jueves. 28.03.2024
Aznar_almeida
Aznar, junto con Manuel Pizarro y Martínez Almeida en un acto de la campaña electoral del 28M.

Una vez Aznar se preguntó por qué hablaba con acento tejano. Venía de codearse con Bush. Le gustaba chupar cámara y es el único del trío de las Azores que no ha reconocido su error. Faltaría más. Eso es cosa del otro bando, de cuyo ideario por cierto acaba yendo a remolque. Crítico temprano de la constitución, ahora la ve como un libro sagrado del que no cabe rectificar ni una coma. Jaleado en su primer triunfo electoral con un memorable “Puyol, enano, habla castellano”, que le hacía sonreír, enseguida confesó hablar catalán en la intimidad porque necesitaba los votos del pujolismo (la “y” precedente no era una errata sino el acento de las huestes aznaristas).

Como el euskera es un pelín más complicado y no hubiera colado lo de chapurrearlo en casa, Aznar jugó a ser un gran estadista y llamó, en español, a ETA Frente Vasco de Liberación, prometiendo ser extremadamente generoso con la organización terrorista si abandonaba las armas, aunque habían intentado hacerle volar por los aires como a Carrero Blanco. Nunca procesó el gran triunfo electoral que le granjeó un segundo mandato. Podría haberse vuelto a presentar, como hizo y volvió a hacer Felipe González, quien perdió por los pelos en sus últimas elecciones y había sobrevivido a muchas desafecciones. Pero Aznar se veía más como presidente de una fundación ideológica cuyos preceptos políticos pondría en práctica su seguro sucesor.

Sin embargo, se cruzó el 11M y pese a las claras relaciones que tuvo esa execrable masacre con la belicosidad originada por el 11S, Aznar decidió que sólo podía haber sido ETA, pese al desmentido de Otegi y las evidencias que iban compareciendo. Por eso se le abucheó con saña cuando fue a votar el 14 de marzo. Su contumacia en renegar de los hechos y mantener una realidad alternativa, no ayudaba nada en esos momentos a superar un trauma colectivo sin parangón por sus dimensiones. A día de hoy no se apea del burro. Sigue creyendo en unas armas que nunca se hallaron, como han reconocido los artífices del bulo, y sigue convencido de que ETA le birló unas elecciones ganadas por la mano según las encuestas. 

He ahí el auténtico problema. Su partido se acostumbró a sacar un rédito electoral de las mayores mezquindades. Reprocharle al presidente Zapatero su traición a las víctimas. Vilipendiar a Pilar Manjón por su compromiso político, sin ver que se trataba de una madre destrozada por la pena, como tantas otras víctimas de similar intensidad. Insinuar que Rubalcaba era cómplice de la organización etarra. Son un rosario de patrañas intolerables que sólo pueden mantener gente sin entrañas o con una enfermedad mental muy grave.

Seguir explotando que hay una simpatía por las hazañas etarras en el actual gobierno de coalición, refleja una patología política que daña mucho a la democracia

Las listas electorales de Bildu han sido algo intolerable y la rectificación iba de suyo. Seguir explotando que hay una simpatía por las hazañas etarras en el actual gobierno de coalición, refleja una patología política que daña mucho a la democracia. Trump considera un gran día el del asalto al Capitolio, porque los patriotas quisieron dejar claro que le habían robado las elecciones. Todas las causas civiles y penales que tiene abiertas responden a una conjura en su contra. En esa misma línea, la presidenta madrileña despachó la macro manifestación de Madrid cono una maniobra en su contra orquestada por Mónica García, empeñada en robarle las elecciones a quien debe ganarlas porque no puede haber otro desenlace razonable.

A este paso, ETA no debió nacer para luchar contra una dictadura, sino para robarles elecciones a los herederos del franquismo. Todo se andará. Los manipuladores vocacionales que les asesoran han aprendido a cultivar el disparate con un pasmoso virtuosismo. Muchos fueron comunistas de jovencitos y ahora reniegan de si mismos, convirtiendo en un magno problema político lo que debería ser una cuestión psiquiátrica. Urge velar por nuestra salud mental y eso impone no tragarnos tantas trolas, procurando inmunizarnos contra la Infodemia. Claro que para eso hay que reflexionar y tomarse la molestia de contrastar las informaciones.

ETAse una vez la panacea política universal