viernes. 29.03.2024
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Blanca Riestra © Karina Beltrán para Lecturas Sumergidas

lecturassumergidas.com |  @lecturass | “Pregúntale al Bosque”, de Blanca Riestra, es un libro pequeño en número de páginas, poco más de 150, pero está cargado de tantas sugerencias, de tantos cajones por abrir, que para nada considero que sea desproporcionado decir que su distancia, su efecto, el peso de sus párrafos, pueden incrementarse considerablemente, multiplicarse por dos, por tres, por cien, por mil, hasta un millón y muchísimo más, dependiendo de los lectores que se acerquen a él y le vayan añadiendo sus propias interpretaciones y experiencias. Pese a ser muy íntimo, muy personal, muy biográfico, “Pregúntale al Bosque” es una especie de libro plastilina, que cada cual puede modelar según sus gustos y vivencias. Un libro cómplice en el que reconocer las huellas de una historia colectiva, la de los adolescentes y jóvenes de la Transición que andaron por las calles de los descubrimientos “cuando este país era una fiesta”, según dice la autora.

Pese a ser su apariencia delicada, tras esa bella portada de cuento, en la que las huellas se marcan en un enigmático paisaje nevado, se desliza una narración envolvente, una confesión, “una argumentación” nada amable sobre el hecho de crecer, de convertirse en adulto. Publicada por Pre-Textos, esta novela con la que Riestra (A Coruña, 1970) se alzó con el Premio Ciudad de Barbastro en su última edición, es una obra poco convencional que en ocasiones parece partir de las páginas de un diario. Una entrega poética, suave y abrupta a la vez, indagadora y valiente por el modo en que se enfrenta a lo vivido, por la manera en la que desmonta determinados discursos sobre la feminidad, incluído el de la obligación o necesidad de las mujeres de convertirse en madres.

- ¿Te resultó duro enfrentarte a tus propios recuerdos y contradicciones? ¿Te sientes reflejada, eres tú la adolescente que avanza en esta novela, o, simplemente reconoces en ella, gracias al efecto mágico de la escritura, a un personaje de ficción?

- Siempre he estado en contra de la literatura de base biográfica. Pero, como decíamos antes, hay momentos en los que resulta necesario. En este caso me planteé que ya era hora de trabajar con la verdad, de dejar de lado esas historias más o menos alegóricas que recreamos los escritores y que no tocan aquello que de verdad nos importa. Sentí pudor a la hora de la publicación, me pareció que estaba jugando con material inflamable y tuve ganas de echarme para atrás, de parar. Pero al mismo tiempo pensé: “total, pero si nadie lee, para qué me preocupo”. Esa idea me hizo pasar el trago, ver lo escrito como algo muy alejado de mí. ¿Hasta qué punto la memoria es tramposa? Esta novela parte de una visión del mundo que es la mía, pero al final todo es ficción. Todos nos contamos un cuento para explicarnos y en este caso, para contar este cuento que es el mío, recurrí a una dureza tamizada. Tal vez porque la verdad desnuda resulta insoportable.

- El aborto es uno de los temas importantes de la novela, el aborto desde el punto de vista de una mujer que no desea ser madre aún porque no entra en sus planes, porque no es el momento adecuado, porque no quiere ceder a los imperativos de la sociedad.

- El aborto es uno de los temas importantes, sí. No puede ser de otro modo cuando se aborda la condición femenina. Durante demasiado tiempo a las mujeres se nos ha impuesto una imagen absolutamente idealizada del hecho de ser madres que no se corresponde con la realidad. No todo es tan estupendo como se refleja en la publicidad, en las revistas del corazón. Se trata de algo mucho más complejo, conflictivo y ambivalente para la mujer. Ser madre puede ser magnífico cuando realmente se dan las condiciones para ello, pero también puede ser el origen de otros problemas desde el punto de vista económico, social, laboral. No es obligatorio tener hijos, no es nuestra obligación. Ahora mismo el debate se centra en la reforma de la ley del aborto de Alberto Ruiz Gallardón, en las modificaciones que introduce. Es algo terrible, que hay que parar del modo que sea, pero hay que ir más alla. Hay que hablar de todas estas cuestiones esenciales que tienen que ver con la situación de supeditación en la que todavía nos hallamos. A las mujeres nos corresponde cuidar a los hijos y también a nuestros mayores cuando enferman. Resultamos útiles como cuidadoras, como suministradoras de servicios a la otra parte de la población

- Pese a los avances alcanzados, a los logros de los movimientos feministas, sigue existiendo una evidente discriminación.

- En efecto. Los hombres siguen ganando mucho más, siguen ocupando más puestos de responsabilidad, siguen dominando las instituciones, mientras una gran parte de las mujeres, arrastrada por la inercia, continúa adoptando los roles femeninos impuestos. El discurso sigue siendo masculino y en la literatura en concreto resulta muy castrador. No vamos a ponernos a hacer análisis de porcentajes, pero resulta escandalosa la escasez de casos de reconocimiento a mujeres escritoras, creadoras. Y, por otra parte, sigue siendo algo sospechoso que una mujer ascienda en un ámbito determinado. Cuando lo hace tiene que demostrar que se merece el puesto, tiene que trabajar el doble. Desmontar todo eso es muy complicado. La desigualdad, de un modo u otro, nos acaba tocando y yo he empezado a ser especialmente consciente de ello desde el nacimiento de mi hija. Afortunadamente ahora está surgiendo un feminismo más combativo, representado por Femen, un feminismo que rompe con esa idea del movimiento como algo trasnochado, cursi, estancando en la década de los 60...

Lee la entrevista completa en la Revista Literaria&Cultural...



Blanca Riestra: “Hoy el discurso sigue siendo masculino”