martes. 16.04.2024

Dos años después de su muerte, llega a las pantallas argentinas el documental Néstor Kirchner, la película, que a partir del jueves 22 se exhibirá en 120 salas de la capital argentina. Una distribución digna de las grandes películas de Hollywood: valga como comparación que la película que representará a Argentina en los Oscar, Infancia clandestina, fue estrenada en 30 salas de la capital y la exitosa Elefante Blanco, en 99.

Antes, los productores quisieron hacer un pre-estreno el sábado 17, con fecha y lugar con alta carga simbólica. La fecha recuerda el Día del Militante, cuando el peronismo rememora el primer regreso de Perón a la Argentina -17 de noviembre de 1972-, después 17 años de exilio. Y el lugar, el estadio Luna Park, fue donde se conocieron Perón y Evita, en 1944. Y donde dio uno de sus últimos discursos el propio Néstor Kirchner, dos días después de una operación en la carótida, con aspecto todavía muy frágil, semanas antes de su fallecimiento.

La película está dirigida por Paula de Luque, que el año pasado estrenó Juan y Eva, basada en la historia de Perón y Evita. Los productores son Fernando El Chino Navarro, diputado, dirigente del Movimiento Evita y uno de los más influyentes miembros del kirchnerismo, y el publicista Jorge Topo Devoto. Costó algo menos de un millón de dólares y contó con el aporte financiero de las loterías de las provincias de Buenos Aires y Chaco –gobernadas por peronista- de fondos del Partido Justicialista (peronista) de las provincias de Salta y Catamarca –también gobernadas por el oficialismo- y empresarios amigos de los Kirchner.

El documental recupera mucho material histórico, con imágenes en blanco y negro de un Néstor Kirchner con larga melena y gruesos anteojos y una jovencísima Cristina Fernández. Aporta testimonios de muchos protagonistas de la época, pero no de la presidente ni de su hija Florencia. Sí aparece el hijo mayor, Máximo, lo que permite conocer su voz. A pesar de ser el teórico jefe de la organización juvenil La Cámpora, con una influencia cada vez más notoria en distintos estamentos del gobierno, nunca habló en público y se mantiene en un segundo plano, cuidando de los negocios familiares en Río Gallegos, la patagónica capital de la provincia de Santa Cruz.

La película fue un encargo de los productores, que primero le dieron el trabajo al cineasta uruguayo Adrián Caetano, pero que después de ocho meses de trabajo abandonó el proyecto. Caetano, director de la conocida Pizza, birra, faso, no dio mayores explicaciones sobre el tema. Se especuló con que había hecho una versión no suficientemente militante. La versión de uno de los productores, Fernando Navarro, es que había entregado una versión demasiado política y menos humana de lo que deseaban. “Aspiramos a una película que exceda el mejor homenaje que se pueda imaginar Cristina sobre la vida de Néstor”, afirmó.

Paula de Luque, por el contrario, sí cumplió con las expectativas. Y la propia presidente la dio la bendición, al agradecer públicamente su trabajo. Afirmó que había visto la película en un pase privado y que le había emocionado. “Quiero agradecerle (a la directora) por el tratamiento y por el respeto para no incurrir en ningún golpe bajo para ganarse al espectador”, dijo la mandataria. Uno de los productores, Jorge Devoto, aseguró que la presidente había supervisado cada uno de los pasos y daba su opinión. La hija de la presidente, Florencia, que había empezado a estudiar cine en Nueva York poco antes de la muerte de Néstor, habría colaborado en la preparación de la película, aunque nada concreto se sabe sobre su aportación.

La música es de Gustavo Santaolalla, un argentino que hace años que triunfa en Hollywood. Ha ganado dos Oscar por la música de las películas Brokeback Mountain (2006) y Babel (2007). Y el guión lo firman la directora, Paula de Luque; Carlos Polimeli, periodista y guionista; y Ricardo Forster, el filósofo que es la cara más visible de los intelectuales orgánicos del kirchnerismo.

La directora, ex esposa del actual secretario de Cultura, Jorge Coscia, y que se asume como kirchnerista, reconoce que la película va a generar debate, aunque asegura que no la hizo para evangelizar. Evita, naturalmente, cualquier aspecto polémico sobre el gobierno de Néstor Kirchner y viene a sumarse al movimiento para instalar un mito. El kirchnerismo, que siempre quiso controlar el relato -de sí mismo, de sus políticas-, comenzó esta tarea desde el mismo momento del fallecimiento del ex presidente.

Hay un verdadero culto a la personalidad, impulsado por la presidente en cada uno de sus discursos y amplificado por todo el arco político que sustenta al gobierno. No es nada nuevo en el peronismo, un movimiento extremadamente vertical en el que los líderes mandan y esclarecen y en el que los subordinados obedecen más allá de todo criterio propio. En el caso del kirchnerismo, todo está impregnado de una épica que a veces pareciera fuera de su tiempo. La historia oficial señala que todo comenzó con Néstor Kirchner, cuyo nombre se ha impuesto ya a innumerables calles, plazas, escuelas, hospitales, carreteras y hasta al campeonato de fútbol de la primera división.

Cuando se intentó imponer el nombre de Néstor Kirchner a la gran avenida que atraviesa el sur del conurbano bonaerense –Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora-, sustituyendo a Hipólito Yrigoyen, el fundador de la UCR (Unión Cívica Radical), el grupo parlamentario de los radicales advirtió: “estos actos revelan una peligrosa inclinación al culto a la personalidad, práctica que los argentinos ya vivimos y que creíamos superada, porque constituye una de las manifestaciones clásicas del personalismo, que es la antítesis de los principios republicanos, cuya esencia radica en el gobierno de las leyes y no de los hombres”.

La historia oficial tiene que reconocer indudables méritos a la figura de Néstor Kirchner. Llegó a la presidencia debilitado, con solo un 22 por ciento de los votos: su contrincante en las elecciones, Carlos Menem, prefirió retirarse a pesar de haber vencido en la primera vuelta, pero seguro de una derrota estrepitosa en el segundo turno. Fue un audaz capitán de tormentas para sacar a la Argentina del infierno del 2001. E impulsó una política de derechos humanos que logró revertir la impunidad de la que se estaban beneficiando los genocidas del gobierno militar. Bien es cierto que la corporación militar estaba ya derrotada y que ordenar al jefe del ejército que retirase el retrato de Videla de la Escuela Militar era menos peligroso que enfrentar al estamento castrense en la transición, como hizo Alfonsín.

En la biografía oficial, Kirchner y su viuda figuran como luchadores contra la dictadura, aunque no hay ninguna acción que lo pruebe: como abogados no defendieron ningún preso político ni presentaron habeas corpus. Apoyaron al ahora denigrado ex presidente Menem y a su más odiado aún ex ministro de Economía, Domingo Cavallo. Y se convirtieron en millonario gracias a los beneficios que lleva aparejados el poder.

Con la película, el gobierno toma impulso para recuperar la iniciativa política después del cacerolazo del pasado día 8 de noviembre. Y se prepara para la principal batalla cultural de la segunda presidencia de Cristina Fernández, con la Ley de Medios y su ofensiva sobre el Grupo Clarín.


Néstor Kirchner, la película