jueves. 25.04.2024

Con un 50,66 % de los votos (7.505.338 sufragios), Nicolás Maduro ganó las primeras elecciones sin Chávez, a cuarenta días de la muerte del líder. De acuerdo a los datos proporcionados por el CNE (Consejo Nacional Electoral), sobre el 99,12 % de votos contados, el opositor Henrique Capriles sacó el 49,07 % (7.270.403 votos). Es decir, una diferencia de 1,59 %, o 234.935 votos. El pasado 7 de octubre, Capriles había obtenido el 44,3 % de los votos (6,6 millones), frente al 55,07 % de Chávez (7,9 millones). El candidato opositor sacó algo más de 670.000 votos en esta ocasión, mientras que Maduro perdió casi 4,5 puntos respecto a lo logrado por el fallecido presidente.

El estrechísimo margen obligó al CNE a retrasar la publicación de los datos oficiales, ya que su política es no dar resultados hasta que no haya una tendencia irreversible. La larga espera invitó a recordar el Chile de 1988, cuando Pinochet perdió el plebiscito que pretendía la continuidad de la dictadura. O en la Nicaragua en 1990, cuando Violeta Chamorro derrotó a Daniel Ortega, contra todo pronóstico. Uno de los rectores del CNE, Vicente Díaz, pidió que, dado lo estrecho del resultado, se revise la totalidad de los comprobantes de voto. En Venezuela el voto es electrónico, pero queda una constancia en papel, que sería el respaldo a recontar, para que el resultado no plantee dudas. En su primer mensaje, Maduro aceptó la propuesta.

Tras el discurso de Maduro desde el Palacio de Miraflores, Capriles dijo que no reconocerá el resultado hasta que no haya un recuento total de votos. “El gran derrotado es usted”, dijo dirigiéndose a Maduro, y habló de 3.200 incidencias documentadas, que afectarían el resultado. Respondió también a la afirmación de su adversario, que aseguró que Capriles le habría propuesto un pacto dado lo estrecho del resultado: “Yo no pacto ni con la mentira ni con la corrupción, mi pacto es con dios y con Venezuela”. Capriles también afirmó que la paz del país y el futuro de Venezuela dependen de que se conozca la verdad de los resultados

Maduro no hizo prácticamente ningún anuncio relevante en su discurso. Más allá de la retórica y el recuerdo a Chávez, dijo que ahora se abría una nueva etapa, la de la eficiencia y la honestidad. Y retomó la promesa del fallecido presidente, que habló de “pobreza 0” en 2019. También denunció que había una operación internacional para atacar a la democracia venezolana y dijo que se había detenido a un nuevo grupo procedente del exterior, prometiendo dar más detalles en las próximas horas.

A pesar del estrecho margen, parece difícil que el recuento manual revierta los resultados. El vencedor debería asumir oficialmente la presidencia esta misma semana. Momento en que el nuevo presidente deberá empezar a gestionar la herencia que le dejó Chávez. Recibirá un país más igualitario, gracias a los inmensos recursos petroleros y la política asistencial del chavismo, pero con grandes problemas estructurales, sobre todo por la dependencia casi exclusiva de los ingresos del crudo. Más de siete décadas después de que Arturo Uslar Pietri lanzara la idea de “sembrar el petróleo”, ningún gobierno venezolano hizo nada para cambiar la estructura productiva del país y tampoco lo hizo el chavismo, a pesar de los 14 años en el poder.  

El país ha estado prácticamente paralizado en los últimos meses por la enfermedad de Chávez, las dos convocatorias a las urnas para elegir presidente y otra elección intermedia para gobernadores de los estados. Pero los problemas se acumulan. A las devaluaciones  de casi el 50% desde enero, hay que sumar una inflación del 25 %, escasez de dólares para importar y un dólar negro que se cotiza a un 360 % sobre el cambio oficial. La deuda externa, de 90.000 millones de dólares, no deja de aumentar desde 2007. El gasto público descontrolado llevó a un déficit del 22 % del PIB. Hay desabastecimiento de productos de primera necesidad, como harina, azúcar, leche, aceite o manteca. Los apagones, que el gobierno achaca a sabotaje, son responsabilidad de la empresa Corpoelec, presidida por Argenis Chávez, hermano del expresidente. Entretanto, la infraestructura se desmorona y la criminalidad coloca a Venezuela como uno de los cinco países más violentos del mundo, con una tasa de 55 homicidios cada 100.000 habitantes.

Desde el punto de vista económico, una de las claves será el precio internacional del petróleo, que sigue alto. Una caída sería dramática para el futuro presidente. Sobre todo porque las exportaciones vienen cayendo: de los 3,1 millones de barriles diarios que producía en 2001, bajó a 2,3 millones en 2010. Y esto por una combinación de mayor consumo interno –a precios ridículos- y baja en la producción por deficiente mantenimiento. Venezuela, además, vende petróleo subsidiado a Cuba, Nicaragua y otros países latinoamericanos y del Caribe, además de sus envíos a China a cambio del pago de la deuda.

A pesar de que el chavismo cosechó en esta elección su peor resultado, excepto cuando perdió el referéndum por la reforma constitucional de diciembre de 2007 –aquella “victoria de mierda”, como la calificó Chávez-, Maduro tendrá todos los resortes para gobernar sin cortapisas. En la Asamblea Nacional, el chavismo tiene una mayoría de 98 escaños frente a los 65 del opositor MUD. Las Fuerzas Armadas, que se alinearon políticamente con el gobierno durante estos últimos 14 años, una Corte Suprema chavista y un importante conglomerado de medios oficialistas, le aseguran seis años con todo el apoyo institucional para gobernar frente a las tormentas que, sin duda, se le presentarán en el camino.   

Ajustadísimo triunfo de Nicolás Maduro en Venezuela