martes. 19.03.2024
 

Hay fechas que se quedan a vivir con nosotros para siempre, y no solo los cumpleaños; las personas que ya cumplimos años con la cabeza blanca por el pelo, o brillante por su ausencia, sabemos que hubo un mes de enero en 1977 que nos sigue haciendo estremecer de miedo y de dignidad. “Tuve la desgracia de no perder la conciencia entonces”, son las tremendas palabras de Lola González Ruano refiriéndose a la noche del 24 de enero de 1977.

Los hechos encadenados de aquellos días producen escalofríos 45 años después. Los enumeramos brevemente para recordar como una oración laica, como un homenaje a aquellos jóvenes que fueron y que fuimos, para que los que no lo vivieron conozcan y también recuerden.

El 23 de enero de 1977 la extrema derecha asesina a Arturo Ruiz García de 19 años, estudiante y trabajador, que salió a la calle a pedir la amnistía y la libertad.

El 24 de enero de 1977 la respuesta de los estudiantes fue fulminante y miles de personas participan en las manifestaciones duramente reprimidas por las fuerzas del “orden”, como consecuencia numerosos heridos y la muerte de Mari Luz Nájera de 20 años, estudiante de la Universidad Complutense.

Por la noche de ese 24 de enero de 1977, un comando de la extrema derecha busca descabezar la huelga del transporte y va directamente al despacho de abogados donde recibían apoyo y asesoramiento y asesinan a Enrique Valdevira que tenía 34 años, Luis Javier Benavides de 27 años, Javier Sauquillo de 29 años, Serafín Holgado de 27 años, y Ángel Rodríguez Leal de 26 años, y deja gravemente heridos a Lola González Ruiz, de 31 años, Luis Ramos de 37 años, Miguel Sarabia de 49 años y Alejandro Ruiz Huerta de 30 años.

Los heridos fueron trasladados a dos grandes hospitales (‘Francisco Franco’ y ‘Uno de Octubre’, nombres que reflejan una época) y los trabajadores sanitarios vivieron esos momentos con coraje y con valor, porque no solo se ocuparon de cuidarles y curarles como era su obligación, sino que conscientes del grave momento organizaron turnos de guardia para vigilar que nadie entrara y los cambiaban de habitaciones para que no fuera fácil localizarles, temerosos de que la extrema derecha podría acudir a rematarles.

El comportamiento del colegio de abogados es conocido por la dignidad de dar cobijo a los cadáveres de los abogados asesinados y el servicio de orden organizado por el Partido Comunista y las Comisiones Obreras, es un ejemplo de valor y de dignidad, al garantizar con su vida la seguridad, “teníamos miedo claro, pero sabíamos que teníamos que estar ahí”, me dice mi viejo y querido amigo, un miembro del servicio de orden de aquel día, un trabajador de la banca que aquel día era un soldado defendiendo la democracia y la libertad de su país.

El entierro fue un acto de dignidad, de lágrimas silenciosas, de puños en alto. Miles de personas acudieron a lo largo del cortejo, de los centros de trabajos salían riadas de trabajadores y trabajadoras, para acompañarse, para demostrarse que no estaban solos en aquella larga noche del fascismo, que eran muchos.

Ese día se realizaron paros en todo el país, la prensa del momento habla de los 300.000 trabajadores que pararon en Euskadi, 40.000 en Navarra, 200.000 en Cataluña, 50.000 en Asturias, decenas de miles en Sevilla, Zaragoza, Murcia y 300.000 en Madrid. También se paralizó la Universidad.

Todas y cada una de las personas que participaron en estos acontecimientos fueron protagonistas de la historia, pusieron su grano de arena para traer la democracia a este país, cada uno desde su lugar, cada uno haciendo lo que sabía que debía hacer en ese momento, sintiendo que el destino de uno estaba ligado al destino de los demás, que la “dignidad de uno es la dignidad de todos”, que escribió José Agustín Goytisolo.

El silencio atronador del entierro de aquellos jóvenes comunistas, sindicalistas, demócratas fue una muestra dolor y de dignidad de un país, el nuestro, dispuesto a luchar por la democracia y la libertad y hoy volvemos a nombrarlos como cada año nos pide Alejandro Ruiz Huerta con palabras de poeta Paul Eluard porque “Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”

 

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Miedo y dignidad en enero