jueves. 28.03.2024
Horacio_Ferrer
Foto: Wikimedia Commons.

En Balada para mi muerte, escribió: “Moriré en Buenos Aires, será de madrugada, que es la hora en que mueren los que saben morir"

@jgonzalezok / Vivía desde hace casi cuarenta años en el hotel Alvear, el más lujoso de Buenos Aires, en pleno barrio de Recoleta. Conoció el lugar cuando fue a hacerle una entrevista a Serrat para la revista Gente y decidió que era el lugar en el que quería vivir. Vestía siempre como un dandy, con una flor en el ojal y con pañuelo al cuello, o con una pajarita (o moñito, como se le dice en Argentina). Sobrellevaba extraordinariamente bien sus 81 años. Horacio Ferrer, autor de canciones conocidas universalmente, en las que Buenos Aires es protagonista, falleció en la capital argentina este 21 de diciembre por complicaciones cardiacas.

Había nacido en Montevideo, pero visitó Buenos Aires desde muy niño, ya que su madre era argentina. Fue amigo de los grandes músicos del tango, especialmente de los dos grandes bandoneonistas y compositores que ha tenido el género: Astor Piazzolla y Aníbal Troilo. Con el primero integraría una relación artística desde 1967, que dio frutos como Balada para un loco, Chiquilín de Bachín, Los pájaros perdidos, La última grela y El gordo triste, dedicado a Troilo, entre tantos otros temas.

Antes de instalarse en Buenos Aires, dirigió en Montevideo varios programas de radio y fundó en 1954 el Club de la Guardia Nueva, dedicado a los nuevos valores del tango, en un momento en que la época gloriosa del 40 estaba dejando paso a valores como Piazzolla. Una generación que sería muy discutida: Piazzolla contó con muchos detractores que pensaban que aquello no era tango. El tiempo se encargó de establecer que, aunque sus composiciones se saltasen las reglas musicales del género, era un sonido y una música que interpretaba de manera profunda la ciudad de Buenos Aires.

Una de las obras más representadas en todo el mundo de la dupla Piazzolla / Ferrer, fue la operita –así quisieron denominarla- María de Buenos Aires, que el músico imaginó como una versión criolla de West Side Story. Se estrenó en la capital argentina en 1968 y desde entonces será representada en los grandes teatros líricos del mundo. De hecho es la obra argentina más representada fuera del país. En el estreno, el propio Ferrer asumiría el papel de El Duende, que recita pasajes de la obra. Y la protagonista femenina será Amelita Baltar, entonces pareja de Piazzolla.

La ruptura que supuso Astor Piazzolla con el tango tradicional, el de la década del 40, tuvo en Horacio Ferrer el complemento ideal. Sus imágenes surrealistas, su lenguaje de alto vuelo poético y su hondo sentido porteño, llevaron al tango por caminos nuevos.

Más de doscientos temas llevan la firma de Ferrer. Autor también de libros de poesía y una monumental historia del tango, al momento de su muerte era presidente de la Academia Nacional del Tango, institución que él mismo había creado.

Una de las esquinas más tradicionales de Buenos Aires, la que forman las avenidas Callao y Santa Fe, fue declarada por la municipalidad de la capital argentina como la esquina de Horacio Ferrer. No está lejos de los lugares que se mencionan en la Balada para un loco, uno de los más de cuarenta tangos que lleva la firma de Piazzolla y Ferrer. Otro bandoneonista, Raúl Garello, también compuso varios temas sobre los versos de Ferrer. Y con el pianista Horacio Salgán hizo el monumental Oratorio Carlos Gardel.

Al cumplir los 80 años, dijo al diario Clarín que la Balada para un loco era su mejor tango: “fue un cambio de estética, una cosa aventurada, audaz. Fue una canción con ritmo y estética de un tango muy renovado. Fue un triunfo muy lindo que el público finalmente la adoptara como una expresión de un tango diferente”. Esta obra fue un hito y el mismo Piazzolla lo intuyó antes de su estreno. De hecho le dijo a Ferrer que se hiciese una tarjeta que pusiera su nombre y añadiera: autor de Balada para un loco: “Te va a servir para toda la vida”. Y Aníbal Troilo lo convocó a su casa al día siguiente de su estreno para manifestarle: “usted sabe que ustedes dos han escrito de nuevo La cumparsita”.

En los últimos años había recibido varios homenajes. Este cronista pudo asistir al que le hicieron hace un año en el Teatro Solís, de Montevideo, con motivo de su 80 cumpleaños. Participaron músicos de uno y otro lado del Río de la Plata, como correspondía a su propia historia. El propio autor recitó, cantó y contó anécdotas ante el público entregado de su ciudad natal.

En Balada para mi muerte, escribió Ferrer: “Moriré en Buenos Aires, será de madrugada / que es la hora en que mueren los que saben morir / flotará en mi silencio la mufa perfumada / de aquél verso que nunca yo te supe decir”.

Se podría decir que Horacio Ferrer fue uno de los últimos bohemios de Buenos Aires. Vivía la noche y, por tanto, no se levantaba antes del mediodía. Por la tarde, si tenía ganas escribía; si no, leía. Los ingresos por derechos de autor le permitieron mantener un estilo de vida de otro tiempo.

Murió Horacio Ferrer, uno de los grandes poetas del tango