viernes. 29.03.2024
MACRITRUMP

Los nuevos datos sobre la pobreza que se conocieron ayer, no aportan nada nuevo. No es de extrañar que la cifra se haya disparado y que, a dos años y ocho meses de gobierno neoliberal, uno de cada tres argentinos ya son pobres.

Las prioridades de Mauricio Macri quedaron expuestas ni bien se inició su gestión en el gobierno nacional. Durante los primeros dos meses bajó la carga impositiva sobre los sectores de altos ingresos, produciendo que el costo de esto recayera sobre los de medios y bajos. La primera de esas medidas fue la eliminación de las retenciones al sector agroexportador. Leche, trigo, maíz, carne y economías regionales fueron beneficiadas con el fin de los gravámenes a la exportación, sumado a la reducción gradual del tributo que abona la soja, de 35 a 30 por ciento y con una baja de 5 puntos anuales hasta desaparecer por completo en 7 años. De esta forma, sectores rentables de la economía, como los grandes pooles de siembra, vieron aliviada su carga tributaria gradualmente año a año.

A esto se le sumó el fin de los cupos a la exportación, lo que permitió que los sectores exportadores ya no estuvieran obligados a dejar parte de su producción en el mercado interno y así, mantener los precios de productos de la canasta básica en precios más o menos accesibles para el consumidor local. A esto se le agregó otra medida bien recibida por la clase privilegiada del país mediante el fin de los impuestos a los coches de lujo, una tasa que se impuso en 2013 para evitar que sectores pudientes se aprovecharan del tipo de cambio para comprar a precio accesible automóviles importados. La medida tuvo un doble impacto. Mientras redujo el valor en el mercado local de los automóviles importados, provocó que aumentaran los de gama media y baja, más accesibles para la clase media.

Mientras la clase más pudiente del país aplaudía las medidas del equipo económico del gobierno, sobre las clases media y baja caían los efectos de los descomunales incrementos en los servicios públicos, de la aceleración de la inflación, y los decretos por los que se decidió ajustar en detrimento de quienes menos tienen. De este modo se abolió la gratuidad de vacunas, se eliminó el Ministerio de Salud y de Trabajo, se profundizó el recorte de las ayudas para discapacitados y medicamentos para jubilados.

No hay errores en las prácticas económicas y en las consecuencias sociales que éstas acarrean. No se trata de un mal cálculo o de decisiones desacertadas. La fenomenal transferencia de riqueza, desde los que menos tienen, hacia los que más tienen, es el motivo por el que Macri se postuló a la presidencia argentina. Es el populismo de las elites que a través de Macri ha recuperado lo que creyó haber perdido durante los años en que la riqueza se distribuyó de manera tal, que en 2009 Argentina mostró una acelerada mejora de los indicadores sociales, habiendo logrado descender la pobreza en un 13,2 por ciento.

Hoy, apenas a dos años y ocho meses de gestión neoliberal, son los pobres quienes están pagando la especulación financiera y el despilfarro decidido por un gobierno que apuesta a la desigualdad con el fin de sostener a esa clase a la que el presidente pertenece.

No es casual tampoco que Donald Trump aplauda la gestión de Macri. Desde el brutal endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, es Christine Lagarde quien está a cargo de un país que, tal como el mismo Financial Times asegura, “no podrá hacer frente al pago de la deuda que ha tomado”. De manera que Trump se frota las manos pensando en los recursos naturales con los que Argentina deberá cubrir las cuotas del empréstito.

No es casual que la prioridad de Macri haya sido beneficiar a los ricos del país. Su admirado Trump ya lo había hecho aprobando el año pasado la mayor rebaja de impuestos desde la era Ronald Reagan, un recorte que premió sobre todo a sus propias empresas y que provocó negativos efectos en las arcas públicas y en la desigualdad que caracteriza a la economía de Estados Unidos.

Mientras los medios especializados del mundo no quitan la mirada de Argentina, advirtiendo el desastre social que provocan las medidas del gobierno, el ejército de periodistas a sueldo transcribe los paupérrimos discursos del primer mandatario, en los que -mediante una oratoria digna de un infante-  repite a la audiencia mediotizada que “este es el único plan”, y que “vamos por buen camino”.

El populismo de las élites