viernes. 29.03.2024
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Imagne: elcomercio

Los ingentes gastos destinados a labores proselitistas por las diversas agrupaciones mantienen una opacidad increíble, pues las fuentes de ingresos económicos casi nunca se conocen y si llegan a ser mostradas son mínimas comparadas con los despilfarros de todos los meses de campaña

A poco menos de dos meses, las elecciones generales del 10 de abril en el Perú parecen evocar las desgracias políticas de siempre. No solo la evidente desgracia de que en territorio electoral peruano el exceso de candidaturas, por cierto, improvisadas y personalistas, demuestra una indiscriminada fragmentación política, sino sobre todo la facilidad con que se crean los partidos en el Perú.

Para este año el total de candidaturas inscritas, entre agrupaciones políticas independientes y alianzas electorales convenientes, lleva como número oficial el 19. Una cifra que además constata que en sistemas electorales precarios la generación de calamidades mayores, como la corrupción o el arribismo político, tiende a ser natural. En este peculiar panorama se encuentran instalados los aspirantes a la presidencia de 2016.

Los rostros de una campaña electoral que ha comenzado a calentar son, salvo ligeras novedades, los mismos de siempre. La institución del membrete ‘‘candidato natural’’ empleado por varios de los aspirantes al sillón presidencial permite confirmar que el cuadro político se encuentra dominado por siluetas añejas y deterioradas, pertenecientes a la tradicional clase política del país: Keiko Fujimori (Fuerza Popular), César Acuña (Alianza para el Progreso), Pedro Pablo Kuczynski (Peruanos por el Kambio), Alan García (Alianza Popular), Alejandro Toledo (Perú Posible), entre los más conocidos.

Las encuestas de las últimas semanas hacen notorio aquel dominio, en el que Fujimori lidera las elecciones de modo imperturbable e indiscutible con poco más del 30%, cifra que sin embargo no le permitiría obtener el triunfo en primera vuelta. Desde la restitución de la democracia con las elecciones de 2001, todos los procesos en el Perú para la elección del presidente han concluido en una segunda vuelta o balotaje. Parece ser que esta vez tampoco habrá excepción.

En una exhibición de insultos y de simplicidad comunicativa, farsa hartamente conocida por el electorado peruano, los comicios no hacen más que evidenciar la indigente situación en que se encuentra la política del país

Con la única certeza de que Fujimori, deudora política de su padre preso, saldría vencedora el 10 de abril, la lucha por el segundo puesto va exhibiendo actitudes depredadoras, en las que los ataques verbales y las acusaciones de diversa índole son la rutina preferida entre los candidatos, relegando de este modo a la nulidad la discusión de propuestas gubernamentales.

Hasta hace algunas semanas el rival de Fujimori llevaba el nombre de Pedro Pablo Kuczynski, economista de avanzada edad que tuvo su mayor logro político cuando fue primer ministro durante el gobierno de Alejandro Toledo. La volatilidad acostumbrada del elector peruano ha hecho, sin embargo, que la novedad de Kuczinsky deje de ser tal y estanque sus posibilidades reales de ser el ciudadano peruano con más edad en lograr la presidencia.

Así pues, César Acuña, ex gobernante regional de La Libertad y dueño de una cadena de universidades, asomó como una alternativa real. Su inicial escalada en las preferencias se ha visto interrumpida por serias acusaciones que aseguran que los grados académicos obtenidos por él se dieron a través de innumerables plagios. A la fecha tales delitos han sido comprobados de modo contundente, a pesar de las desvergonzadas negativas de Acuña.

Tanto García como Toledo, ex presidentes, dueños de sus respectivas agrupaciones políticas y que atravesaron por bochornosos espectáculos democráticos para llegar a ser candidatos, están enredados y atrapados en cifras bastante pobres si sueñan con volver a tomar el poder.

En un mural de políticos tradicionales, Julio Guzmán (Todos por el Perú) aparentemente ha surgido como una figura novedosa. Su incremento acelerado en las encuestas logra colocarlo al día de hoy en la segunda posición de las preferencias. No se alcanza a comprender del todo cómo es que Guzmán, personaje desconocido para la mayoría de peruanos, goza de ese privilegiado lugar. Lo único cierto es que los medios de comunicación de poderosos grupos económicos del país no han escatimado en reparos para darle una amigable plataforma de exposición mediática.

Beneficio del que no disfrutan la mayoría de candidatos. El pelotón relegado supera la decena de nombres, del cual solo han podido escapar algunos: Verónika Mendoza (Frente Amplio), Alfredo Barnechea (Acción Popular) y Daniel Urresti (Partido Nacionalista), aunque con insatisfactorio éxito hasta el momento.

Las discusiones recogidas por los diarios, la televisión y las redes sociales caen siempre en el vacío de quién es más corrupto. Los debates, curiosos en el Perú debido a la inmensa cantidad de postulantes, suelen también ser reflejo de la mediocridad en las ideas o proyectos de país alojada en un abanico de pretéritos y repentinos políticos.

Los ingentes gastos destinados a labores proselitistas por las diversas agrupaciones mantienen una opacidad increíble, pues las fuentes de ingresos económicos casi nunca se conocen y si llegan a ser mostradas son mínimas comparadas con los despilfarros de todos los meses de campaña.

La campaña política en el Perú suele reducir todo a las denuncias, donde los protagonistas de la historia electoral siempre son los candidatos. Los partidos políticos y los programas electorales resplandecen por su plena ausencia, siendo solo imprescindibles para efectos protocolares.

En una exhibición de insultos y de simplicidad comunicativa, farsa hartamente conocida por el electorado peruano, los comicios no hacen más que evidenciar la indigente situación en que se encuentra la política del país.

Fujimori, que lidera las encuestas en Perú, competirá con 18 candidaturas