viernes. 29.03.2024

Hace unos días, la presidente de Argentina, Cristina Fernández, pretendió hacer una broma a propósito de la renuncia de Benedicto XVI: “Decí que no hay papisa, sino estaba disputando algún lugar“. Lo que no esperaba era que el elegido fuera el ya ex arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, un enemigo íntimo, con el que tanto ella como su marido y antecesor tuvieron un conflicto permanente.

Un enemigo que se aleja de Buenos Aires, pero que ahora tendrá una autoridad mayor y que podría llegar a jugar un papel como el que tuvo Juan Pablo II respecto a su propio país y al sistema soviético. Si los Kirchner tienen ya una política exterior en la que hay numerosos frentes y conflictos, con este papa argentino en el Vaticano las relaciones no parece que vayan a ser cordiales. Y no será tan fácil mantener las habituales disputas verbales, como las que tuvieron en los últimos años. Cristina Fernández se verá obligada a mantener una relación formal, pero lejos de la alegría que se supone tener a un compatriota como máximo jefe espiritual en el Vaticano.

Cada 25 de mayo, día que Argentina recuerda la Revolución contra España y el primer gobierno nacional, es tradicional que se celebre un Te Deum en la catedral de Buenos Aires. Esta celebración era solicitada por el presidente de turno. Pero, después del Te Deum de 2004, cuando el cardenal habló del “exhibicionismo y anuncios estridentes” del gobierno, Néstor Kirchner y después su esposa, empezaron a viajar ese día a diferentes provincias del interior y dieron orden a sus ministros de dejar solo al cardenal.

No solo molestaban sus opiniones. También se le llegó a acusar de haber sido colaborador de la última dictadura (1976-1983), cuando desaparecieron 30.000 personas y solo algunos obispos – Angelelli, asesinado, de Nevares, Hesayne y Novak- se opusieron de distintas formas al gobierno militar. En abril de 2010 el diario Página 12 publicó cinco testimonios que señalaron su presunta colaboración con la dictadura. Pero Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel dela Pazde 1980, él mismo secuestrado y a punto de ser desaparecido –fue incluido en uno de los vuelos de la muerte, pero la operación se suspendió a último momento- dijo en declaraciones ala BBC que no hay ningún vínculo que lo relacione con la dictadura: “hubo obispos que fueron cómplices, pero Bergoglio no”.

Aún no había ascendido en la cúpula de la iglesia argentina, pero era provincial de la orden de los jesuitas. Hace dos años declaró en un juicio por los crímenes cometidos en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), donde desaparecieron dos jesuitas que habían sido sus subordinados, a los que había retirado la licencia religiosa. Bergoglio negó todas las imputaciones.

El ex presidente Néstor Kirchner llegó a decir que el entonces arzobispo de Buenos Aires era el verdadero representante de la oposición. Y Bergoglio aseguró después que no había relación de la iglesia con el gobierno. Con la actual mandataria, Cristina Fernández, el grado de enfrentamiento fue menor, aunque la relación no fue nada fácil. Después de mucho tiempo hubo una reunión formal de la cúpula eclesiástica con la presidente unos meses después de asumir su primer mandato, en 2007. Pero el conflicto entre el gobierno y el campo volvió a separarlos. Bergoglio llegó a pedir a la presidente que tuviera un gesto de grandeza para superar el conflicto y cometió el peor de los pecados para el gobierno, se reunió con el vicepresidente, Julio Cobos, considerado un traidor por el kirchnerismo por su posición en esta disputa.

Cuando el matrimonio entre homosexuales –o matrimonio igualitario- se convirtió en ley en Argentina, el 15 de julio de 2010, Bergoglio hizo una condena muy dura contra una medida que es destacada por el propio gobierno como uno de sus logros más destacables: “es la pretensión destructiva del plan de dios”, afirmó. Añadió que no era solo un proyecto legislativo, sino “una movida del padre de la mentira para confundir y engañar a los hijos de dios”. Bergoglio fue, además, el principal impulsor de una marcha contra el proyecto de ley e incluso participó en la misma.

Una posición igualmente combativa tuvo con el tema del aborto no punible, único tema con el que no entró en conflicto con la presidente, Cristina Fernández, que siempre se declaró contraria a la interrupción del embarazo y que ha logrado parar el debate. Pero calificó de lamentable la decisión del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en manos del conservador Mauricio Macri, que en el pasado mes de septiembre decidió regular la cuestión.

Fue constante también su enfrentamiento con el gobierno por sus denuncias de la pobreza, la corrupción y la crispasión social, que fueron recibidas como alusiones personales en la Casa Rosada. En 2009, hablando de la pobreza en Argentina, afirmó: “la deuda social es inmoral, injusta e ilegítima (…) Su mayor inmoralidad reside en el hecho de que eso ocurre en una nación que tiene condiciones objetivas para evitar y corregir tales daños pero que, lamentablemente, pareciera optar por agravar aún más las desigualdades”. Este pronunciamiento molestó especialmente al gobierno de Cristina Fernández, que sostiene que el suyo es un gobierno de inclusión.

Sin embargo a la hora del papado, con poco entusiasmo pero como corresponde protocolariamente, la presidente felicitó al nuevo pontífice a través de su cuenta en Twitter. Lo hizo en nombre propio, del gobierno y del pueblo argentino. “Es nuestro deseo que tenga, al asumir la conducción y guía de la iglesia, una fructífera tarea pastoral desempeñando tan grandes responsabilidades en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y de la paz de la humanidad”, añadió.

Más allá de su exposición pública, en Buenos Aires se recuerda al nuevo papa por su perfil bajo y su vida austera. Hincha y socio del club de fútbol San Lorenzo de Almagro, viajaba a menudo en transporte público; eludía las entrevistas, aunque era capaz de llamar personalmente a un periodista para justificar su negativa; y vivía en un piso compartido con otro cura en lugar de usar el palacio episcopal. Adversario de la Teología de la Liberación, es indudablemente un conservador, aunque hay obispos argentinos más a su derecha.

El papa argentino que incomodó a los Kirchner