viernes. 19.04.2024
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En una tarde noche bogotana cargada de simbolismos, entró en escena el nuevo partido político colombiano surgido de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo.


Después de una semana de debates alrededor de la conformación oficial del nuevo partido, una fiesta en la plaza Bolívar de la capital colombiana, centro neurálgico y político del país, enmarcó la presentación en sociedad de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC).

El nombre del nuevo partido político mantiene las siglas de su alma mater, la guerrilla deja paso al partido con unas señas de identidad reconocibles que pueden ser un respaldo o un lastre para la nueva formación política. El tiempo lo dirá. Lo cierto es que la arena política, a un año de las elecciones para elegir nuevo presidente para el país, recibe a un grupo que abandona las armas para tomar las palabras.

Las imágenes de los líderes históricos de la guerrilla, Manuel Marulanda, Alfonso Cano, Simón Trinidad o Raúl Reyes, se mezclaban en la plaza con los mensajes del nuevo partido por la reconciliación, la esperanza, la paz y la justicia social. Los guerrilleros dejan paso a los políticos, Rodrigo Londoño (Timochenko), Félix Antonio Muñoz (Pastor Alape) y Luciano Marín (Iván Márquez) toman el testigo al frente de un nuevo partido que busca construir con los discursos en la política lo que han buscado tantos años en la guerra con las armas.

La petición de perdón, reclamando justicia y reparación; el llamado a la memoria, para aprender del pasado; el mensaje de esperanza, porque llegó la hora de decidir juntos el futuro, o la demanda de justicia social, en un país con trabajo digno para todas y todos, llenaban las tres pantallas gigantes de un escenario situado delante del Palacio de Justicia, frente a la estatua del Libertador y el Capitolio Nacional, sede del Congreso de la República, con la Catedral Primada a su izquierda y el Palacio Liévano, sede de la alcaldía de la ciudad, a su derecha.

Cuando callan las armas, habla el corazón

Los simbolismos flotaban en un ambiente de fiesta, de vida pública dentro de la legalidad, y de ilusión con un futuro que será duro pero que tendrá que erigirse desde el diálogo y por la fuerza de la palabra.

Frases como “Cuando callan las armas, habla el corazón” y “Siempre se puede volver a empezar”, sonaban en la voz de excombatientes de las FARC-EP y de seguidoras y seguidores de un movimiento popular que ha protagonizado, para bien y para mal, el último medio siglo de la que es, pese a todas las incongruencias y conflictos, tanto armados como sociales, la democracia más antigua del continente.

Por el escenario fariano pasaron, entre otros, Ky-Mani Marley -hijo del líder rastafari y músico de reggae Bob Marley-, Ana Tijoux y César López, músico y pacifista quien con una de sus “escopetarras” y la compañía de Esteban, guerrillero y músico, gritó por la paz, a pesar de que el camino no va a ser fácil, y pidió que nunca más las armas en la política.

Después, un grupo de chicas y chicos tomaron las tablas para mostrar pancartas que daban la bienvenida a las FARC a la vida política y que reclamaban por la paz y la construcción de democracia.

Este acto popular daba el inicio para que se abran las puertas a la nueva Colombia; a una juventud que quería a “Timo” en escena. Y el jefe negociador en nombre de las FARC-EP en los acuerdos de La Habana hizo acto de presencia mientras se oían gritos de “y tú, ¿a qué viniste dispuesto hermano?” y “que viva la paz”.

Rodrigo Londoño llevaba en la mano un ejemplar de los acuerdos de La Habana que entregó simbólicamente a una juventud ilusionada que coreaba consignas a favor de la presencia de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común en la política y que prometía luchar hasta vencer.

Inició su discurso recordando su pueblo en el Quindío y afirmando que, después de cuarenta años, serán millones y millones los que crean en una nueva Colombia que deje de enfrentar a los dos países que, como decía Eliécer Gaitán, ha tenido dentro: el político, que piensa solamente en el poder, y el nacional, que piensa en su pueblo. Londoño propuso poner fin a esa inequidad y adquirir un verdadero compromiso con la paz, la democracia y la justicia social. Deseó “con todos y todas un país diferente en el que desaparezca la violencia, en el que nadie sea asesinado o desaparecido por pensar diferente”; denunciando el “trato brutal del Esmad (equipo antidisturbios)”, y pidiendo “el respeto como norma”.

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No tememos a la justicia, clamamos por ella

La alocución del actual número uno continúo con otro montón de referencias a lo que será el ideario político de la organización solicitando que no haya “Ni una gota más de sangre por razones políticas, ni una lágrima más de una madre”, mostrando su decisión de negociar con otras fuerzas progresistas a las que extendió sus manos y declarando su objetivo de “profesar la paz y el amor fraternal”. Destacó que las FARC han cumplido los compromisos adquiridos, añorando que el Estado no haya demostrado la misma diligencia y aseveró “no tememos por la justicia, clamamos por ella”.

También lanzó un aviso a los medios masivos de difusión de noticias, a los que invitó a que hagan una “reflexión profunda” sobre su papel en el nuevo escenario político, reconociendo la importancia que tienen “micrófonos, plumas y pantallas”.

La última parte de su intervención la dedicó a exigir que todo el mundo pague impuestos con arreglo a sus beneficios, poniendo a Noruega como ejemplo, para luchar contra las desigualdades, que no son sino “semillero de injusticias”; a denunciar una corrupción que mina las instituciones públicas y la confianza, y a pedir a los políticos que sirvan a la ciudadanía y no lleguen a sus cargos “pensando solamente en el lucro personal”. Los miembros del nuevo partido, sostuvo, sueñan con “un país transparente”.

Y terminó reclamando acceso efectivo a la salud y a la educación, apoyando al productor nacional y exigiendo vivienda digna, comida y trabajo con justa remuneración; igualdad para las mujeres, y que la diversidad sexual y de género no sea un estigma.

Todo ello, completó, “dejará de ser un sueño cuando millones de colombianas y colombianos crean que es posible”. Reconociendo que no tienen otra carta de presentación que su historia, en la que “lo han dado todo, hasta la vida”. Para lo que pidió “ir por etapas” y buscar “un gobierno nacional de transición para 2018-2022”.

Para concluir, invitó a la gente a que conozcan el nuevo partido y “la calidad humana de sus integrantes”, asegurando que “allá donde haga falta estará un fariano amigo y solidario”, porque “somos hijas e hijos de este pueblo” al que pidieron trabajar unidos “por un país mejor, justo, democrático, soberano y en paz en el que el país político y el nacional se fundirán en uno sol".

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Un momento histórico

El día había visto un nuevo momento histórico en la realidad colombiana, la noche dejaba la puerta abierta a un futuro de esperanza. La aparición de taitas representantes de algunas de las etnias indígenas del país hacía que se cumpliera “el día de la profecía del retorno de los tiempos”. Sobre el escenario y en la plaza se reconocía el valor de las poblaciones originarias que han sufrido no solamente la guerra de estas últimas décadas, sino el exterminio y la explotación desde la llegada de los colonialistas españoles a sus tierras. Con gritos de “oe con corazón”, se celebraba el retorno del jaguar, el cóndor, el puma y la anaconda en la tierra del colibrí, y se pedía yagé y no quimioterapia.

Un representante de los indios dakota del norte del continente hizo entrega de la pipa de la paz a sus hermanos del sur, porque no somos América sino Abya Yala, porque para los pueblos originarios no hay fronteras y porque el águila y el cóndor se van a unir de nuevo, lo que significa que la paz vuelva al continente.

El líder del nuevo partido fue recibido por las y los jóvenes y despedido por los ancestrales, un símbolo más de esa nueva Colombia. Como símbolo y emblema es la cantante Totó la Momposina, quien cerró la fiesta explicando que ella y su grupo estaban ahí porque su música es ancestral y no tiene colores políticos ni fronteras. En el aire sonaba “Aguacero de mayo, déjalo caer”.

Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común