jueves. 28.03.2024

Dentro del IV Festival de Cine por mujeres se ha proyectado en la Sala Berlanga de la SGAE en Madrid la excelente película "La cigüeña de Burgos" dirigida por la joven creadora catalana Joana Conill.

La historia atrapa al espectador desde la primera escena hasta la última en una  busqueda intimista, profunda y desgarradora de una hija por conocer la vida y las razones que movieron y dieron sustento a un padre  que a los veinte años era militante anarquista y ponía bombas contra Franco en el Palacio de Ayete en San Sebastián y en los locales de la Falange y el Opus Dei en Barcelona. Por estas actividades fue condenado a muerte por los tribunales franquistas y pudo salvar la vida gracias a la presión internacional y a la mediación entre otros del Cardenal Montini, posteriormente Papa Pablo VI.

Muchas preguntas quedan sin respuesta sobre los avatares que Jordi Conill sufrió en la cárcel de Burgos, la "Universidad Roja" donde el franquismo concentró a muchos presos políticos y donde Jordi se afilió al Partido Comunista al día siguiente del asesinato de Julian Grimau.

El drama de la vida en la cárcel, y sobre todo de las secuelas imborrables que dejan en la mente de los presos, la soledad, el frío y las penalidades carcelarias de aquellas épocas son incognitas que la película aborda en toda su amplitud. Como expresa en una de sus declaraciones más emotivas la esposa de Jordi, Asunción Amelivia, probablemente nunca se repuso de aquel trauma y aunque no lo verbalizara, quizás incluso por eso, las personas que convivían con el no podían ayudarle todo lo necesario.

Joana, la directora de la película era una adolescente cuando, tras el funeral de su padre, lee retazos de la vida del fallecido en los periódicos. A raíz de ese hecho se pregunta: “¿Por qué no sé nada de todo esto?” ¿Cuales son las causas por las que su padre, compañero de juegos y aventuras, decidió no contarle su vida? ¿Por qué?

Despejar esos interrogantes le lleva a un largo periplo de rodaje de la película, acudiendo en viajes solitarios y llenos de dudas a los lugares donde sucedieron los acontecimientos. Las calles de Barcelona, Paris, San Sebastián, la cárcel de Burgos le van contando historias.Los amigos y compañeros, el sacerdote de la Pastoral Penitenciaria que casó a sus padres, directores de cine como Pere Portabella, que trabajaron con él en el sector cinematográfico, le van narrando perfiles y características de Jordi desconocidas para ella, con los que va configurando un cuadro más preciso y definido de su padre.

En ese tiempo  la hija aprenderá a ser directora de cine, como cuando era pequeña y jugaban a resolver misterios, en un viaje al país de la memoria donde las piezas nunca encajan. 

La alegría de la llegada de la democracia, la vida familiar y acogedora de los años de la transición, el compañerismo y la camaradería que disfrutaban niños y mayores en fiestas inolvidables como la del Camping la Ballena Alegre en la Costa Brava, los primeros y masivos mítines del PSUC en Cataluña, contrastan con la tristeza de las desavenencias políticas, las rupturas y la pérdida de la ilusión y la inocencia. Todo visto desde el prisma de una niña que no se explica lo que está pasando pero comprende que eso no es bueno y que sin duda golpea y destroza las convicciones de un padre afligido. 

Película sin duda imperdible para conocer en profundidad los avatares de aquellas personas que desde posiciones ideológicas diferentes dedicaron los mejores años de su vida a la lucha contra el franquismo y a impulsar la llegada de la democracia a España.

La cigüeña de Burgos