eso quiero creer. Y así se aprende mucho.

Finalizo. Tiene razón uno de los personajes, la mujer del jefe de Policía cosladeño (impecable el perfil literario de Morales, por cierto) cuando le reprocha a su marido que no son las calles las que enseñaron a su hijo, porque… “el chico que las pisó era el que yo crie: cada chico pisa una calle distinta”. Y Morales intenta abrazar a Mónica, pero ella le dice mirándole a los ojos: “esas calles de mierda son más mías que tuyas”.

            “Saber que se acercan tiempos mejores, pero mejores para quién”.

Coslada y la urgencia oscura de las novelas