UN ARTÍCULO DE JESÚS ANTA ROCA

Microhistorias de Valladolid: cincuenta años del movimiento vecinal

Barrio de las Delicias en Valladolid.

JESÚS ANTA ROCA | En los tres últimos años, las asociaciones vecinales de Valladolid más antiguas han cumplido cincuenta años: la del barrio de la Rondilla en 1970 registró sus estatutos, y la siguieron las de los barrios de Belén (1971), y las de Pilarica y el populoso barrio de las Delicias, ambas del año 1972.

Estas asociaciones fueron las primeras en el preludio de la Democracia, más el movimiento vecinal ya da muestras de vida en las primeras décadas del siglo XX, aunque con diferente enfoque, como más tarde veremos.

Los barrios citados nacieron o crecieron con importantes carencias en un contexto de vertiginoso crecimiento del parque de viviendas y una brutal especulación del suelo. Unos u otros barrios adolecían de deficiente o inexistente asfaltado, sin escuelas ni instalaciones deportivas, no tenían plazas ni jardines, sin agua corriente, etc.

Y, sobre todo, sin cauces formales de relación con el Ayuntamiento. Esta relación se iba haciendo a trompicones. Por ejemplo, una delegación de vecinos del barrio Belén, advirtió al alcalde que si no comenzaban las obras de alcantarillado, boicotearían las actividades de las Ferias de septiembre previstas para aquella barriada. Al día siguiente ya estaban comenzando las obras. Y así casi todo.

Protesta por la carestía de la vivienda. Año 1975. Foto del Archivo Municipal de Valladolid (AMVA).

Mas, las asociaciones vecinales no se limitaron solo al estricto ámbito de su barrio, sino que participaron también en reivindicaciones de carácter más político: protestas por la implantación de la pruebas de acceso a la Universidad; firmaron un manifiesto junto a partidos y sindicatos exigiendo la readmisión de trabajares y sindicalistas despedidos o sancionados en empresas tales como FASA, MAGGI, INDAL, etc. y además, participaron en la recaudación de fondos para las cajas de resistencia de trabajadores en huelga.

Varias parroquias fueron fundamentales para impulsar y cobijar el movimiento vecinal. Algunos curas tenían un claro compromiso social, y contribuyeron a la concienciación de muchas personas, a la alfabetización y a incentivar el asociacionismo.

Asamblea vecinal en la iglesia Dulce Nombre de María, en las  Delicias, hacia 1975. AMVA.

Llama la atención cómo una de las primeras actividades que impulsaron algunas asociaciones fue la de creación de escuelas y aulas culturales. Esto se produjo por dos principales razones: una forma de socialización entre personas que hasta entonces no se conocían de nada –tengamos en cuenta que fueron barrios de acogida de emigrantes principalmente del campo-, y una forma de mejorar las condiciones de vida, pues los vecinos más concienciados consideraban que la formación y la cultura abrirían los ojos de las personas que en muchos casos aterrizaban por primera vez en un ámbito urbano.

Manifestación en el barrio de la Pilarica, 1976. AMVA

Hay que subrayar el papel fundamental que las mujeres tuvieron en aquellos años, pues aunque no tenían presencia en las juntas directivas de aquellas asociaciones, lo cierto es que aparecen de manera destacada en todas las manifestaciones y actividades reivindicativas en la calle.

Además, ejercieron el papel de crear lazos de relación social entre familias que de nada se conocían y provenientes de los más variopintos pueblos.

Mujeres cortando una calle en las Delicias, hartas de que los tanques de un cuartel circulen por el barrio. Año 1976. (AMVA)

Decía que el asociacionismo vecinal arranca a principios del siglo XX, aunque con otro enfoque. En 1920, se constituyó la Asociación de Vecinos de Valladolid, que puso su especial interés en el precio de la vivienda de alquiler, pues era el sistema habitacional más común sobre todo entre la clase obrera y artesanal.

Por eso, en ocasiones la prensa habla de esta asociación como Asociación de Inquilinos. También intervinieron para exigir soluciones a un deficiente abastecimiento y calidad del agua pues era un enorme problema en muchos barrios.

El agua, entonces, la gestionaba una empresa privada: la Sociedad Industrial Castellana (que daba el agua desde la depuradora del canal del Duero en San Isidro). Las quejas sobre la gestión del agua (en las que también participaba la Cámara de la Propiedad), tras un largo proceso de debate, terminaron por propiciar que el Ayuntamiento municipalizara el servicio de agua.

Mas, otros problemas que señalaban los vecinos eran que había que regar las calles en verano pues los carros levantaban mucho polvo, que la lluvia formaba incómodos barrizales, que no se regaban con regularidad los jardines, o el deficiente alumbrado público.

Con frecuencia también llama la atención entre las reivindicaciones vecinales para que se instalaran fuentes y lavaderos: la ciudad llegó a contar con una amplia red de lavaderos municipales.

Si damos un salto desde aquellos años a los del último franquismo, en la que nacieron las asociaciones actuales, podemos señalar que en 1967 se constituyó una Federación Provincial de Asociaciones Familiares que no pasó de tener una existencia testimonial y nada molesta para con el Ayuntamiento: por ejemplo se dedicaba a realizar actividades pías en Navidad o a formar parte del patronato del cuerpo de Serenos.

A caballo entre la década de 1960 y 1970 se produce una nueva actividad asociativa entre el vecindario al amparo de la ley de 28 de diciembre de 1964. Una ley que hacía depender de la Delegación Provincial del Movimiento a todas las Asociaciones de Cabezas de Familia.

La exposición de motivos de aquella ley seguía la doctrina falangista acerca de la familia. Fue una ley muy controvertida y discutida incluso en el núcleo del franquismo, pues ya había ministros que, sin cuestionar el franquismo, sin embargo no compartían el ideario falangista, e intuían que los dirigentes de la Falange trataban de iniciar un camino que les reforzara dentro del Régimen: primero, participar en la administración local y, una vez conseguido, llegar a la central.

El 3 de abril de 1979 se celebraron las primeras elecciones municipales en democracia, y a partir de aquí comienza la historia más reciente del movimiento vecinal en Valladolid.