viernes. 29.03.2024

@jgonzalezok | La tragedia de Rosario, donde murieron 13 personas por una explosión de gas, cortó la campaña para las elecciones primarias de este domingo, pero una nueva protesta contra el gobierno, la corrupción y la inseguridad, marcó las horas previas a esta consulta. La protesta, sin embargo, tuvo mucha menos trascendencia que las tres anteriores, especialmente la del pasado 18 de abril.

Las manifestaciones se desarrollaron tres días antes de que Argentina celebre unas elecciones primarias que definirán los candidatos a los comicios parlamentarios del próximo mes de octubre. Entonces se renovará la mitad de los miembros de la cámara de Diputados –que tienen mandato por cuatro años- y un tercio de la de Senadores –que lo tienen por 6 años. Las primarias son una novedad relativa en Argentina, fruto de una ley de reforma política sancionada a fines de 2009 y que se aplicó por primera vez dos años después.

Pero, desde el inicio, estas primarias han perdido su sentido original, ya que en la mayoría de los casos hay candidatos únicos, digitados desde las cúpulas de los partidos. La excepción fundamental se da –y solo en el distrito de la capital- en el espacio de centroizquierda que se presenta como UNEN, y que está integrado por radicales de la UCR, Coalición Sur y otros grupos menores.

La consulta de este domingo servirá como un termómetro. Pero, sobre todo, para ver el desempeño de Sergio Massa, el hasta ahora alcalde de Tigre –municipio del norte del Gran Buenos Aires-, que acaba de romper con el gobierno. Dependiendo del resultado que logre en estas primarias –y según las encuestas puede ser el ganador-, quizá provoque que en la elección real, el 27 de octubre, se defina el voto útil, tan importante en una sociedad tan polarizada como la argentina. 

Las elecciones de octubre, además, serán importantes para el futuro del kirchnerismo. Todo indica que, sin necesidad de que el gobierno sufra una derrota clara, se entierre definitivamente el proyecto de reelección de Cristina Fernández, ya que no estaría ni cerca de lograr los dos tercios parlamentarios para reformar la Constitución.

La campaña, anodina, estuvo marcada por la ruptura con el kirchnerismo de Massa, que llegó a ser jefe de gabinete de Cristina Fernández. En los últimos años se había mantenido callado pero distante del gobierno, que lo había incluido en la lista de tibios o directamente de los enemigos, a pesar de que formalmente seguía integrando las filas del kirchnerismo.

Del lado del oficialismo la principal novedad ha sido la presentación en sociedad de Martín Insaurralde, principal candidato del gobierno para encabezar la lista de candidatos a diputados de la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral del país y donde están en juego 35 diputados. Sin ningún capital político propio, de limitadas habilidades discursivas y prácticamente desconocido fuera de su distrito, fue una elección personal de Cristina Fernández. Alcalde de la localidad de Lomas de Zamora, al sur del Gran Buenos Aires, se limitó en la campaña a acompañar a la presidente, que fue quien protagonizó todos los actos. La principal labor de la mandataria fue promover su imagen, llevándolo por ejemplo a visitar al papa, ocasión en la que aprovecharon para sacarse una oportunista foto con el pontífice; y también lo llevó a diversas inauguraciones, lo que provocó acusaciones por violación del Código Electoral.

La norma de la reforma política de 2009 establece que  "durante la campaña electoral, la publicidad de los actos de gobierno no podrá contener elementos que promuevan; expresamente la captación del sufragio a favor de ninguno de los candidatos a cargos públicos electivos nacionales".

La campaña oficial registró, además, la novedad de la rehabilitación dentro del kirchnerismo del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Hasta hace días era repudiado por los sectores más radicales del oficialismo, incluyendo la agrupación juvenil La Cámpora. Y se especulaba con que daría el mismo paso de Massa, pero se quedó y todo cambió.

La nueva conformación del parlamento en los dos próximos años, que son los que le quedan a Cristina Fernández en la Casa Rosada, marcará un período sumamente importante en varios aspectos. Porque será cuando se defina el postkirchnerismo y los candidatos para suceder a Cristina: Massa, Scioli y el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri ya se anotaron.

Si el Congreso y el Senado dejan de ser los fieles seguidores de las instrucciones del gobierno, cambiará también la dinámica política. Cuando hace cuatro años el kirchnerismo perdió la mayoría que tenía en las dos cámaras, la oposición no se atrevió a luchar por la presidencia del Congreso y su posición se diluyó. Ahora parecen haber aprendido la lección y estar dispuestos a no dejarse arrebatar el premio, si es que logran los votos suficientes. 

Pero Argentina está lejos de tener una oposición unida, como en Venezuela. Aparte de las fuerzas mencionadas hay que destacar al PRO (derecha), que seguramente ganará en la capital. Y hay algunas diferencias internas importantes, como las que se han visto en  UNEN, donde Lilita Carrió, histórica dirigente de ARI, se peleó antes de las internas con uno de los candidatos aliados, el ex ministro kirchnerista Martín Lusteau.

Y hay todavía una oposición extraparlamentaria pero muy importante, en términos de influencia. No olvidemos que el discurso más duro de la campaña no fue el de ningún candidato. Lo pronunció Luis Miguel Etchevehere, presidente de la Sociedad Rural, denunciando que el gobierno había dilapidado, con prácticas populistas, corrupción y propaganda, la enorme cantidad de divisas que el campo produjo en estos años. “La década ganadas es la década donde nos quedamos sin infraestructura, sin rutas, sin comunicaciones, sin trenes, sin energía, sin reservas de gas y petróleo; la década ganada es la década donde se destruyó el Indec (instituto de estadísticas), para así, sin datos ni estadísticas reales, ocultar la verdadera pobreza y la verdadera inflación”.  

Cacerolazo y cierre de campaña en Argentina