viernes. 19.04.2024
vox

Imaginemos una realidad alternativa. Nos situamos en el pasado 28A, elecciones nacionales. El PSOE logra 123 escaños, cumpliendo las altas expectativas que había generado, tras una campaña incendiaria el PP cae pero logra mantener su hegemonía en la derecha, el bipartidismo se refuerza con respecto a los nuevos partidos.

Llega la inauguración del congreso. Cientos de fotógrafos y periodistas se agolpan a las puertas y en los pasillos. Los equipos van de un lado a otro, en medio de la confusión nadie se da cuenta de un detalle. Los diputados se sientan y la mesa de edad da inicio a la legislatura. En ese momento y sólo entonces, los periodistas se percatan. De los 350 diputados, solo hay dos mujeres y para mayor sorpresa, una de ellas es del partido de la alt-right Vox.

Por supuesto, esto es una invención. España, gracias a la lucha de miles de mujeres en la calle y en la tribuna, tiene el orgullo de tener uno de los parlamentos con mayor porcentaje de mujeres. Gracias a la lucha feminista y a la dedicación de políticas históricas como Campoamor o Nelken este escenario es imposible.

Para que la gente se sienta representada, ha de compartir atributos con los diputados. Los escaños han de llenarse de reflejos de la sociedad. En 1978, 21 mujeres no eran suficientes siendo este género un 50% del país y en 2019 sólo dos diputados negros no son suficientes para representar un 2,4% de la población.

Ante unos movimientos sociales con base materialista, esta estrategia dejará de tener sentido. Busquemos la solución a los conflictos actuales en los logros del pasado

En estas elecciones casi ocurre un suceso muy particular. Si no fuera por un diputado del partido socialista, de los 350 miembros del congreso, sólo uno habría sido negro. Y, aún más chocante, este diputado sería Ignacio Garriga, de Vox.

¿Es Vox un partido decente maltratado por la izquierda mediática?, ¿Se puede ser xenófobo teniendo diputados negros o machista teniendo diputadas? ¿Tenemos más ejemplos de este fenómeno en otros países?

Esta estrategia no es nueva, responde a una táctica típica de los nuevos movimientos de la alt-right a nivel internacional. La idea básica es usar a miembros de un colectivo determinado para mantener discursos xenófobos y dificultar que sean criticados por los medios o la oposición.

downloadTrump fue uno de los primeros que puso de moda esta idea. Como señala el corresponsal de la Casa Blanca del Washington Post Toluse Olorunnipa, el ahora presidente se hizo fotos en la campaña con banderas LGBT y bromeó sobre que las personas transexuales podían usar el baño que quisieran en sus oficinas. Usó a personas de estos colectivos buscando una apariencia de tolerancia pero luego ha legislado y ejercido el poder en su contra.

Desde la oposición, esta idea se aplica en su relación con los medios: Si te acusan de racista: Manda a una persona negra a defender tus ideas. ¿Te tachan de machista? Pues mandas una mujer. Es una estrategia que puede parecer absurda, ¿Que importa a quien manden, si en los debates se responden a las ideas?

Esta táctica les funciona gracias una de las ideas más integradas en la izquierda española e internacional: La “Standpoint theory”. La premisa básica de este concepto es la siguiente: Si quieres debatir sobre un conflicto, has de tener en cuenta la visión de las personas que viven ese problema por encima de las que no. De esta manera para hablar de aborto se ha de escuchar a las mujeres, para hablar de racismo a los inmigrantes y para hablar de la comunidad LGBT+ a los miembros de la misma.

Esta visión ha ganado fuerza con la diversificación de las personas poderosas a nivel internacional. Antes, muchos de los políticos, periodistas y personas de influencia mediática eran hombres blancos y heterosexuales. Estos debatían sobre todos los problemas y muchas veces se perdía la visión de las personas que viven esa realidad en su día a día.

Esta idea ha ayudado a la izquierda a huir del enfoque puramente económico que había sido tan predominante y a enriquecer la raíz de las luchas que defiende pero ha creado un punto débil del que se ha aprovechado la extrema derecha por partida doble.

¿Cómo va a debatir un hombre blanco de izquierdas con una persona negra nacionalizada o una mujer de Vox sobre lo que supone ser inmigrante o mujer?

Por un lado, la ultraderecha usa esta teoría para combatir cualquier crítica en temas delicados. Los tertulianos y periodistas no se atreven a poner contra las cuerdas a un ciudadano negro en temas de inmigración. Temen romper sus propios esquemas y que parezca que le están explicando a un miembro de una minoría que saben mejor que él lo que sufre el colectivo al que pertenece.

Por el otro, usan a estos “voceros” para presentar una especie de corriente contrahegemónica. “No todos los homosexuales estamos a favor de las leyes LGTB” “No todos los inmigrantes estamos a favor de políticas migratorias de acogida” etc… se plantan como una especie de resistencia contracultural. Hacen que su discurso conservador parezca revolucionario.

Cómo he tratado previamente, el discurso funciona porque gira una idea de la izquierda posmoderna contra sí misma. ¿Cómo va a debatir un hombre blanco de izquierdas con una persona negra nacionalizada o una mujer de Vox sobre lo que supone ser inmigrante o mujer?

La solución que propongo parece sencilla pero es relativamente difícil de aplicar: Se debe retomar el materialismo en la izquierda. Debemos volver al que siempre ha sido nuestro campo de batalla, la visión económica de la historia y los conflictos. En este sentido señala el pensador marxista Paul Mason que en un interesante artículo sobre la vandalización de la tumba de Marx por miembros de la alt-right, hace hincapié en el miedo que tienen estos grupos de una izquierda materialista organizada.

Esto no implica renegar de las nuevas olas de derechos sociales. El feminismo o el antirracismo han de reforzarse dándoles una base económica. ¿Afecta por igual el patriarcado a Ana Botín y a una Kelly? ¿Sufren el mismo racismo los jeques árabes del petróleo y los manteros?  Ningún conflicto social se puede entender aparte de la economía. Aun cuando esta no es la raíz, sirve para empeorar el problema.

Siguiendo esta idea ¿Cómo se puede enfrentar a los falsos portavoces de minorías de la alt-right? Con táctica: Nunca caer en expresiones ofensivas como “El negro de Vox”. Confrontar a estas personas con realidades objetivas y alejadas de raza, género o su atributo concreto. Si viene un chico negro le preguntas sobre su postura antiabortista y sobre el golpe de estado franquista (Ignacio garriga ha apoyado el alzamiento y se enorgullece de que su familia se uniera al mismo) si le quieres hablar de raza te puedes centrar en su postura en temas migratorios nunca hablando directamente de Vox como un partido racista en general.

Hay que abandonar la postura paternalista que ha desarrollado en ciertos casos la izquierda. Una persona por ser homosexual, racializada o mujer no tiene por qué tener unos valores ejemplares. Hay mujeres fascistas, inmigrantes que apoyan el golpe de estado y homosexuales que quieren cerrar las fronteras. Parte del respeto a un colectivo es no idealizarlo ni adscribirlo a tus preceptos morales.

En los últimos años en España, el debate se ha centrado en luchas y conflictos muy variados: La crisis catalana, el drama de los refugiados, el tan necesario feminismo y la lucha por los derechos LGTB. Pero nos estamos olvidando de uno de los problemas que empeoran todo lo demás, la pobreza y la desigualdad.

La ultraderecha se siente cómoda en este terreno. Mucha de su fuerza electoral proviene de enfrentarse a los acuerdos de amplio consenso, ideas que pueden compartir personas desde Podemos hasta el Partido Popular. Para luchar contra ella, debemos sacarles temas que les sean incómodos.

Volvamos a nuestro campo de juego. Retomemos la lucha histórica contra la precariedad y la pobreza. Encontremos en la lucha por la igualdad económica de base la llave para enfrentar todos los problemas previamente mencionados. Aprendamos del antirracismo, del orgullo y del feminismo y dotémoslos de un contenido económico.

Ante unos movimientos sociales con base materialista, esta estrategia dejará de tener sentido. Busquemos la solución a los conflictos actuales en los logros del pasado.

El ariete de Vox. ¿Cómo combatir la falsa diversidad de la alt-right española?