martes. 23.04.2024

Una de las expresiones que estos días oigo y yo mismo repito con más frecuencia entre mis amistades en relación con el Gobierno de España, y en particular sobre Pedro Sánchez, es: “todo lo que podía pasar en estos dos años para complicar la gestión del Gobierno de Coalición, ha pasado y más. ¡Ya es mala pata!”. Por ello suponemos que más de un martes, en el Consejo de Ministros, se oirá aquella expresión de Felipe II, tan conocida de la historia de España, cuando en el año 1588 regresaban a puerto sólo 65 naves y un tercio de los hombres de la conocida como Gran Armada, “La Invencible”, mermada por las inclemencias meteorológicas y derrotada en su objetivo de invadir Inglaterra, Felipe II afirmaba: «Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos»-

Tendrán bastante razón, pues ciertamente, “está luchando contra los elementos”. Lo comprobamos si repasamos el rosario de crisis provocadas por los acontecimientos excepcionales, nuevos y no previstos, que ha tenido que afrontar este Gobierno desde su constitución. 

Hagamos un repaso, no necesariamente por orden cronológico, empezando por la crisis creada por la tormenta Filomena, una nevada sin precedentes en un siglo que provocó la paralización, prácticamente total, de la mitad de España. Sigamos con la crisis del volcán de La Palma, con la erupción más grave en décadas de un volcán en nuestro pais. Con la grave crisis provocada por miles de personas, la mayoría  de ellas menores de edad, entrando en Ceuta desde Marruecos  alentadas por el gobierno de este país.

No está mal la carrera de obstáculos que ha tenido que ir saltando, uno a uno, este Gobierno. Así es que Pedro Sánchez bien podría también exclamar: «Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos»

Sigamos. La “gran  crisis” de la Pandemia mundial del COVID-19 nos ha dejado más de 100.000 personas fallecidas y cerca de 11 millones contagiadas, lo que ha provocado, al menos, otras seis emergencias o crisis entrelazadas entre sí por los efectos del mayor paro mundial de la economía desde 1929, y con ello, una profunda crisis social, desempleo y pobreza, una fuerte caída de rentas e inversión, con la inesperada escasez e inseguridad en la distribución de las mercancías que ha dislocado las cadenas de producción en muchos sectores. Una crisis, la  pandémica, que ha alterado todas las previsiones y las prioridades del programa de Gobierno y del calendario legislativo, aunque el Gobierno ha respondido desplegando una ambiciosa agenda reformista, siempre bajo el fuego de artillería de la derecha, y en no pocas ocasiones también de sus socios de legislatura que tampoco han concedido una tregua que le permitiera una necesaria y tranquila estabilidad. 

Y si no fuera suficiente, una guerra. La invasión de Ucrania por Rusia, además de la catástrofe humanitaria, ha sumado más crisis y más desestabilización en las relaciones internacionales y en la distribución de las energías con incrementos del precio de los combustibles y la luz. Todo ello, unido a la crisis de oferta de algunas materias primas y productos agrícolas, ha provocado incrementos del coste de la vida de los productos esenciales desconocidos en décadas, lo que ha arruinado todas las previsiones económicas y provocado un rosario de protestas y movilizaciones corporativas de diversos sectores. Añadamos a todo ello la decisión sobre el Sahara y con ello la soledad del Gobierno y la crisis diplomática con Argelia. 

Crisis, crisis y crisis, una a una y todas juntas, que el Gobierno ha tenido que afrontar desde un clima de tensión política, presidida por la confrontación, el insulto y la descalificación por parte de la oposición sin la más mínima colaboración y recibiendo en cada dificultad el sabotaje a cualquier propuesta de solución, lo que ha provocado que en la política de nuestro país estos dos años  parezcan una década.

Y para culminar, por ahora, el cúmulo de dificultades imprevistas, hay que añadir una nueva y peligrosa curva, la crisis provocada por las escuchas a los dirigentes del independentismo catalán que ha permitido a los sectores más radicalizado de este movimiento avivar las brasas de la confrontación en su indisimulada intención de generar una crisis de gobierno, nuevas eleciones y la llegada de un gobierno de PP y Vox.  

Escribo estas líneas pocos días después que el Gobierno haya logrado convalidar el Decreto de medidas para hacer frente a las consecuencias económicas y sociales de la guerra de Ucrania con 176 votos a favor y 172 en contra, gracias en particular al apoyo de los grupos vascos PNV y EH-Bildu y del PDECat, con el voto en contra de PP, Vox, ERC, JuntsxCat, Cs, CUP, UPN, Foro Asturias y Coalición Canarias.  Y después de haber escuchado la rueda de prensa del Ministro Bolaños en la que informa que el Presidente  Sanchez y la ministra de Defensa han sido espiados también con el software Pegasus. 

No está mal la carrera de obstáculos que ha tenido que ir saltando, uno a uno, este Gobierno. Así es que Pedro Sánchez bien podría también exclamar: «Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos».  

Esperemos que los sectores progresistas de este pais, que somos mayoría, no dejemos que se hunda este Gobierno. Las consecuencias serían catastróficas. Aunque  la primera condición, que a veces parece la más difícil, es que éste se mantenga sólidamente unido. No es pedir mucho, ¿verdad?

Pedro Sánchez y Felipe II