jueves. 28.03.2024

La "ciencia" contra el sufragio femenino

Aunque el sufragio femenino salió adelante en la II República, no impidió que las ideas biológicas de médicos y científicos fueran determinantes para que la sociedad siguiera marginando de forma absoluta la presencia de la mujer en la vida institucional pública.
voto femenino 1933
Elecciones 1933.

“Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años,
tendrán los mismo derechos electorales conforme determinen las leyes”

(Artículo 36, Constitución, 9. 12.1931).


 

El voto del sufragio femenino en 1931

Cubierta_constitucion1931Quienes se opusieron al sufragio universal (masculino) de 1891, defendido por las izquierdas, fueron partidos de derechas, liberales y conservadores, amparándose, sobre todo, en un elitismo feudal. Aducían que el voto de un ignorante no podía valer lo mismo que el de un catedrático, dando por bueno que el igualitarismo en este campo solo podía traer consecuencias nefastas para la Nación. Y se amparaban, sobre todo los carlistas, en que el sufragio universal escondía un sistema político, llamado democracia, ajeno por completo a la historia de España. El sufragio era una planta exótica al sistema español, en cuyo jardín solo tenía cabida la monarquía. Cantinela que no se cansarán de repetir una y otra vez.

En 1931, quienes se opusieron al sufragio femenino no solo fueron juristas, médicos y políticos de derechas, enemigos del progreso, conservadores de la eterna e inmutable tradición, integristas religiosos y gentes más o menos afines a estas caracterizaciones.

Sucede que, en el sufragio femenino de 1931 aprobado el 1 de octubre de ese año, quienes se opusieron a la presencia de la mujer en el Parlamento, no solo fueron las derechas montaraces, sino que, también, colaboraron con su granito de arena opositor a ese derecho, personalidades catalogadas como republicanos y liberales de toda laya y condición.

Las Cortes las presidía Julián Besteiro. En el momento de las votaciones, hubo dos mujeres relevantes en la Cámara que se opusieron. Una del PSOE, Margarita Nelken; y otra Victoria Kent, del Partido Radical, del partido al que pertenecía Clara Campoamor.

El periódico anarquista Solidaridad Obrera lo contaba de este modo: “En contra de la concesión del voto a la mujer interviene la señorita Kent, afirmando que, como mujer, tiene que declarar que hay que aplazar la concesión del voto a la mujer en España por no estar capacitada en nuestro país para ello (Aplausos de los radicales y de otros sectores de la Cámara). La Srta. Clara Campoamor le contesta defendiendo la tesis contraria, en medio de gran expectación” (Solidaridad Obrera, 2.10.1931).

La información del periódico anarquista añadía que “el derecho al voto de la mujer se aprobó por 160 votos contra 121. Votaron en contra los radicales; los católicos vasco navarros lo hicieron a su favor. La mayoría de los diputados de la minoría catalana se ausentaron del salón para abstenerse de la votación”. Ramón Franco, hermano del dictador, consideraba “una obra de justicia el voto a al mujer por lo que ella cooperó al advenimiento de la República”, por el contrario, “el sr. Rico teme que las mujeres voten a los curas”, asegurando que “votarán” todos los extremismos.

Hasta aquí nada del otro mundo. Todo ello formaba parte del juego de la política. Y no se piense que las derechas por votar a favor del sufragio femenino estaban dispuestas a aceptar “la emancipación de la mujer”. Un semanario, fundado en 1932, titulado ELLAS, y dirigido por el fascista-golpista Pemán, lo dejaría muy claro:

sufragio femenino 1

Lo que llamaría la atención de algunos diputados, intervinientes en el debate a favor y en contra del sufragio femenino, fue el uso que hicieron de la ciencia o de la pseudociencia, según entendidos. Si lo chocante hasta la fecha había sido que el concepto ciencia despertase una imagen progresista, trituradora de graníticas creencias y falsos mitos basados en supersticiones de toda índole, en 1931, sería la “biología el instrumento científico con el que se valieron algunos para arremeter contra el sufragio universal femenino. O, dicho mejor, se basaron en una “coartada pseudocientífica” para hacerlo y contra la que el resto de la “clase científica” se rebeló.

Si en 1891, la inferioridad cultural, económica, política y social fue la razón invocada para impedir la implantación del sufragio universal, ahora, en 1931, se apelaría a la inferioridad mental de la mujer basada en su “ser biológico”. Su capacidad mental, inferior a la del hombre, no le daba criterios racionales suficientes para poder ejercer algo tan sagrado como el voto, que era cosa de hombres. Lo dictaba la biología.

Tanto el pensamiento de Gregorio Marañón como el de Roberto Novoa, formulado desde una supuesta biología, calificada de científica, ayudaría al discurso que propagaba que la mujer debía seguir fuera de la esfera pública, pues su capacidad, derivada de su biología, no se lo permitía.

Es cierto que, finalmente, el sufragio femenino salió adelante, pero eso no impidió que las ideas biológicas de estos médicos y otros fueran determinantes para que la sociedad siguiera marginando de forma absoluta la presencia de la mujer en la vida institucional pública. Invisibilidad que se consagraría finalmente durante la Dictadura franquista con o sin biología. Por imperativo nacionalcatólico.

marañon novoa

Gregorio Marañón y Roberto Novoa

Gregorio Marañón, biología y feminismo

MARAÑONDIJOMarañón fue figura pública incuestionable. Gozó del mayor prestigio intelectual en España, a la altura de Ortega o ex aequo. Además de libros, como Amor, conveniencia y eugenesia, escribió infinidad de artículos relacionados con las ideas eugenésicas en revistas científicas de la época: Biología y Feminismo (1920), Relación de la eugenesia con la mortalidad infantil (1920), Tres ensayos sobre la vida sexual (1926), Eugenesia y moral (1931), Raíz y decoro en España (1933), entre otros.

En el caso que ahora me interesa, recordaré algunas de sus ideas más aplaudidas en torno a la mujer y que fueron expuestas en un artículo publicado en la revista El Siglo Médico en 1920, a lo largo de cuatro entregas (10, 13, 27 de marzo y la última el 10 de abril de 1920). El artículo citado fue antes una conferencia, pronunciada en Sevilla en la Sociedad Económica de Amigos del País, el 21 de febrero del mismo año, y, posteriormente, editada en Madrid, por la Imprenta Sucesor de Enrique Teodoro,1920.

Que revistas como Nuevo Mundo y La Esfera aplaudieran las teorías de Marañón como “reflejo de la defensa de la emancipación de la mujer”, era signo de una época y del desorden mental generalizado en que muchos hombres cayeron al reflexionar sobre esta cuestión, incluso hombres que tenían la consideración de sabios y otros de radicales izquierdistas.

NUEVO MUNDO. 10.11.1930, MARAÑON

La mujer, decía Marañón, era diferente al hombre y, desde esa diferencia, le otorgaba un papel social distinto y, según su opinión paternalista, complementario. ¿Cuál era este rol? Ser madre. Marañón elevaba la maternidad como categoría refulgente de la feminidad y de la especie, pues “el matrimonio no se instituyó para satisfacción de los cónyuges, sino para crear hijos”. Marañón dixit. De ahí que, en cuanto al trabajo asalariado de la mujer, Marañón solo lo aceptaba en casos excepcionales.

EL SIGLO MEDICO. 10.3.1920. BIOLOGIA. MARAÑON

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Leyendo su opúsculo, Biología y Feminismo, Marañón consideraba a la mujer como ser biológicamente inferior al hombre y, por tanto, su raciocinio y su capacidad de pensar eran correlativamente inferiores al del macho. Una idea que no era original de Marañón. Se venía mamando desde finales del siglo XIX y principios del XX, de un misógino de primera calidad, Moebius y su libro La inferioridad mental de la mujer.

moebiusMarañón no era tonto y así, ante la constatación de la existencia de mujeres que, a lo largo de la historia, manifestaron una talla intelectual, no solo al mismo nivel que el hombre, sino de forma superior, les negará, sin embargo, cualquier capacidad para ser originales y, por tanto, negadas para la invención: “Tenemos que reconocer que al talento femenino, en general, aunque alcance límites avanzados de claridad y penetración, le falta originalidad. Por eso en la ciencia las mujeres son buenas técnicas, pero no inventoras; y en el arte, buenas ejecutantes, intérpretes y copistas, pero no suelen innovar nada”.

¿Y de dónde surgía esta limitación? ¿Acaso tenía la culpa la eterna reclusión de la mujer a las labores caseras que le han impedido desarrollar su capacidad craneal? La respuesta tendría que ser que sí, que ese era el origen de su inferioridad creativa e inventiva, y su poco desarrollada masa encefálica. Pero no. La culpa la encontrará el ilustre doctor en el sexo femenino. Lo dirá de este modo: “Lo que en la mujer se opone al predominio de las funciones intelectuales no es una inferioridad -funcional o anatómica- de su sistema nervioso -en la cual yo no creo-, es simplemente su sexo, que indefectiblemente marca y marcará siempre otros rumbos a sus actividades".

Y es que, según el insigne Marañón, paladín de la emancipación femenina: “Las más inteligentes, precisamente por serlo, si son mujeres normales, no aceptarán esa dispensa, no cambiarán por todo el rendimiento de gloria que da el ejercicio social del intelecto, la pura y escondida alegría de ser madres por entero, sin restar un segundo al vulgar pero inefable "cuidado de la prole".

Y, ahora, sí, agárrense por donde puedan. Dice el doctor que, si ha habido mujeres famosas que han sobresalido en el mismo terreno que lo han hecho los hombres, eso se ha debido a que “han tenido en sus rasgos físicos, en su sensibilidad, en su mentalidad tonos marcadamente masculinos”.

A continuación, de modo un tanto incomprensible, Marañón reconocerá que ha habido mujeres sobresalientes capaces de hacer compatible su maternidad con su ingenio parejo al de los hombres. Y, como muestra general, un botón: “Doña Concepción Arenal, que junto con el corazón más femenino de su tiempo, poseía un cerebro enteramente varonil, vistiendo a veces la indumentaria de nuestro sexo, y adoptando tocados y actitudes, dentro de su nobleza, muy de hombre, como puede verse en los retratos que de ella se conservan. Un poco de verdad hay, pues, en el concepto de Moebius, cuando afirma que “la mujer científica o artista es un producto de degeneración”.

Al final de su argumentación, el Doctor Marañón dará jaque mate a la emancipación femenina con este último movimiento de su alfil, remate final que lo sacará del enrocamiento o empanada mental en la que se había metido: “La mujer normal, por consiguiente, en nuestros tiempos, como en los antiguos, tiene y tendrá́ siempre, como misión fundamental, el ejercicio de las funciones sexuales primarias que constituyen la maternidad. Las leyes biológicas son invariables; están por encima de toda discusión literaria y filosófica; y estas leyes marcan, con inequívoca certeza, la verdad que acabamos de enunciar”. Amén Jesús.

Las leyes biológicas, falsas, en las que creía Marañón, y a las que otorgaba un carácter evolutivo inapelable, permitían, por supuesto, que, caso de que una mujer se las saltara a la torera y llegara a ser un genio, incluso siendo madre amantísima, dicha mujer sería en todo caso una mujer anormal. Admitir, aunque solo fuera como posibilidad, que la capacidad de pensar de la mujer era incompatible con la de tener al mismo tiempo una prole, no se la creía ni el obispo de la diócesis aunque este no dijera ni Pamplona, menos todavía si tal melonada la defendía todo un doctor llamado Marañón.

¿Quién, siendo mujer y madre, se atrevería a llamar al capítulo de la sensatez al doctor Marañón? Enfrentarse a su doctrina, basada nada más y nada menos que en la biología, ahí es nada, suponía ser considerada como una anormal.

Roberto Novoa, la indigencia mental femenina

El médico gallego Roberto Novoa Santos, una eminencia científica que estuvo a punto de obtener el premio Nobel de medicina por sus investigaciones en el campo de la diabetes, como así se le reconoce en su tierra.

16 de Abril 2010 Hotel Fira Palace XXI Congreso Nacional SED. Precursor del tratamiento de la Diabetes con incretinas.

En su época de juventud, Novoa afirmaba: "No puedo concebir la belleza femenina sino como un fruto del pobre árbol de su espíritu; los elementos estéticos de la mujer asientan precisamente sobre la indigencia de su alma, y su tono de voz, su cabellera larga y espesa, la suculencia de sus pechos, el amor profundo, la fecundidad… no puedo comprender los desatados y sin relación con su inteligencia casi estéril" (La indigencia espiritual del sexo femenino. Las pruebas anatómicas, fisiológicas y psicológicas de la pobreza mental de la mujer. Su explicación biológica, editado en 1908).

indigenciaNovoa Santos defendió la eutanasia y otras causas nobles, pero eso no le impidió afirmar que “anatómicamente y psicológicamente, el cerebro de la hembra humana está, en general, entre el de las bestias y el del macho”.

Más refinado Marañón, pero en el fondo tan machista como Novoa y moviéndose en el mismo análisis biológico pseudo-científico, afirmaba: “Otras varias razones, ya más conocidas, hablan también en apoyo de la tesis de que las actividades que exigen un esfuerzo intelectual original son extrañas a la psicología normal del sexo femenino. Es una de ellas el escaso número de mujeres que han sobresalido en el mundo intelectual”.

El doctor Novoa lo explicaba apelando su composición biológica: “A la conformación del cráneo de la mujer, el menor desarrollo de la laringe y la agudeza y el timbre de la voz; la ausencia de pelo en labio y barba; la exagerada labilidad del sistema nervioso; el mayor número de palpitaciones del corazón y la mayor frecuencia de movimientos respiratorios; el predominio de las funciones viscerales y vegetativas, no son sino rasgos infantiles” (Novoa, La mujer. Nuestro sexto sentido y otros esbozos, 1929). ¿De un ser infantil?

novoa.mujerEl dogma de la inferioridad mental de la mujer venía de lejos, desde luego, pero no sería Marañón quien lo hiciera añicos, sino, todo lo contrario. Tampoco Novoa, claro.

En cuanto a este, recordemos que, siendo diputado en las Cortes Constituyentes de la II República, como representante de la Federación Republicana Gallega por La Coruña, en el debate acerca del sufragio femenino, argumentó su juicio contrario a tal derecho basándose en razones biológicas, afines a la inferioridad mental del sexo femenino.

Su discurso se puede leer al completo en el Diario de las Sesiones de las Cortes Constituyentes. 

NOVOA DISCURSO 1931

DISCURSO 2Ahí ratificará su papel como enemigo del voto femenino:

“¿Por qué hemos de conceder a la mujer los mismos títulos y derechos políticos que al hombre? ¿Son acaso organismos igualmente capacitados? Los sexos no son desiguales sino diversos simplemente (...). El histerismo no es una enfermedad, es la propia estructura de la mujer, la mujer es eso: histerismo”.

Desde sus convicciones biológicas, Novoa sostuvo que la mujer es todo pasión, todo emoción, todo sensibilidad; no es, en cambio, espíritu crítico ni ponderación. Por mi parte creo podría concederse en el régimen electoral que la mujer fuese siempre elegible por los hombres, pero nunca electora”.

Según la versión de los periódicos sostuvo que “de concederle el voto a las mujeres sería seguramente una reversión  y un salto atrás; se dejan llevar siempre de la emoción de todo lo que habla a sus sentimientos; pero en poca escala, o en una mínima escala de la verdadera reflexión (…); “el histerismo no es una enfermedad; es la propia estructura de la mujer. La mujer es eso: histerismo” (Heraldo de Madrid, 3.9.1931; El Imparcial, ídem).

Más tarde añadió:

“Sumergirse en el nuevo régimen electoral sería exponer a los hombres a ser gobernados por un régimen matriarcal, tras del cual habría de estar siempre expectante la Iglesia católica española. Esto tendería a convertirse quizá en un Estado conservador o teocrático. Es posible o es seguro que hoy la mujer española, lo mismo la mujer campesina que la mujer urbana, está bajo la presión de las instituciones religiosas”. ¿Cuál sería el destino de la República si en un futuro próximo, muy próximo, hubiésemos de conceder el voto a las mujeres?".

Como conclusión y en relación con este asunto, planteará: “Se me puede argüir que en las naciones del centro y del norte de Europa, en donde se ha concedido el voto a la mujer, no se ha modificado el régimen político (…). Nadie sabe lo que va a ocurrir si antes no se lleva a cabo. Habríamos de hacer el experimento y luego veríamos el resultado y si la experiencia daba la razón a los que creemos que la mujer solamente debe ser elegible y no electora, ¿qué pasaría entonces? ¿Haríamos una rectificación de conducta? ¿Daríamos en el camino una vuelta atrás, o bien nos sumergiríamos en el nuevo régimen electoral, expuestos los hombres a ser gobernador en un nuevo régimen matriarcal, tras del cual habría de estar siempre expectante la Iglesia católica española?”

Completemos el cuadro diciendo que “el primero en felicitar al ilustre catedrático fue el Sr. Unamuno que, por sentarse a su lado, pudo seguir muy bien y apreciar el valor de la oración parlamentaria” y que “la intervención de Novoa “fue acogida con nutridísimos aplausos por parte de los diputados presentes en el Parlamento ese día”.

El 1 de octubre de 1931, el diputado Novoa fue testigo de la aprobación del derecho al voto de las mujeres en España. (El Sol, 3.9.1931). La prensa no recogió ninguna declaración del doctor gallego, que, como muchos médicos liberales, pensaba que la inferioridad mental era un hecho científico. El joven Novoa, en su libro La indigencia espiritual del sexo femenino, ya había recogido como suyas las palabras de Moebius: “la pobreza mental de la hembra debe mirarse no sólo como un hecho real, sino como un hecho necesario”, porque “la difusión de la cultura está en relación con el decrecimiento de la fecundidad” y “la mujer culta, erudita, alimenta su cerebro, pero desnutriendo sus ovarios”.

Tiene su particular ironía el hecho de que Novoa tiempos atrás hubiese dictado en la Casa del Pueblo de Madrid una conferencia con el tema “Derechas e izquierdas en biología”. Ni que decir tiene que se presentó como un biólogo de izquierdas, y no mentía. Cuando un grupo de académicos de izquierdas quiso “llevarlo a la Academia Nacional de Medicina, fueron derrotados por opositores al régimen republicano”.

El periódico Luz, tras su muerte, se lamentaba de que “no figurase en dicha Academia, dados sus méritos y su fecunda mentalidad” (Luz, 11.12.1933). Méritos y facundia que su amigo Marañón reconoció una y otra vez.

roberto novoa santosSegún sus biógrafos, al terminar la guerra, y aunque llevaba ya siete años muerto, el régimen fascista no tuvo escrúpulo en depurarlo post mortem. Le incautaron todos sus bienes, incluida su escuela médica de Madrid. Los médicos que en ella colaboraban con Novoa fueron depurados por el Colegio Médico. Unos marcharon al exilio, otros encarcelados y algunos fusilados.

Si el franquismo arrasó con su memoria y su legado, no lo fue porque Novoa se opusiera al voto femenino. Si fuese por esa razón, el franquismo en pleno debería haberse hecho el harakiri en pleno. Y sus opiniones biológicas como base de la inferioridad mental de la mujer nunca llevaron a nadie a cometer crimen alguno. Por el contrario, las ideas del gen comunista de Vallejo Nájera produjo miles de crímenes. Las derechas deberían reparar en esa distinción cuando entran a saco contra el médico gallego para descalificarlo como tal.

La "ciencia" contra el sufragio femenino