jueves. 25.04.2024
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Con todo lo que pasa y no pasa nada. Me parecen increíbles los resultados de las elecciones legislativas celebradas en Colombia el domingo 11 de marzo. Y la vida sigue como si tal cosa. Como si nada hubiera ocurrido, como si a nadie le importara. Pero a quienes sí les afecte, no se flagelen, la culpa no es solamente de una clase política corrupta, que la hay y en gran medida, es también responsabilidad de un pueblo ignorante y sin memoria. Y pasota, con una actitud de indiferencia y una gran falta de responsabilidad.

pazCierto que podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío y que los números son interpretables. Es verdad que han sido las votaciones más pacíficas de la historia; que un grupo guerrillero convertido en partido político ha participado en las elecciones de manera pacífica, eso sí, con malos resultados; que el otro grupo todavía en armas ha respetado el alto el fuego y que algunos sujetos nada fiables “se han quemado” y no han conseguido curul para ninguna de las dos cámaras.

Siento que se ha perdido una oportunidad de poner sobre el tapete otra manera de hacer política; la población ha mantenido su abstencionismo (cercano al 50 %), y no es excusa decir que es lo tradicional en el país, y se ha inhibido de personarse como ciudadanía activa y participativa. Creo que políticamente ha sido preocupante lo acaecido y socialmente es alarmante.

Que el que fuera presidente de la “seguridad democrática” y promotor de los “falsos positivos” haya sido el candidato más votado para el Senado, con un total de, según datos de la Registraduría, 875.554 votos, más que el total de los votos en blanco, 835.445; y que su partido, el Centro Democrático, también lo haya sido con 2.513.520 papeletas, ocupando el segundo puesto en número de votos para la Cámara de Representantes, es tirar por la borda gran parte de la labor llevada a cabo en los últimos años. Porque no creen en la paz. Su organización política ha obtenido el mayor número de sufragios en nueve de los departamentos del país y en los consulados en el exterior. Lo que le supondrá contar con diecinueve de su lista en el Senado (el 19 %), los mismos que la suma de los tres partidos “progresistas” (Polo Democrático, Alianza Verde y la Coalición Lista de la Decencia). En la Cámara de Representantes, con casi dos millones cuatrocientos mil votos, se alza con treinta y dos curules de los ciento sesenta y tres en disputa, lo que representa algo más del 19 %.

A mi modo de ver, Colombia pierde una oportunidad y las y los colombianos han comprometido muchas de las ilusiones puestas en un proceso de paz reconocido como histórico. Ahora, ¿quién se rasgará las vestiduras? Nadie saldrá, como después del plebiscito, a marchar por la paz, por la ciudadanía y por un futuro que, al menos por los próximos cuatro años, y en ese tiempo se puede estropear todo, se presenta oscuro y tenebroso. El poder en manos de la clase que niega las identidades y las diferencias, que no admite las discrepancias, que todo lo ve o blanco o negro, en un país donde el verde es de todos los colores, y que no respeta los derechos ni la vida en sí misma.

Por otro lado, la lectura de las consultas nacionales para determinar el cabeza de lista a la presidencia por la derecha y la izquierda también muestra un panorama desalentador. Ambas eran excluyentes, debiendo, en caso de querer participar, elegir solamente una de las dos. La suma de quienes han participado en la consulta para elegir entre el delfín del Centro Democrático, Iván Duque, la candidata de Por una Colombia Honesta y Fuerte, Martha Ramírez, y el representante de La Patria de Pie, Alejandro Ordóñez, da un total de casi seis millones de electores; frente a la propuesta para definir el presidenciable de la izquierda entre Gustavo Petro, por la Colombia Humana y el Movimiento Alternativo Indígena y Social, y Carlos Caicedo, por Fuerza Ciudadana, que ha alcanzado menos de tres millones y medio de votos. Eso supondría que, haciendo política ficción y en el hipotético caso de que llegaran a enfrentarse en una segunda vuelta, la derecha casi duplica a la izquierda en potenciales electores.

Aunque, con los resultados legislativos, creo que poco importa esta consulta. En un país que le apuesta al presidencialismo, las presidenciales no servirán de mucho porque las dos cámaras están en poder de la derecha, de la más o menos democrática y de la reaccionaria e intransigente. El escenario es que gane quien gane las votaciones para la presidencia de la República, salvo que lo haga el representante del Centro Democrático, ojalá sus dioses no lo permitan, su poder de maniobra va a estar limitado por la composición de los parlamentos que tendrán un color destacado: el del corazón grande y la mano firme. Y ya sabemos a quienes aplican ese eslogan. El corazón grande para los suyos, engañando a gran parte de una ciudadanía que se cree que es el “sagrado corazón” de toda Colombia, y la mano firme para sus enemigos. Sí, enemigos porque ellos no tienen rivales políticos sino enemigos sociales. Más cancha para los grupos paramilitares y más peligro para líderes y lideresas sociales, sindicales, indígenas y cualquiera que quiera defender esa patria boba del látigo del senador y sus secuaces.

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Composición del Senado tras las elecciones del 11 de marzo. Tomado de la página de la Registraduría

Buena suerte para quienes pensamos diferente, buena mar para quienes navegan defendiendo derechos civiles y buen puerto para abrigar las esperanzas de una convivencia pacífica que se antoja más lejos cada día.

Ni siquiera el voto en blanco ha sido lo suficientemente significativo, apenas un cinco por ciento en cada una de las dos cámaras. Se ha perdido una batalla trascendental, no dando a las urnas de las legislativas el valor que les corresponde. ¿Para qué una democracia participativa?

Se me ocurren muchos calificativos, pero no me corresponde juzgarlo. Solamente dejar constancia de mi asombro y de la falta de compromiso que interpreto en el comportamiento político y electoral de la población. Pero cada quien elige su propio destino, o deja que otros decidan en su nombre. Una postura tan legítima como cualquier otra, pero luego no nos quejemos de lo que se nos viene encima. Han elegido el estado de derecha, muy de derechas, en lugar del Estado de Derecho. Ojalá me equivoque, pero creo que a partir del 27 de mayo la paz va a tener más difícil tomar la palabra.
“Alea iacta est.”

Estado de derecha en Colombia