viernes. 26.04.2024
Paso de peatones
Paso de peatones

La palabra prudencia etimológicamente proviene del latín prudentia, que es una cualidad que consiste en actuar o hablar con cuidado, de forma justa y adecuada, con cautela, con moderación, con previsión y reflexión, con sensatez y con precaución para evitar posibles daños, dificultades, males e inconvenientes. El DRAE habla de la prudencia, en su segunda acepción, como sensatez, buen juicio.

La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales de la Iglesia Católica junto a la templanza, fortaleza y justicia. Para esta institución, es la virtud que lidera o conduce a todas las virtudes. En el Nuevo Testamento la prudencia se describe en términos de comportamiento adecuado a la razón, de observancia de la voluntad de Dios, de discernimiento.

Aristóteles define la prudencia como "aquella disposición que le permite al hombre discurrir bien respecto de lo que es bueno y conveniente para él mismo”. En la Ética a Nicómaco, este autor habla de la frónesis  (del griego:Φρόνησις, phronēsis),es la virtud del pensamiento moral, normalmente traducida como “sabiduría práctica”, a veces también como “prudencia”. Es más específicamente una forma de sabiduría relevante a las cosas prácticas, requiriendo una habilidad para discernir cómo o por qué actuar de forma virtuosa y fomentar la virtud en la práctica y la excelencia del carácter. Frónesis era un tópico común de discusión en la antigua filosofía griega.

Para Tomás de Aquino, “La prudencia es la virtud más necesaria para la vida humana”. Para este autor vivir bien consiste en obrar bien, pero para que uno obre bien no sólo se requiere la obra que se hace, sino también el modo de hacerla, esto es, que obre conforme a recta elección, y no por impulso o pasión.

Kant define la prudencia como la máxima de amor a sí mismo, que solamente aconseja, mientras que la ley moral, en cambio, manda. Para él, claramente, no es una virtud, ya que siempre termina asociada al “principio de amor propio”. El hombre prudente siempre se guía por la máxima de amor propio, en consecuencia, el hombre prudente es egoísta, porque busca su felicidad, no siguiendo la ley moral, sino que, por la prudencia, elige las máximas más adecuadas para alcanzar la felicidad. Mientras que la ley moral es objetiva, la máxima del amor propio es subjetiva y condiciona a la voluntad. Finalmente, para Kant, hay una gran diferencia entre aquello que se nos aconseja y aquello a lo que estamos obligados.

Para la psicóloga Patricia Ramírez, ser prudente supone guardar confidencialidad con la información de otras personas, con la tuya propia o tener cuidado de no lastimar a otros con comentarios que puedan ser hirientes. Ser prudente es estar en tu sitio con discreción. La prudencia está estrecha y directamente relacionada con la capacidad de valorar las consecuencias de nuestros actos y comentarios. La persona que consigue comportarse con prudencia realiza un análisis del impacto que puede tener lo que diga o lo que haga. Por el contrario, la persona imprudente no mide, no evalúa, no tiene en cuenta las consecuencias de lo que comparte.  La sociedad de hace treinta años facilitaba en mayor grado la prudencia. Al no existir redes sociales, compartías con menos gente la información. Las nuevas generaciones que se educan en este continuo escaparate terminan por no distinguir entre lo que es correcto compartir y lo que no lo es.

Desde la óptica pedagógica podríamos preguntarnos ¿Cómo se comporta una persona prudente?: No participa de las críticas. Ni opina sobre terceras personas que no están presentes ni se queda a escuchar lo que otros critican. Con un simple “lo siento, es que me siento incómodo hablando de otras personas” es suficiente para salirse de una conversación tóxica e imprudente. Observa antes de hablar: Hay personas que, sin observar, hablan. Sobre religión, temas sociales, políticos, futbolísticos. Y hablan dictando sentencia, sin mirar en qué contexto están y con qué personas. Hay personas que despellejan a alguien por llevar velo, por divorciarse o porque sus hijos no van a hacer la comunión. Juzgan sin conocer qué opiniones tienen la gente que hay alrededor, pudiendo así herir la sensibilidad de otros. No habla de forma dicotómica: Expresa su opinión y está abierto a la opinión de los demás, No juzga si lo suyo es bueno o malo, lo toma solo como una postura más. No cuenta un secreto de otra persona: Por mucho que crea que se encuentra en un foro seguro, en el que su amigo no le va a traicionar contando el secreto a otra persona, nunca comparte un secreto. Porque en el momento en el que lo hace, ya está traicionando a quien confió en él. No habla a voces, no se mueve como un molino de viento ni se comporta de forma histriónica: Habla con un volumen conversacional, gesticula con serenidad, se relaciona con educación, sin exceso de llamar la atención. Pide permiso, implícita o explícitamente antes de dar un consejo personal a alguien: No todo el mundo desea que le abran los ojos, les guíen por el camino o les den soluciones a sus problemas. Es mejor preguntar antes de proponer algo que el otro no ha pedido. “¿Querrías saber qué haría yo en esta situación?”, “¿quieres que te diga lo que opino?”. No acapara la conversación: Permite que otros participen, sabe escuchar o pide el turno para hablar. A nivel de redes sociales no comparte fotos, comentarios o historias que no son suyas sin pedir permiso. Las redes sociales no es un lugar en el que todo el mundo se sienta cómodo. Así que antes de compartir algo de otra persona se debe preguntar a la persona si te da permiso.

Walter Riso en su libro, “Sabiduría emocional”, aborda un capítulo con este título: “Cuando la prudencia es un problema”. Comenta en este capítulo, como llevado al extremo, hay personas tan prudentes que no respiran, y otras tan sumisas que piden permiso para hacerlo. Otros, se vanaglorian de poseer el valor de la discreción en grado superlativo, y hacen o dicen lo que los demás esperan. A pesar de estos extremos, insiste Riso en que la prudencia es un valor/virtud admirada en todas las culturas y necesario para la convivencia y la estabilidad psicológica de los sujetos.

Por último, compartir esta reflexión de nuestro clásico Baltasar Gracián:” es cordura provechosa ahorrarse disgustos. La prudencia evita muchos”.

Aspectos cuasiexistenciales de la prudencia