viernes. 26.04.2024
2
Extraído de @CSurNoticias

No soy muy de Semana Santa, ni siquiera como espectador de procesiones abarrotadas por masas ingentes de devotos que, en un elevado porcentaje, no frecuentan las iglesias más allá de bodas, bautizos, comuniones o algún funeral de ineludible asistencia. Junto a la Navidad, esta festividad es una clara muestra de cómo la hipocresía se alía con el costumbrismo al amalgamar la religión con conceptos tan dispares como son las vacaciones, el asueto, e incluso el espectáculo.

En una entrevista con motivo de la Semana Santa, una periodista le preguntó a un cofrade, capirote en mano y ataviado con la capa y la túnica tradicional, si solía ir a misa con frecuencia y la respuesta fue que no iba porque si bien creía en Dios, no creía en la iglesia, un contrasentido frecuente y propio de quienes utilizan la religión en su beneficio y juegan sobre seguro poniendo velas tanto a Dios como al diablo.

Junto a la Navidad, esta festividad es una clara muestra de cómo la hipocresía se alía con el costumbrismo al amalgamar la religión con vacaciones

Pero no son sólo los fieles quienes alimentan la sinrazón de las incongruencias. También la Iglesia, con su poder, su riqueza material y su gran influencia sociopolítica, entra en el juego de las contradicciones del “haced lo que yo digo pero no lo que yo hago”, por ejemplo al no poner objeción a que participen en ciertas procesiones algunos cofrades que si bien acumulan méritos suficientes para ser excomulgados, también dan suculentos donativos a la parroquia de su cofradía. Se da también el caso de quienes frecuentan su iglesia, asumen responsabilidades con la parroquia, acuden a todos los oficios que les es posible, y sin embargo no obran en consecuencia con su aparente devoción ya que adolecen de caridad y empatía, difunden bulos, y con frecuencia actúan con maldad. A este respecto, hace cuatro años, en una audiencia general de las que cada miércoles mantiene con los fieles, el Papa Francisco censuró a esas personas que «van a la Iglesia, están todo el día allí, o van todos los días, y después viven odiando a los demás o hablando mal de la gente. Esto es un escándalo y es mejor que no vayan».

Supongo que el auténtico Jesús reprobaría el cristianismo que desde siempre se ha adjudicado prebendas para inmiscuirse en las decisiones políticas

Estoy convencido de que si el auténtico Jesús estuviera hoy entre nosotros, no se mostraría partidario de esas procesiones llenas de lujo, parafernalias y ostentación protagonizadas por fieles acicalados que acuden a las procesiones e iglesias con lujosas joyas y vestimentas como si fueran adoradores de un fatuo becerro de oro costeado, cargado y conducido por esa fortaleza que confiere la hipocresía. Me decepcionaría que si descendiera del cielo ese Jesús de Nazaret que expulsó a los falsos creyentes de las sinagogas no reprendiera hoy severamente a quienes no cumplen lo que predican en su nombre, amparados en una religión llamada cristianismo aunque él no la conociera ya que nació y murió siendo judío como sus padres. Supongo que el auténtico Jesús reprobaría el cristianismo que desde siempre se ha adjudicado gratuitas prebendas que les permiten inmiscuirse en las decisiones políticas y ocupar puestos de relevancia, incluso cuando han gobernado dictadores. No creo que el Jesús que según los evangelios estuvo al lado de pecadores, leprosos, pobres, samaritanos, paganos y mujeres, aceptara la pomposidad que exhiben los altos cargos eclesiásticos cuya actitud afectada y sus suntuosas vestimentas en nada se parecen al recato del Jesús que ellos mismos predican en los templos, un ser humilde y bondadoso que estaba al lado de los necesitados y sería incapaz de acopiar un ápice de riqueza mientras hubiera en la Tierra un solo ser que muriera de hambre. Soy consciente del tinte populista que acabo de imprimir a los últimos renglones. Ha sido intencionado en intento por remarcar la contradicción de que el catolicismo se considere adalid de los pobres siendo como es un iglesia rica, por más que el vaticanista John l. Allen respondiera con un escueto «not really» al preguntarle si la Iglesia es tan rica como se dice.

Para finalizar, debo dejar constancia de que la idea de escribir este artículo ha surgido esta mañana tras ver en la prensa una foto hecha por el fotógrafo José Jiménez el pasado Jueves Santo, tras finalizar una procesión en Sanlúcar de Barrameda y a petición de la mujer que la protagoniza vestida de cofrade, junto a uno de los de los pasos, y dando el pecho a su bebé. La intención de esta foto fue reivindicar que dar de mamar a un hijo no sea motivo de escándalo para los mojigatos que imponen normas que por lo general ellos no cumplen, sino un acto hermoso y natural que puede y debe ser permitido con respeto en cualquier lugar.

Imagen publicada en La Vanguardia

Una nazarena y su bebé embellecen la Semana Santa