jueves. 18.04.2024

Mario Vargas Llosa explicó en un acto del Partido Popular que él iba a votar a ese partido, porque "Lo importante de unas elecciones no es que haya libertad en elecciones, sino votar bien y votar bien es algo muy importante porque los países que votan mal, como ha ocurrido con algunos países latinoamericanos, lo pagan caro". Para que luego hablen de la “superioridad moral de la izquierda”.

A mí, esas palabras no me recordaron al léxico del autor de “La ciudad y los perros”, si no, más bien al de Rajoy, cuando hablaba de la importancia de las cosas importantes. Pero Vargas Llosa no fue criticado por eso, sino porque parecía decir que votar al PP era votar bien y, no hacerlo, era votar mal. Por ello, ha tenido que explicarse en un artículo en El País.

Y lo ha hecho manteniendo la misma idea: hay quien vota bien y hay quien vota mal, pero esta vez, ya no en sede popular, ha explicado la bondad contraponiéndola a la maldad que puede tener un voto cuando el resultado del mismo es lamentable. Como ejemplos de lo que un mal voto puede llegar a producir, cita a Hitler, Mussolini y Franco (¿?) obviando (o a lo mejor porque ya no va a votar al PP) que, ahora, la extrema derecha puede llegar al poder en España de la mano del Partido Popular, esos para los que está pidiendo el voto Vargas Llosa. De hecho, VOX acaba de decir que piensa exigir entrar en todos los gobiernos autonómicos presididos por el PP.

Por cierto, esa explicación de Vargas Llosa es coetánea con la petición de diecinueve presidentes de compañías eléctricas europeas de “frenar al gobierno español”. Recuerdo, al efecto, aquella famosa reunión de empresarios alemanes en la que decidieron apoyar a Adolf Hitler en su acceso al poder. Lo cuenta Éric Vuillard en “El orden del día”. No lo hubiera relacionado si Vargas Llosa no hubiera hablado de Hitler.

Pues bien, por lo que a mí respecta, cada vez que hay elecciones, voy a votar. Lo hago en el colegio electoral que me corresponde y, dentro de él, en la mesa que tengo asignada por mi apellido. Utilizo una papeleta que, por cierto siempre corresponde a las mismas siglas, para no equivocarme. Me acerco a la mesa electoral con esa papeleta en una mano y el DNI en la otra y me identifico ante el presidente de la mesa. Entonces, y después de que el presidente haya verificado mi identidad, introduzco la papeleta en la urna. En definitiva, estoy seguro de que voto bien. Como mandan los cánones. Es decir, haciendo uso del derecho que me reconoce la democracia española, esa que aprobamos el 6 de diciembre de 1978.

Pero si hay un nuevo criterio en el baremo, ese que apunta Vargas Llosa, en su teoría del buen voto, calificándolo por el resultado del mismo, también estoy seguro de hacerlo bien.

Primero, porque voto a un partido que ha formado gobierno ya tres veces en la democracia española, es decir, dos veces después de que el electorado haya conocido el resultado de la primera vez que le votaron. Cualquiera podría deducir que la sociedad española, al menos la parte numéricamente más importante de ella, ha considerado ese resultado como “bueno”, por lo que ha considerado conveniente volver a hacerlo dos veces más. No quiero que esto signifique nada, pero es un dato que no deberían olvidar los calificadores del voto a no ser que se quiera menospreciar a las mayorías frente a las minorías si estas son ilustradas.

Pero es que, ese partido al que voto, nunca ha dicho a ningún presidente del gobierno "Váyase" ni tampoco ha considerado ilegitimo, ni okupa, a ningún presidente por el mero hecho de serlo de acuerdo con la constitución. Es decir, un partido que nunca ha dividido los votos en buenos y malos. Simplemente ha hecho lo que prescribe la Constitución, ganar unas elecciones o un voto de censura.

Lo que no voy a hacer es valorar mi voto por la presunción de su resultado, ni por tener una mayor antigüedad en la democracia española que la de Vargas Llosa, como no tendría sentido creer que mi voto tuviera más valor que el de una persona más joven, ni de distinto sexo, raza o religión. Ni tampoco voy a considerar mi voto mejor que el de Vargas Llosa por no opinar lo mismo que él.

Claro, que nunca he ganado un premio Nóbel y, para que nadie tenga que decirlo, como siga así, tampoco lo voy a ganar.

Yo voto bien