jueves. 25.04.2024
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Foto: elcomercio

El domingo 3 de abril es el día pactado para el debate presidencial en el Perú. Si el panorama inicial de 19 postulantes hacía de este evento una fantasiosa travesía de concreción, la renuncia de 9 de ellos aplaca tal esfuerzo. El hecho de que los aspirantes se hayan reducido a diez confirma, por enésima vez, que los proyectos caudillistas terminan en fracasos absolutos. La razón de los retiros voluntarios hay que encontrarla en el pragmatismo y en la pura conveniencia. Esta es la inscripción electoral. El temor de perder la etiqueta de partido nacional por ese requisito de la ‘‘valla electoral’’ revela a los rostros asustadizos de la campaña.

No sorprendió, pues, que existiera una abundancia indiscriminada de nombres. En territorio peruano este tipo de florecimientos espontáneos son típicos y repetitivos, pues evidencian la nula constitución de instituciones programáticas sólidas. Una vez que el mecenas se aburre de su aventura desbarata toda credulidad política. Solo reconociendo que nos hallábamos frente a empecinadas empresas es posible comprender la retirada masiva de los candidatos.

Poco importa que de la contienda varios hayan decidido por la fuga. Lo verdaderamente trascendental aquí es la soltura improvisada del máximo órgano electoral en los momentos en que ha tenido que intervenir. Los retiros de Julio Guzmán (Todos por el Perú) y César Acuña (Alianza para el Progreso) están ya olvidados por el elector peruano. Sin embargo, hace falta reflexionar a modo de cuestionamiento los criterios relativos aplicados por el Jurado Nacional de Elecciones que, ciertamente, generan serias sospechas. Si queda claro que la exclusión de Acuña se dio por el reparto de dinero (práctica ilegal durante el proceso electoral), es inexplicable la continuidad de Keiko Fujimori (Fuerza Popular).

La candidata fujimorista ha incurrido en las mismas faltas que el señor Acuña. A pesar de esto, las artimañas retóricas y legalistas de sus adeptos han impedido que el JNE tenga la firmeza mostrada en el caso del líder de Alianza para el Progreso. No solo la dilación en la toma de decisiones es responsabilidad inmediata del máximo órgano electoral, sino la flexibilidad extrema e irresponsable, avalada por un reglamento que se soporta en las negligencias parlamentarias, para aceptar que en cualquier momento un candidato, dueño de su agrupación, opte por retirarse movido por una imperiosa, pero caprichosa necesidad de conservar su rótulo de partido nacional.

Así pues, el 10 de abril los electores peruanos tendrán en sus manos cédulas en las que figurarán rostros de postulantes que ya no son tales. Es decir, observarán a 17 personajes, de los cuales únicamente diez mantienen su tentativa (de no ser, claro está, que en el transcurso de la próxima semana alguno más decida escapar del reto presidencial). De esta manera, no solo las prácticas políticas del Perú son vergonzosas en materia de institucionalidad. El Jurado Nacional de Elecciones ha sido a la vez víctima y culpable del bochornoso espectáculo que hoy presencia el país.

Si el caso de cédulas electorales fingidas constituye una grave falta de respeto para el votante peruano, ojalá que esa no sea la situación de la organización del denominado ‘‘debate presidencial’’ del domingo próximo. Es cierto que este tipo de eventos son ya habituales en el escenario político del Perú, sin embargo, jamás han sido en sentido estricto debate de ideas o programas. Por el contrario, o bien se ha insistido tercamente en la exposición monolítica sin nulo contraste de propuestas o bien los postulantes han optado por el insulto fácil o el ataque barato.

Para no caer en lo primero, es decir, en que los candidatos solo ‘‘expongan por exponer’’, el JNE ha decidido realizar duelos de parejas con los diez nombres todavía supervivientes. La estructura del acontecimiento presidencial está compuesta de cuatro bloques. Uno primero de exposiciones generales de cada aspirante. El segundo momento será el de los duelos de a dos. La tercera etapa dará voz a los ciudadanos, a través de preguntas seleccionadas que les serán formuladas a los participantes del debate presidencial. Y finalmente, el cierre se otorgará una vez más con las intervenciones individuales de cada uno de ellos. Se espera que el debate tenga una duración de dos horas y media.

Hay dos hechos sobre el ‘‘suceso presidencial’’ que han llamado la atención de la prensa mediática peruana. Por un lado, el coincidente encuentro entre dos enemigos declarados de la política peruana que este domingo se verán las caras de manera directa en uno de los duelos. Estos son Alan García, caudillo de Alianza Popular, y Fernando Olivera (Frente Esperanza). Incita a interés propagandística tal encuentro, pues a inicios de la década de 1990 Olivera fue un tenaz crítico y perseverante investigador sobre el enriquecimiento de García, tras el primer gobierno alanista. En aquella época, el candidato de Frente Esperanza unía fuerzas con una también voluntariosa Lourdes Flores, actual pareja electoral de Alan García. Será, pues, la primera vez pública que Olivera tenga en frente a quien considera como todo un ‘‘experto de la corrupción’’.

Y por otro lado, aunque de menos impacto ‘‘noticioso’’, el careo entre Alfredo Barnechea (Acción Popular) y Gregorio Santos (Democracia Directa). Fue curioso que en un debate anterior, el representante de Acción Popular haya negado su participación, pues aseguraba que no estaría presente frente a un preso, en referencia a Santos. Aquel día el líder de Democracia Directa participó vía telefónica. Ahora, al ser imposible que desista, Barnechea tendrá ante él, a pesar de su segura indignación, a un candidato condenado, vía skype, con quien deberá debatir.

Iniciarán las confrontaciones Verónika Mendoza (Frente Amplio) y Alejando Toledo (Perú Posible), quienes tuvieron que conformar esta dupla, debido a que sus respectivas parejas, ¡cómo no!, anunciaron su retiro de la competencia presidencial. La situación de una y otro es radicalmente opuesta. Toledo solo pervive en la memoria por aquellos instantes de gloria que le dio la ‘‘Marcha de los cuatro suyos’’ para alcanzar la presidencia a inicios de siglo. Hoy su permanencia está alentada más por terquedad y orgullo que por una ilusión factible. Mendoza, en cambio, ha cobrado notoriedad relevante, no solo por representar a una izquierda fresca, sino sobre todo porque está rodeada de un grupo de especialistas preparados en ámbitos esenciales del país. Además de un carisma que le está valiendo el acrecentado apoyo de los jóvenes y sectores progresistas. La realidad hoy coloca a Mendoza como una candidata con posibilidades reales de acceder a la segunda vuelta electoral.

Completan la lista del debate Pedro Pablo Kuczynski (Peruanos por el Kambio), Ántero Florez-Araoz (Partido Orden), Keiko Fujimori (Fuerza Popular) y Miguel Hilario (Progresando Perú). Los dos primeros tendrán la ocasión de intercambiar propuestas, sabiéndose Kuczynski portador de cierto reconocimiento mediático. Hasta hoy las encuestas y varios medios de comunicación hacen fuerza para que él sea el opositor de Fujimori en el balotaje. Y finalmente, Keiko Fujimori deberá mantener un perfil que ha conservado durante todos los meses de campaña, es decir, uno silencioso y conservador, en el que ella casi no ha aparecido ante ninguna plataforma masiva. Su ‘‘colchón electoral’’, como es bien sabido, se lo debe enteramente a su padre preso.

Debate presidencial, ¿exposición de propuestas o insultos a diestra y siniestra?