jueves. 28.03.2024
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@ebarcala | En la línea evolutiva de los dispositivos móviles, el relevo o complemento natural a los teléfonos inteligentes podrían ser las gafas, relojes y anillos conectados a la red. Estos “wearables” o “ponibles”, como recomienda escribir la Fundeu pese a lo raro que suene el neologismo, son la avanzadilla de la denominada “Internet de las cosas”.

La alta tasa de penetración de los móviles y los millones de aplicaciones diseñadas para ellos sugieren que el mercado está maduro para ampliar el radio de acción. Las Google Glass fueron pioneras en dotar de nuevos usos a los objetos que portamos en la vida cotidiana. Guías de viaje, obtener información adicional sobre una ubicación o recibir y enviar mensajes e imágenes, son algunas de las posibilidades que las gafas de realidad aumentada aportaron con su aparición en el mercado.

Conectados de los pies a la cabeza

Las pulseras y los smartwatches o relojes multifunción siguen esa estela y empiezan a ser comunes en algunos negocios verticales (como el de las aplicaciones para deportistas). Nos permiten, en conexión con el móvil o de forma autónoma, medir las distancias recorridas o las calorías quemadas tras distintas rutinas de ejercicio.

Hay “ponibles” especializados en tareas muy concretas, como detectar si los niños entran al agua mientras estamos descansando junto a la piscina, y otros que amplían o modifican el uso de dispositivos tradicionales permitiendo, por ejemplo, el control de reproductores de música. Existen en el mercado anillos que mediante códigos de color nos recuerdan tareas pendientes, nos avisan si se ha recibido correo o lanzan un destello determinado cuando tenemos nuevos mensajes en nuestros perfiles en las redes sociales.

Los soportes para estas prestaciones se multiplican: diademas, muñequeras, broches… Incluso la ropa que llevamos puesta es susceptible de ser conectada. Zapatos orientados por GPS que vibran cuando debemos modificar un rumbo preestablecido, tejidos fotovoltaicos capaces de recargar baterías y prendas con biosensores integrados para la toma de datos médicos con conexión vía WI-FI o Bluetooth son sólo algunos ejemplos.

Un mercado en alza

La consultora Deloitte afirma que la tecnología portátil de consumo alcanzará ventas por valor de 3.000 millones de dólares este año. Y las previsiones apuntan a que en 2018 se venderán más de 110 millones de estos dispositivos en todo el mundo, aunque es arriesgado pronosticar cuáles serán los productos que realmente se conviertan en algo más que una moda pasajera. En la actualidad, un 40 por ciento de estos aparatos acaba siendo olvidado en un cajón tras menos de seis meses de uso.

Lo efímero de muchas de las propuestas actuales y la falta de dispositivos estandarizados se suman a otros factores que podrían demorar su implantación, como el temor a perder privacidad, ya que muchos de ellos son capaces de recopilar información sensible sobre nuestras vidas. Pero, si sortean esos riesgos, fabricantes y desarrolladores de aplicaciones pueden haber encontrado en los “wearables” un nuevo y casi inagotable filón por explotar.

Wearables: internet para llevar