Seguramente los socialistas daneses fueron los que más lucharon por el pacifismo y el desarme, especialmente en su país. Durante el período de entreguerras el país nórdico vivió un intenso debate sobre esta cuestión, promovido, precisamente por los socialistas, consiguiendo, al menos, que se disminuyese de forma evidente el presupuesto militar.
Pues bien, en este contexto, en la campaña electoral para las elecciones del 24 de abril de 1929 los socialistas daneses emplearon los nuevos medios de comunicación, muy al estilo de lo que ya había comenzado a hacerse en Estados Unidos. Así usaron la radiotelefonía, los altavoces y las películas para difundir sus ideas y la propaganda política.
En la misma campaña, el ministro de Justicia, seguramente ante el auge del Partido, prohibió que se proyectara una película contra la guerra, una especie de documental que se había hecho en los frentes de Bélgica, Francia y Alemania en la Gran Guerra, y que mostraba los horrores de la misma. Esa película tenía que ver con el asunto del servicio militar que se había convertido en un punto fundamental en esta campaña electoral.
El Gobierno podía prohibir la exhibición de películas en los cines, pero no en las reuniones de los clubs del Partido ni en las demás organizaciones contra la guerra que existían en Dinamarca, y que iban desde los propios Sindicatos a organizaciones de pequeños propietarios y sociedades educativas.
Así pues, ante la censura oficial, el Partido había llegado al acuerdo de mostrar gratuitamente la película a todas las organizaciones particulares que lo deseasen. La prohibición gubernamental había conseguido todo lo contrario de lo que se proponía, ya que la película se terminó exhibiendo en todos los rincones del país con un evidente éxito de público. Es lo que ocurre cuando se censura en sistemas democráticos.
Hemos tratado con el número 6297 de El Socialista, del 16 de abril de 1929.
