El Gran Dictador es una película de 1940 con guión, dirección y actuación de Charles Chaplin. Chaplin era el único cineasta en Hollywood que en aquellos años seguía realizando películas mudas cuando el sonido ya estaba plenamente implantado en el cine. Esta fue su primera película sonora.
La obra es una durísima condena del nazismo, del fascismo, del antisemitismo y de las dictaduras en general.
Cuando se estrenó la película, los Estados Unidos todavía no habían entrado en guerra con la Alemania nazi. Chaplin desempeña los dos papeles principales: el de un despiadado dictador nazi y el de un barbero judío perseguido.
El gran dictador fue popular entre el público, y fue la película de mayor éxito comercial de Chaplin.Los críticos modernos también la han elogiado como una película históricamente significativa y como una importante obra de sátira. También se ha señalado que el barbero judío guarda muchas similitudes con el personaje más famoso de Chaplin: el vagabundo Charlot. Aunque no se específica si se trata de él o no, generalmente se considera que esta película es la última de Charlot. El largometraje fue propuesto para cinco premios en la 13.ª edición de los Óscar, pero no consiguió ninguno.
En su autobiografía de 1964, Chaplin declaró que no podría haber hecho la película si hubiera sido consciente de la magnitud de los horrores de los campos de concentración nazis en ese momento.
Durante una batalla que tuvo lugar en los últimos meses de la Primera Guerra Mundial, un soldado judío del ejército de la nación de Tomania y barbero de profesión (Chaplin) salva la vida del oficial Schultz (Reginald Gardiner) ayudándolo a escapar en su avión, pero sufren un accidente y el avión se estrella. Ambos sobreviven, pero el soldado pierde la memoria. En ese momento, llegan unos médicos que anuncian a Schultz que la guerra ha terminado y Tomania ha perdido.
Veinte años después, y todavía amnésico, el soldado escapa del hospital en el que ha permanecido todo ese tiempo y regresa a su ciudad, donde abre de nuevo su antigua barbería ubicada en el gueto, ignorando que los tiempos han cambiado. El país es gobernado por el despiadado dictador Adenoid Hynkel (Chaplin), asistido por el Ministro del Interior Garbitsch (Henry Daniell) y el Ministro de la Guerra Herring (Billy Gilbert). Se hace una brutal discriminación de los judíos y se planea en secreto exterminar a la gente de pelo negro. El símbolo del régimen de Hynkel es la «doble cruz» (paródica de la esvástica nazi), y Hynkel pronuncia sus discursos en un idioma macarrónico, imitación del alemán.
El barbero, inconsciente del ascenso de Hynkel al poder, se sorprende cuando las fuerzas de asalto pintan la palabra «judío» en las ventanas de su local. Una de los habitantes del gueto, la bella Hannah (Paulette Goddard), defiende al barbero cuando es acosado por los miembros de las fuerzas de seguridad. Ambos se enamoran, y deben sufrir los atropellos de la dictadura, aunque Schultz, que ahora ocupa un alto cargo en el gobierno de Hynkel, reconoce al barbero y ordena a las tropas que no molesten a los habitantes del gueto. Además, Hynkel ordena el cese de la persecución mientras intenta conseguir un préstamo de un banquero judío para financiar sus planes de dominación global.
Hynkel tiene planeado invadir Austerlich, el país vecino, y necesita el préstamo para financiar la invasión. Cuando el banquero se niega a dar el préstamo, Hynkel reanuda e intensifica la violencia contra los judíos. Schultz, protector de ellos, muestra su rechazo al pogrom, y Hynkel, considerándolo un traidor y un defensor de la democracia, lo manda a un campo de concentración. Schultz huye y se oculta en el gueto. Allí, con la ayuda del barbero, Hannah y los demás habitantes del gueto, busca cómo derrocar a Hynkel y su régimen. Las fuerzas de asalto toman el gueto, y el barbero y Schultz son enviados al campo de concentración.
Hynkel continúa con sus planes de invadir Austerlich, pero la intromisión de Benzino Napaloni (Jack Oakie), el dictador de Bacteria, lo obliga a invitarlo a hacerle una visita y ser diplomático con él, pero todo desemboca en una ridícula guerra de comida y pasteles entre los dos dictadores. Mientras, Hannah y los habitantes del gueto huyen a Austerlich, pero al poco se inicia la invasión desde Tomania y se encuentran de nuevo viviendo con el régimen de Hynkel.
Escena del discurso final.
El barbero y Schultz escapan del campo disfrazados con uniformes de Tomania. Los guardias fronterizos confunden al barbero con Hynkel, a quien se parece mucho. Mientras, Hynkel es confundido con el barbero y detenido por error por sus propias tropas.
El barbero, confundido con Hynkel, es conducido a la capital de Austerlich para dar un discurso sobre el inicio de la conquista del mundo. Garbitsch, al presentar a «Hynkel» a la multitud, decreta la anexión de Austerlich por parte de Tomania, la anulación de la libertad de expresión y el sometimiento de los judíos. Sin embargo, el barbero hace un discurso conmovedor, en contra de las políticas antisemitas de Hynkel y declarando que Tomania y Austerlich se convertirán en naciones libres y democráticas. También hace una llamada a la humanidad en general instando a acabar con las dictaduras y a emplear la ciencia y el progreso para hacer un mundo mejor.
Hannah, en su casa, arrasada de nuevo por los invasores, oye el discurso del barbero en la radio, y se asombra cuando «Hynkel» se refiere directamente a ella:
Hannah: ¿puedes oírme? Donde quiera que estés, ¡mira a lo alto, Hannah! ¡Las nubes se alejan, el sol está apareciendo, vamos saliendo de las tinieblas a la luz, caminamos hacia un mundo nuevo, un mundo de bondad, en el que los hombres se elevarán por encima del odio, de la ambición, de la brutalidad! ¡Mira a lo alto, Hannah, al alma del hombre le han sido dadas alas y al fin está empezando a volar, está volando hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza, hacia el futuro, un glorioso futuro, que nos pertenece a ti, a mí, a todos! ¡Mira a lo alto, Hannah, mira a lo alto!. Hannah dirige la mirada al cielo con esperanza, y sobre su rostro se cierra la pantalla.
Producción
El discurso de Hynkel al comienzo de la película, pronunciado en un lenguaje sin sentido que suena a alemán, es una caricatura del estilo oratorio de Hitler, que Chaplin también estudió cuidadosamente viendo secuencias de noticias.
Chaplin quería hacer frente a la escalada de la violencia y la represión de los judíos por parte de los nazis a finales de los años 30. Supo del alcance de los hechos por sus amigos judíos europeos y por sus compañeros artistas. La naturaleza represiva del Tercer Reich y las tendencias militaristas eran bien conocidas en ese momento. La película de Ernst Lubitsch de 1942 Ser o no ser de tema similar, presentaba el personaje de un actor que se hacía pasar por Hitler. Chaplin dijo más tarde que él no habría hecho El gran dictador de haber conocido la magnitud de los crímenes de los nazis.
En el período de ascenso de Hitler y su partido nazi, Chaplin se estaba haciendo popular en el ámbito mundial. Fue acosado por la afición en un viaje de 1931 a Berlín, lo que molestó a los nazis. Resentidos por su estilo de comedia, publicaron en 1934 un libro titulado Juden Sehen Dich An (Los judíos te están viendo), en el que describían al comediante británico como «un repugnante acróbata judío» (aunque Chaplin no era judío). Ivor Montagu, amigo cercano de Chaplin, decía que había enviado al cómico una copia del libro y que siempre había creído que Chaplin se vengó haciendo El gran dictador.
En los años 30, a menudo se representaba a Hitler y a Chaplin con bigotes similares, y lo hacían dibujantes y actores. Chaplin aprovechó ese parecido para darle un respiro a su personaje de vagabundo.
Charles Chaplin Jr., en My Father, Charlie Chaplin (Mi padre: Charlie Chaplin), describió a su progenitor como un ser perseguido por las similitudes entre él y Hitler; nacieron ambos en abril de 1889 (Chaplin, cuatro días antes que Hitler), y, en su origen, ambos eran de clase humilde.
Chaplin preparó la historia a lo largo de 1938 y 1939, y comenzó a rodar en septiembre de ese último año, una semana después de estallar la Segunda Guerra Mundial. Terminó de rodar casi seis meses después. El documental televisivo del 2002 sobre la realización de la película, The Tramp and the Dictator, coproducido internacionalmente por 4 compañías (entre ellas, la BBC, Turner Classic Movies, y la Spiegel TV),27 presentó imágenes tomadas por el hermano de Chaplin, Sydney, de la producción de El gran dictador. Se veían los intentos iniciales de Chaplin de rodar el final de la película, antes de la caída de Francia.
Según The Tramp and the Dictator, Chaplin arregló enviar la película a Hitler, y un testigo presencial confirmó que él la vio. El arquitecto y amigo de Hitler Albert Speer negó que el dictador la hubiera visto. La respuesta de Hitler a la película nunca fue registrada, pero otra fuente afirma que vio la película dos veces.
Algunas de las señales en los escaparates del gueto de la película están escritas en esperanto, lengua que Hitler condenó como un complot judío para internacionalizar y destruir la cultura alemana, tal vez porque su fundador, L. L. Zamenhof, era judío polaco.
El gran dictador fue bien recibida en los Estados Unidos en el momento de su estreno, y tuvo éxito entre el público estadounidense. También triunfó en el Reino Unido, donde atrajo a 9 millones de espectadores a las salas de cine, aun cuando Chaplin temiese de antemano que la audiencia del tiempo de guerra no quisiera una comedia sobre un dictador. Fue la segunda película de más éxito en los Estados Unidos en 1941.
En España no fue estrenada hasta 1976 después de la muerte del dictador Francisco Franco
La película El gran dictador fue prohibida en varios países latinoamericanos en los que había movimientos activos de simpatizantes nazis.Mientras se hacía la película, el gobierno británico había anunciado que prohibiría su proyección en el Reino Unido, conforme a su política de apaciguamiento con respecto a la Alemania nazi.
Pero para cuando fue estrenada, el Reino Unido estaba en guerra con Alemania, por lo que fue acogida en buena parte por su obvio valor de propaganda. En 1941, el Prince of Wales Theatre de Londres ofreció su estreno en el Reino Unido. La película había sido prohibida en muchas partes de Europa, y, al parecer, el propietario de la sala, Alfred Esdaile, fue multado por su proyección.
No hay consenso entre los críticos sobre la relación entre el personaje anterior de Chaplin, Charlot, y el barbero judío de la película, pero la tendencia es a ver al barbero como una variación de él. Truffaut señalaría más tarde que, al comienzo de la producción, Chaplin dijo que no interpretaría a Charlot en una película sonora, y que consideraba al barbero como un personaje completamente diferente. Turner Classic Movies dice que, años más tarde, Chaplin reconocería una conexión entre Charlot y el barbero.
"No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas […]». Con este discurso terminaba Charles Chaplin El Gran Dictador.
Su estreno coincidió prácticamente con la invasión de Polonia y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. La idea de rodar El gran dictador le vino cuando vio el documental El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, un panegírico del movimiento nazi que se estrenó en todo el mundo en 1935, cuando el dictador llevaba ya dos años como canciller de Alemania. Retrataba la estética del Partido Nacionalsocialista con un detalle aterrador, y mostraba sin recato las maneras, voces y gestos de Hitler en sus mítines excesivos.
El gran dictador empezó a rodarse en 1939, contra viento y marea. No contó con el apoyo de Hollywood, para el que el mercado alemán era muy importante. Reino Unido, por su parte, seguía retorciendo la diplomacia en su relación con el régimen de Hitler, y occidente centraba sus temores en la Unión Soviética dejando Alemania a su espalda. El genocidio judío ya había comenzado años antes, pero el mundo miraba hacia otro lado.
El final de la película iba a ser otro: cuando el barbero sube al pedestal confundido con el dictador, ante su enfervorizada audiencia, anuncia que no irán a la guerra. El día del rodaje, con cientos de extras, la crudeza del régimen de Hitler ya era patente, y Chaplin estaba arrepentido de haberle dado un tratamiento frívolo y humorístico (aunque no era así en absoluto). Poco antes del «cámara, acción», se encerró en su caravana y escribió un discurso apresurado, visceral, en el que sacaba toda la congoja que llevaba dentro. Y decidió abortar la escena final prevista, y cerrar la película como Chaplin, no como el pánfilo barbero, declamando esas palabras que no solo se han vuelto universales; también son atemporales.
DISCURSO COMPLETO
«Pero… yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas.
Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.
Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano. El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.
Soldados:
No os entreguéis a ésos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir. Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina. Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.
Soldados:
No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: «El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres…» Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura.
En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.
Soldados: en nombre de la democracia, debemos unirnos todos».