sábado. 20.04.2024

Haría bien Yolanda Díaz en huir de los rincones que le reservan algunos liberales progresistas y otros tantos profetas de la retórica hueca, empeñados en confundir la acción de gobierno con la base de cuarto milenio.

Max Weber defendió que el político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones. Y aunque transitemos por tiempos de impostura y propaganda -un slogan mejor que una idea-, deberían las izquierdas jugar fuerte en los próximos meses con su ideario y una acción de gobierno dirigida, esencialmente, a la sociedad más vulnerable. Justo lo que está haciendo.

Pero entonces ¿porqué avanza el discurso conservador y reaccionario? Quizás, porque estemos asistiendo, en buena medida, a una acusada invertebración de las sociedades democráticas (Ortega publicó hace poco más de un siglo, La España invertebrada), producto de sucesivas crisis, injusticias e infamias que han irrumpido en las últimas décadas y que protagonizan, agrupados, los populismos políticos reaccionarios, el aparato mediático conservador, el capitalismo mezquino y el poder judicial tradicionalista. Una especie de asociación de ideas e intereses para obstruir la gestión del gobierno y sabotear el gobierno mismo, con la vista puesta en las próximas elecciones.

Las izquierdas deben competir colaborando. Son muchas las personas que desconectan de la política y del voto por la levedad y escasa reflexión de una larga nómina de siglas “de izquierda”

¿Quiere esto decir que las fuerzas que integran el gobierno y el propio entramado institucional progresista no deban recibir la merecida reprobación por sus incompetencias y ocasional modorra en el ejercicio de sus funciones? Claro que deben ser objeto de evaluación crítica. ¿Acaso no produce irritación que el mismo día que se aprueban los PGE más avanzados y justos de la reciente historia democrática, la noticia para alguno de los componentes del Ejecutivo fuese afear los mismos por la partida de defensa? No nos engañemos; las izquierdas deben ser conscientes de sus errores, pero sabiendo que al otro lado de la trinchera opera el contubernio de poder alternativo y no siempre democrático, antes referido.

Hablemos de SUMAR

Estimo oportuno y necesario el proyecto SUMAR que lidera la ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. Y lo hago a partir de una consideración básica: las izquierdas deben competir colaborando, y en el vasto territorio progresista son muchas las personas que desconectan de la política y del voto por la levedad y escasa reflexión con la que una larga nómina de siglas “de izquierda”, solicitan nuestro apoyo en la jornada electoral. Un hecho que revela inmadurez y voluntad de fractura en el campo más avanzado y transformador, justo cuando las derechas políticas y económicas sellan pactos por doquier.

Por eso es una buena noticia que Yolanda Díaz intente, no sin tener que sortear fuego amigo y enemigo -este último, cabría esperarlo-un agrupamiento de ideas y de organización capaz de hacer realidad una vieja aspiración de las izquierdas: reducir la abstención progresista en tiempo electoral y conseguir aumentar el número de escaños de los partidos de izquierda en el Congreso de los Diputados. En este sentido, resulta incomprensible, la tozudez, no exenta de perversidad, del núcleo dirigente de Podemos empecinado en clamar por sus esencias partidarias -prácticamente amortizadas-, y ponerle las cosas difíciles a la ministra de Trabajo. 

Organizar en movimiento no está mal, aunque haya que pararse de vez en cuando, pero buscar relevo a la organización en el movimentismo, se me antoja inservible, improductivo y estéril

Seguramente, Yolanda Díaz, deba también despejar cuanto antes algunas dudas. Sabemos que un proyecto como el de SUMAR tiene que actuar en campo abiertolejos de viejos usos y maneras, y advirtiendo que el viaje digital está perturbando el orden de las cosas y desorientando a buena parte de la sociedad. Pero también sabemos que la democracia, que la izquierda debe reivindicar con honesta radicalidad, sigue teniendo pilares irreemplazables de participación en los partidos políticos, cuya salud y reconocimiento debemos cultivar, si no queremos allanar el camino a patriotas y populistas de toda clase y condición. Organizar en movimiento no está mal, aunque haya que pararse de vez en cuando, pero buscar relevo a la organización en el movimentismo, se me antoja inservible, improductivo y estéril.

Sea como fuere, tanto el PSOE en cuyo seno habitan cuerpos y almas de naturaleza política discordante, como el fracturado y disperso mundo que existe a su izquierda, al que Yolanda pretende seducir con virtud y mesura, deben evitar por todos los medios el reparto del voto progresista actualmente existente, y proponerse ensanchar el territorio de las izquierdas, en muchos casos recluido en la orfandad electoral. Al otro lado del combate, a veces más allá de la democracia, intervienen sin miramientos fuerzas y grupos conservadores y ultraderechistas con una única obsesión: acabar a cualquier precio con el gobierno progresista. En consecuencia, cabe pedir a quienes se agarran a la propiedad de la sustancia, que la generosidad puede ser un buen negocio.

Cuando la izquierda muta con virtud y mesura