martes. 23.04.2024
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La reducción del IVA a productos básicos como frutas y verduras, podría significar un descenso en la recaudación impositiva, pero podría verse compensado por el incremento del IVA a determinados alimentos de perfil nutricional claramente insano

La evidencia científica es incuestionable. La alimentación insana es ya la primera causa de enfermedad y pérdida de calidad de vida en el mundo, también en el Estado español. La alimentación nos está enfermando. Es lo que más nos enferma y cada vez nos enferma más. Esto es así porque los últimos 20 años nuestra dieta ha cambiado. El 70% de lo que comemos son alimentos procesados. Nuestra dieta ha cambiado y hoy en día consumimos un exceso de azúcares, grasas insalubres y sodio. Estos ingredientes críticos viajan a través de la alimentación procesada. En el Estado español se ha incrementado muy considerablemente el consumo de dichos ingredientes, a pesar de que la inmensa mayoría de la población sabe que hay que reducirlos. Esto no es debido a que de pronto todos los países al unísono nos hemos puesto de acuerdo en llevar una mala vida, se trata fundamentalmente del poder inmenso que la industria alimentaria ha ido ganando llegando a convertirse en un agente capaz de condicionar el sistema de producción, el consumo alimentario y las decisiones políticas.

Si nos fijamos en el Estado español, pueden atribuirse a la alimentación insana entre un 40-55% de las dolencias cardiovasculares, un 45% de las diabetes y entre un 30-40% de algunos cánceres como los de estómago y colon. Una estimación del impacto económico de las enfermedades asociadas a una dieta insana nos ayuda a poner sobre la mesa la magnitud del problema, en este son 20.000 millones de euros anuales, esto es el 20% del presupuesto en sanidad, y sigue creciendo. En palabras de la Directora de la OMS (Organización Mundial de la Salud) estas y otras enfermedades asociadas a la alimentación insana son las que van hacer saltar la banca.

Pero no nos engañemos, estás enfermedades no nos afectan a todos por igual, afecta fundamentalmente a las clases con menos renta. Esto es así porque la comida sana es cara, cada vez más cara lo que hace que amplias capas de la población de nuestro país no puedan acceder. El estudio “The rising cost of a healthy diet” analizó la evolución relativa de los precios entre dos grupos de alimentos: por un lado, aceites/grasas/azúcares y alimentos altamente procesados; y por el otro, frutas y verduras. Se realizó en Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, México y República de Corea. El resultado indicó que los precios de frutas y verduras han aumentado considerablemente desde 1990 (entre un 2% y un 3% al año en promedio, o un 55-91% entre 1990 y 2012). Al mismo tiempo, la mayoría de los alimentos procesados estudiados son más baratos ahora que en 1990. Se calcula entonces que un 45% de la población española no puede pagarse una dieta saludable. Ni siquiera estamos hablando de alimentación ecológica o local, cuyo precio medio está un 35% más cara que la convencional, si no simple y llanamente seguir las recomendaciones nutricionales básicas. Por tanto condenadas a enfermar de algo totalmente evitable.

Frente a esta realidad es evidente y urgente que necesitamos una política fiscal alimentaria que esté en coherencia con la política sanitaria, y que en resumida cuenta favorezca el acceso a la alimentación sana y grave los alimentos considerados perjudiciales.

Esto no es nada nuevo, el Plan de Acción Europeo sobre Alimentación y Nutrición 2015-2020 para la región europea de la OMS, contempla como línea de acción prioritaria la aplicación de políticas fiscales y de precios que influyan sobre la elección de los alimentos.

No tiene ningún sentido que en nuestro país tenga el mismo IVA una Coca-Cola, un Kit Kat o una manzana desde el punto de vista sanitario. El Reino Unido, por ejemplo, aplica un IVA del 0% a la mayoría de los alimentos, mientras que aperitivos salados, zumos de frutas, refrescos o golosinas están gravados con el 20%.

La reducción del IVA a productos básicos como frutas y verduras, podría significar un descenso en la recaudación impositiva, pero podría verse compensado por el incremento del IVA a determinados alimentos de perfil nutricional claramente insano.

Que la alimentación insana sea una epidemia silenciosa no quiere decir que no exista, ni que nuestros gobernantes no sean conscientes. Es urgente el establecimiento de medidas que rectifiquen el actual estado de la situación si no queremos condenar a las generaciones siguientes, solo por el interés de la gran industria alimentaria.

Necesitamos una política fiscal alimentaria