jueves. 28.03.2024

Antonio: “ Es lo único que pido; / y también que me dejéis mostrar su cadáver en el foro y hablar en la tribuna, / como corresponde a un amigo, / en el curso de la exequias.” / Bruto: “Concedido, Marco Antonio.”/ ( Julio César”.Willian Shekaspeare.)

En este triste momento en que he conocido la muerte de Hugo Chávez Frías, no abrigo sombra de duda de que desaparece una figura extraordinaria para toda la izquierda latinoamericana, pero también para la española, en la medida en que ese hombre encarnaba como nadie una insobornable voluntad de lucha y transformación hacia una una sociedad más justa y solidaria en el contemporáneo capitalismo globalizado. Una sociedad que él nombró como un socialismo para el siglo XXI. Estoy convencido que su legado, moral y político, pervivirá largo tiempo a pesar de la indisimulada y obscena alegría que provoca su muerte entre todos los exponentes del reaccionarismo global. Se van a llevar un buen chasco esos sicarios de la mentira si se creen que, una vez muerto el perro, se acabó la rabia. Del mismo modo que se equivocaron cuando creyeron que al organizar contra Chávez una de las mayores operaciones de desestabilización y manipulación informativa posmoderna que se recuerdan desde la guerra fría, podrían por sí sóla derrotar- como antaño sucedió con Allende, Arbenz, Sandino, Bosch y tantos otros- la fuerza incontenible del cambio. La vigencia de su legado crecerá con el paso del tiempo porque, sencillamente, sintoniza armónicamente con unos pueblos hartos ya de pobreza y humillaciones seculares.

Lo que algunos mentecatos llaman despectivamente “chavismo” no es, en realidad, más que una fórmula política que  combina sabiamente el empoderamiento democrático de las mayorías marginadas por el capitalismo, con la construcción de un modelo socioeconómico basado en una mayor justicia e igualdad en la redistribución de las rentas y con el impulso de la vieja visión bolivariana (sí, la de Simón Bolivar, el Libertador!) de cooperación e integración entre los países de América Latina. Se trata, pues, de propuestas universales que entroncan con la tradición histórica de la izquierda y el progresismo latinoamericano. Es decir, de un pensamiento que existía antes de Chávez y que seguirá vivo después de Chávez.

Me permito desahogar en este artículo mi sentimiento de pena y dolor por la muerte de un hombre al que he conocido en persona -siquiera superficialmente-, al que respetaba y en el que creí reconocer la misma estirpe de los viejos y admirables revolucionarios que en el mundo han sido y serán.

Donde escribientes y politólogos chusqueros -bastantes de ellos de a tanto la línea- veían un patán zambo, un nuevo caudillo bananero, un Trujillo, un Pinochet, un Somoza. Un personaje de la misma ralea de los tiranos creados por la fértil imaginación literaria de Roa Bastos, García Márquez o Miguel Ángel Asturias. Yo -disculpen que personalice- veía un líder político honrado, un hombre inteligente e íntegro, un extraordinario orador apegado a su pueblo y un demócrata a carta cabal. ¡Además, a mucha honra!

Recuerdo ese 21 de abril de 2002, en el que, encaramado arriba de un alto hotel de Caracas, veía bajar a decenas de miles de venezolanos, a riadas de hombres y mujeres inermes, dispuestos a defender -a como diera lugar- a su presidente, al que que habían dado el poder con la abrumadora mayoría de sus votos. Ese ominoso día del golpe gorila, en que el embajador español Viturro (con instrucciones del gobierno del nefasto Aznar López) y el virrey de los USA en la tierra de Bolívar, tenían el descaro de ir a presentar sus respetos al títere Carmona Estenga, una especie asilvestrada de Díez Ferrán criollo. Y como, pocas horas después del secuestro del presidente Chávez, los golpistas huían despavoridos con sus pamelas y sus fracs de Miraflores, puestos en fuga por militares leales y el pueblo enardecido. También conservo viva en la memoria las tres ocasiones en las que tuve el privilegio de asistir en directo a los denostados -por esos periodistas/empresarios millonarios que se autodesignan como los guardianes de la libertad de información- a tres sesiones ¡Aló, Presidente! lo que me permitió disfrutar del portentoso talento que tenía   Chávez para la comunicación: de su incansable capacidad de reflexionar sobre lo divino y lo humano, de cantar a capela con Danny Glover y Harry Belafonte la famosa “Cecilia”, de evocar historias y metáforas, de citar desde Gramsci a Mariátegui, de Rocío Dúrcal a Daniel Viglietti, de Cristo al Ché, de Maradona a Fidel Castro, de destituir en directo a algún ministro pillado “in fraganti” en irregularidades, de conversar durante largo rato con gentes del pueblo que le explicaban sus cuitas y sus problemas. ¡Anatema, todo ello es una prueba irrefutable del nefando crimen del populismo! Pues sí, ¿qué pasa?

También, el recuerdo imperecedero de su viaje a Madrid, con su acto vibrante en la sede de Comisiones Obreras de la calle Lope de Vega, con una taza de café en la mano, impartió una disertación sobre las dinámicas de la globalización, salpicadas con su buen humor y su extraordinaria humanidad. Antes, en el Círculo de Bellas Artes, tuvo un encuentro con un reducido grupo muy plural de personas provenientes del mundo político, la academia y la cultura, al que tuve el honor de asistir gracias a la amistad del profesor Juan Carlos Monedero. En el que largo tiempo dialogó, con sosiego, con gentes tremendamente hostiles como el profesor Elorza. Como colofón de su viaje Chávez anunció la firma de contratos para la construcción naval y aeronaútica que podía garantizar muchos puestos de trabajo en España...que fueron boicoteados por el gobierno de Bush al prohibir el uso de tecnologías de patentes norteamericanas.

Chávez ha sido el principal constructor de la nueva América Latina (junto a Lula, Dilma, Correa, Mujíca, Evo y otros miembros del Neoeje del Mal), que empieza a crecer y democratizarse inconteniblemente, que quiere zafarse del sometimiento colonial, el subdesarrollo y la pobreza. En medio del odio, eso sí, de las oligarquías gorilas (siempre dispuestas al golpismo y las operaciones encubiertas, antes que aceptar la soberanía popular) y de la permanente hostilidad de las potencias neocoloniales (con la marca Reino de España como fiel infantería de las multinacionales españolas en busca del nuevo Eldorado y del chollo).

Chávez consiguió en su país vencer democráticamente -con su Revolución Bonita- todas las presiones hasta conseguir redistribuir entre la mayoría de los venezolanos unas rentas petroleras que antes iban a parar a los bolsillos de una minoría corrupta y criminal. Una redistribución que permitió reducir la pobreza de modo fulgurante, declarar Venezuela zona libre de analfabetismo, construir decenas de miles de viviendas, crear Misiones como Barrio Adentro o Milagro para combatir la marginalidad. Pero todo eso no era más que populismo de la peor especie y compra de votos, según esos mismos tipos que tanto les da en España devolver 40.000 millones de euros anuales a los bancos alemanes aunque eso dé lugar al desahucio de 500.000 personas y que 6 millones de ciudadanos no tengan trabajo. Mal que les cueste, el liderazgo de Chávez consiguió empoderar políticamente a una mayoría de ciudadanos que, bajo la fachada de unos formulismos democráticos más falsos que Judas, estaba condenada a la marginación y la más absoluta exclusión en el régimen de la IV República.

La visión libertadora de Chávez tuvo ,además, la lucidez y el acierto de promover la cooperación y los proyectos comunes entre los demás países hermanos de América Latina. Tanto a partir del atractivo ejemplar de la transformación real que experimentó Venezuela para otros pueblos, como por la puesta en marcha de organismos regionales de cooperación fuera de la tutela del Big Brother de Washington, como el CELAC, el ALBA o el Mercosur ampliado.

Desdichadamente, una parte de la izquierda europea y española - prisionera de su prepotencia eurocéntrica y de una ideología cada vez más engullida por el liberalismo pseudodemocrático- prefirieron ser los corifeos de aquellos que consideraban a Chávez (o a Evo o Correa) como un patán mestizo ... como un un patético sátrapa... como un militarote golpista instruido en la legendaria Escuela de las Américas de la CIA...como un agente comunista irredento a sueldo de La Habana, ya que Moscú había desaparecido del mapa... un cripto terrorista anfitrión de las malvadas FAR, de ETA, de las células durmientes de Al Qaeda, un socio secreto del feísimo Ahmadineyad, del Fu Manchú norcoreano... Mientras esos protectores de la libertad daban cobijo al sanguinario multiterrorista de la CIA Posada Carriles, asesinaban y secuestraban selectivamente a troche y moche por doquier, invadían países hasta su desmembramiento y destrucción, se hinchaban de hacer negocios con los ultra demócratas saudíes, kuwaitíes, cataríes o cualesquiera otros siniestros sátrapas. Pero, con esos pecadillos ¡pelillos a la mar! Lo importante era denunciar el populismo de Chávez o si Evo tenía unos jerseys de mal gusto cuando ponía en vereda a Repsol y demás angelitos del IBEX 35.

Una izquierda ciega y sorda ante los Guantánamos, los Abú Grahib, los waterboarding, los drones, las prisiones secretas, los falsos positivos, los Enrom, los Lehman Brothers, la deuda infinita del sur con el norte, los asesinatos nada selectivos de los palestinos y todo ese”tutti cuanti” contemporáneo del terror capitalista.

Se trata del mismo tipo de ceguera, ya patológica, que impide ver la necesidad de una alternativa a una democracia secuestrada por los poderes oscuros del dinero y que asiste impávida al expolio de los servicios y los derechos de todos en la desdichada Europa.Esa ceguera nos puede llevar por la misma cloaca por la que -¡ojalá!- pronto se precipiten nuestras sacrosantas democracias europeas tuteladas por Goldman Sachs y el Bundesbank.

La figura de Chávez ha querido ser reducida -con pertinaces y grotescas campañas de mentiras- a un nuevo Tirano Banderas esperpéntico. Pero la realidad incuestionable es que accedió y se mantuvo en el poder hasta su muerte por medio de elecciones democráticas, que ganó limpiamente (¡qué más quisiéramos tener en nuestro país unas garantías de transparencia electoral similares a la legislación venezolana!) una y otra vez, para desesperación de una oposición antidemocrática y golpista alentada y financiada por los think tank ultraliberales (tipo la FAES y de las JONS).

Le dicen a Chávez populista despreciativamente, gentes que ganan elecciones mintiendo deshinibidamente al electorado, manipulando a la opinión con unos medios controlados por intereses empresariales opacos, con unos dineros más negros que el carbón, fruto de los cohechos y los sobornos de los Gürtel o de L. el Cabrón. Y se quedan más anchos que largos esos canallas.

Le han acusado de instituir un régimen dictatorial en un país en el que la oposición controla unos medios de comunicación privados en los que se puede propugnar el magnicidio y el golpismo abiertamente, sin que nadie los cierre, como sería justo y deseable para el bien público. Con una oposición liderada por un personaje fascista como Capriles, entre cuyas hazañas bélicas se cuenta que, el día del golpe de estado contra Chávez, intentó asaltar, junto a otros matones de su calaña, la embajada cubana en Caracas. Claro que es difícil saber si ese audaz sujeto es mejor que su antecesor, el fugado Rosales, que tuvo que poner pies en polvorosa con el suculento botín producto de sus saqueos y desfalcos. Ya, como traca final de este sainete antichavista, los ingeniosos y veraces comentaristas capaces de editar fotos falsas de la agonía del presidente Chávez, tienen la desfachatez de considerar que las victorias electorales de Chávez (o Evo o de Correa, tanto les da unos que otros) dividen dramáticamente el país...si los que ganan las elecciones son los execrables populistas, porque si ganasen los suyos por el mismo margen titularían a cinco columnas: “Gran triunfo de la democracia en Venezuela (o en Bolivia o en Ecuador, “of course”).

Un jefe de estado elegido democráticamente, como Chávez, al que el rey de España se permitió escupirle en público su grosero “¿porqué no te callas?”, ante los complacidos y estúpidos aplausos de los cortesanos (antes de que su Majestad se convirtiese en el cazador cazado, vecino de la tal Corinna y demás asuntos turbios). Ahora, toda esa cohorte de fachas, liberales, socioliberales, intelectuales a sueldo del mejor postor y académicos enmucetados (como decía el gran Miguel Espinosa), todos ellos en posición de firme, están contentos y alegres con su muerte, porque saben que desaparece un colosal enemigo. Pero reitero, se equivocan, porque al fin y al cabo, Chávez no era nada más- ¡y nada menos!- que la expresión de la voluntad del pueblo venezolano y de los demás países hermanos para liberarse de la siniestra tenaza al que les someten las potencias neocolionales y las insaciables clases parasitarias nativas. La semilla del cambio sembrada por Chávez seguirá creciendo en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador y, también, en Argentina, en Brasil, en Perú, en Nicaragua, en Cuba....

Sí, Chávez ha muerto, así que, ¡Viva Chávez carajo!

¡Que viva Chávez, carajo!