jueves. 25.04.2024

Parece una broma de mal gusto, pero el parlamento nos tiene acostumbrados a sorpresas abracadabrantes. De no ser por Alberto Casero la reforma laboral no hubiese prosperado, porque algunas formaciones prefieren mantener poses ante su electorado antes que aprobar leyes cuyo contenido sea favorable a gran parte de la ciudadanía. No parece ser esto lo que demanda una democracia deliberativa. Lo hemos vuelto a ver con la denominada ley mordaza. Ha quedado sin tocarse porque algunos partidos no veían satisfechas íntegramente sus propuestas, como si el arte de la política no consistiera en mutuas renuncias que favorecen consensos.

Así las cosas, aunque parezca totalmente imposible o cuando menos harto improbable, tampoco deberíamos descartar que los gamberrismos políticos de turno invistieran a Ramón Tamames como presidente del gobierno. Sería interesante comprobar el equipo gubernamental que propondría, porque a buen seguro no lo habrá pensado. ¿Serían viejas glorias como él mismo? ¿Cubriría todo el arco parlamentario? ¿Con qué Ministerios constaría? ¿Qué medidas adoptaría en seis meses? Las alternativas no consisten tan sólo en criticar y resaltar los errores, hay que hacer propuestas que puedan llevarse a cabo.

Aunque parezca totalmente imposible, tampoco deberíamos descartar que los gamberrismos políticos de turno invistieran a Ramón Tamames

Obviamente nos encontramos ante una patética puesta en escena de un partido antisistema como Vox, que no ha encontrado a nadie más que se prestase a este juego. Un líder comunista que jugó un papel relevante durante la oposición al franquismo y la Transición. Reputado economista, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, con múltiples reconocimientos en muy diversos ámbitos. Quizá crea que da este paso por su coraje cívico, pero da la impresión de que su narcisismo también pudiese aportar ciertas dosis a su motivación. Es un bizarro colofón para su carrera política.

Pero, como quiera que sea, se ponen varias cosas en el tapete. La más obvia es que, lejos de hacer política, los partidos políticos únicamente quieren conquistar cuotas de poder y están dispuestos a hacer cualquier cosa para descalificar al contrincante, obviando a sus representados, los auténticos depositarios de la soberanía nacional. El parlamento parece muchas veces un circo donde se aplauden y abuchean bochornosos chascarrillos en detrimento de la democracia. Esto provoca una enorme desafección política y unas votaciones movidas por insulsas consignas ajenas a la gestión o los programas.

Quizá fuera interesante descuidar el marco de la militancia y la disciplina partidaria para optar a puestos de tanta responsabilidad

Sin embargo, nos recuerda que las candidaturas a la presidencia del gobierno pueden tener protagonistas ajenos a los partidos. Algo que nos debiera hacer pensar. Quizá fuera interesante transcender el marco de la militancia y la disciplina partidaria para optar a puestos de tanta responsabilidad. Porque además no deberían tener idea de perpetuarse, sino de dar el relevo lo más pronto posible, aglutinando por otra parte sensibilidades muy diversas, más allá incluso de las representadas en el parlamento.

En ocasiones hay felices efectos colaterales que no entraban en el cálculo de quienes activan sus causas. Quizá Vox nos dé una clave inadvertida para dinamizar la democracia. Las formaciones políticas deberían seleccionar para los puestos de máxima responsabilidad a personas competentes y no a gentes cuyo único mérito sea el de verse respaldada por cuotas partidarias. Al margen de lo que ocurra en ese debate tan singular, la ocurrencia de Tamames podría servirnos para mejorar nuestra vida democrática, que como en todas partes goza de una salud un tanto delicada.

Y si saliera Tamames: moralejas políticas de una performance sorpresiva