viernes. 29.03.2024

La prueba de las urnas fue superada por Hugo Chávez con holgura, aunque la comparación con las elecciones anteriores, en el 2006, reflejan que la oposición logró acortar distancias de una forma notable: en aquél entonces sacó un 27 % de ventaja al candidato opositor Manuel Rosales; este domingo la diferencia fue de aproximadamente el 10 % frente a Henrique Capriles, un mejor candidato, que llegó a ilusionar a todo el arco antichavista con la victoria.

La oposición reconoció inmediatamente los resultados, desmintiendo los augurios apocalípticos del chavismo que decían que desconocería el resultado para intentar causar el caos. Capriles, por el contrario, felicitó a Chávez y pidió que reconozca que hay 6 millones de personas que no votaron por él: “ojalá que lea con grandeza la expresión del pueblo, hay un país que tiene dos visiones y ser un buen presidente es unir y trabajar por los problemas de todos los venezolanos”, señaló.

El desafío de la oposición, si quiere perdurar, es no desmembrarse. Sobre todo porque hay dos nuevas citas con las urnas en los próximos meses: el 16 diciembre, para elegir gobernadores y el 14 de abril, autoridades municipales. Y la figura de Capriles, construida sobre todo en los últimos meses, es la única con garantías de salvar los 6 millones de votos conseguidos y la unidad de las fuerzas opositoras. De cara a estas nuevas elecciones, la mala noticia para la oposición es que Chávez ganó este domingo en 21 estados y en el Distrito Capital, mientras que Capriles solo se impuso en dos estados.

El próximo período de seis años comienza, formalmente, el próximo mes de enero. Pero Chávez dijo que ya se inició y que se pone en marcha el proceso para hacer irreversible el Socialismo del siglo XXI. Esto significa, seguramente, una nueva ola de estatizaciones. Según algunos analistas, están en la mira los bancos y las empresas de alimentación. Pero si se va por todo tienen que empezar a preocuparse los últimos medios audiovisuales opositores. En primer lugar la cadena Globovisión, amenazada y multada, que podría entrar en los planes del gobierno en el próximo período, revitalizado por el aval de las urnas.

También hay que esperar que se concrete el abandono venezolano de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, organismo dependiente de la OEA. A pesar de la opinión en contra de personalidades como el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, que han destacado “los logros del organismo: reversión de leyes de amnistía y punto final, abolición en algunos países de prácticas sistemáticas de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas, tortura y otros crímenes de lesa humanidad, así como el procesamiento y sanción de algunos de los máximos responsables de estos crímenes”.

Chávez ha reconocido que su gobierno necesita mayor eficacia y dar seguimiento a los proyectos. Se han desperdiciado muchas energías y recursos por la desorganización, la burocracia y el mal desempeño de muchos funcionarios de todo nivel. También por una corrupción que no ha podido ser erradicada, que consumió al antiguo régimen y que con el gobierno bolivariano solo cambió de beneficiarios.

La victoria no significa, no obstante, la desaparición de los problemas que enfrentan los venezolanos: la inseguridad, en primer lugar, pero también la inflación, entre las más altas del mundo. El modelo económico sigue dependiendo de manera dramática del petróleo: 93 % de las exportaciones frente al 70 % en 1998. Chávez promete aumentar la producción en un 25 %. Los altos precios en el mercado internacional le han permitido en los últimos años financiar las políticas sociales y la ayuda a otros países afines. Pero una caída brusca en el precio del barril pondría en aprietos el modelo chavista.

Chávez consiguió la reelección, pero siguen las dudas sobre su salud. Después de tres operaciones, por segunda vez aseguró que estaba totalmente libre del cáncer, pero la campaña electoral demostró que no está en forma, su vigor disminuyó de forma notable y nadie puede asegurar que pueda completar los seis años de mandato que tiene por delante. La Constitución establece que si fallece en los cuatro primeros años, deben convocarse nuevas elecciones en un plazo de tres meses. Solo si el fatal desenlace sucediera en los dos últimos años, completaría el período el vicepresidente, que es nombrado por el mandatario, no elegido.

En sus 14 años de gobierno, Chávez ha tenido distintos vicepresidentes, los ha ido cambiando al ritmo de otras reestructuraciones ministeriales. Esto hace que no haya una figura que se pueda considerar como heredero o continuador. El formidable culto a la personalidad que se ha desarrollado estos años impide el surgimiento de ninguna personalidad con vuelo propio.

El primer mensaje de Chávez tras su victoria fue conciliador e incluso tuvo un gesto inédito, habló telefónicamente con Capriles. Según su versión, vía Twitter, fue una conversación amena e invitó a la unidad nacional, “respetando nuestras diferencias”. Pero es conocido el carácter del mandatario venezolano, que puede pasar de un extremo al otro sin pestañear. La campaña electoral fue muy dura, con descalificaciones personales y colectivas, llamando a la oposición escuálida y majunche. Esta misma oposición, a la que tacha de lacaya del imperio, es la que tendrá enfrente y con la que deberá concertar, si es que quiere algún tipo de diálogo.

Durante la campaña, el presidente no aceptó debatir con Capriles con el argumento de que no era nadie: “¿quién va a debatir contigo, muchacho?, anda a la misión Robinson (para analfabetos), eres un analfabeta político”, le soltó, cuando Capriles le pidió un debate por televisión. El líder opositor confirmó la llamada de Chávez y añadió que, en nombre de más de seis millones y medio de venezolanos, hizo un llamado a la unidad del país y el respeto a todos.

El resultado de las elecciones venezolanas ha causado un alivio en varios países de la región: Cuba, en primer lugar, pero también Nicaragua. Son los dos países que más se benefician –junto con algunas pequeñas islas del Caribe- con los precios bonificados de petróleo. Pero también es una fantástica noticia para gobiernos como los de Ecuador, Bolivia y Argentina. Y fuera de la región, Irán, que encontró en Chávez su principal valedor internacional; China y Rusia, con una relación económica muy importante; Bielorusia y Siria. En todos los casos, relaciones que agudizan el perfil antiimperialista.

En el caso de Argentina, se especulaba con la idea de que la reelección de la presidente, Cristina Fernández, podría verse impulsada por la de su colega venezolano. “Chávez y Perón, un solo corazón”, gritaban en algunos actos del final de campaña los jóvenes de la agrupación juvenil La Cámpora que viajaron a Caracas para beber en las fuentes del nuevo líder de la revolución latinoamericana. Quizá olvidaron que Perón se vio beneficiado por la hospitalidad del dictador Pérez Jiménez en 1956, y vivió en Caracas dos años, hasta que fue derrocado su benefactor.

El primero en hacer una lectura de este tipo fue Luis D´Elía, dirigente piquetero y creador del partido kirchnerista Miles, que declaró que tras la victoria de Chávez no debería haber ningún impedimento legal para la reelección: “si un pueblo quiere elegir, en cualquier país del mundo, al candidato que fuere, las veces que crea necesario, no tendría que haber ningún impedimento legal para la voluntad popular”. No obstante reconoció que habrá que ver si la sociedad está madura para eso y que no ve a Cristina “toqueteando” la Constitución en beneficio propio.

Por las redes sociales en Argentina se rescataba la siguiente frase de Simón Bolívar, pronunciada en el Congreso de Angostura de 1819: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía”.

La victoria perfecta de Hugo Chávez