viernes. 26.04.2024
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Ayuso mantiene que los profesionales de la sanidad boicotean desde adentro para sabotear el sistema. Es curioso, porque también afirma que nunca ha oído quejas respecto al sistema sanitario de Madrid. Las dos cosas al mismo tiempo no pueden ser. Los comentaristas de la pausa no parecen muy imparciales y loan a la presidenta, quejándose del maltrato que recibe por parte de sus pérfidos interlocutores. Se diría que no van a comentar el debate, sino como guardia pretoriana de quien controla esa televisión. Según estos contertulios, el resto de candidatos lo ha hecho fatal, mientras que Ayuso ha mantenido la calma y ha sabido defenderse de tan inmerecidos ataques a una fabulosa e intachable gestión.

¿Hubo consignas políticas para que al comienzo de la pandemia los ancianos no fueran desde las residencias geriátricas a los hospitales, tal como afirma un consejero del propio gobierno de Ayuso? Curiosamente, por contra, sí llegaron a recibir atención quienes disponían de una póliza médica privada. La respuesta de Ayuso es que murió gente por todas partes y Sánchez no ha rendido cuentas por ello. De otro lado, Vox no le aprobó los presupuestos y Ayuso no pudo destinar los fondos que tenía previstos para solucionarlo prácticamente todo. Si algo no funciona es tan solo porque no tiene las competencias transferidas y por lo tanto es culpa del gobierno central.

Ayuso asegura gobernar para todos, mientras que Sánchez hace lo contrario. La presidenta madrileña no se confronta con quienes aspiran a ocupar su cargo. Lo hace con ese inquilino de La Moncloa cuyo puesto le chiflaría conseguir. Su discurso modela el de su partido. El pobre Feijóo siempre cambia su guion para no contrariar a quien habla de Madrid como si España cupiera en sus lindes, cual si fuera un país independiente, único reino de la libertad. Mónica García y Juan Lobato llevaban propuestas con respaldo presupuestario, manejando datos y comparando las cifras actuales con aquellas otras que serían deseables.

Rocío Monasterio recuerda su origen cubano para hablar del dineral que cuestan los menores no acompañados y denunciar a esa “izquierda caviar” que no sabe compadecerse como ella de las familias menos favorecidas, cuyos ingresos no les permiten llegar a fin de mes. Vivir para ver. Ayuso sigue con su mantra de atacar a Sánchez y despreciar a sus interlocutores, porque se la ve incómoda en el debate. Le parece innecesario, puesto que ganará de calle, al margen de lo que diga, teniendo en cuenta que no parece importar cuánto ha hecho y ha dejado de hacer.

Según Ayuso, a Madrid vienen desde todos los rincones del mundo para buscar oportunidades. Es la primera plaza de toros (sic), un hervidero de artistas, el paroxismo de la libertad. Dice todo eso sin parpadear. Ya no habla del Zendal o de cómo descalificó la enorme manifestación del descontento con su gestión al frente de una sanidad madrileña colapsada. Dice defender la vida y la propiedad, así como una libertad y una prosperidad que parecen ser patrimonio exclusivo de la candidata del partido popular, el mismo que lleva casi tres décadas gobernando en Madrid, con el historial que se conoce.

Pero tiene patente de corso, porque su posición está muy fragmentada. El partido de Iglesias podría quedar fuera, pero restará votos a Más Madrid y al partido socialista. La única incógnita es que Ayuso necesite o no el respaldo de Voz para conservar el poder. Salvo, claro está, que quienes pueden votar decidan contrariar el dictado de las encuestas. Ayuso se presenta como una víctima de la izquierda, como si se tratara de un plebiscito, esa fórmula que tanto suele gustar a los autócratas. No parece comprender que se trata de representar a todos los madrileños para resolver sus problemas y no de insultar al presidente del gobierno para realzarse como su contrafigura. Sería un sueño que triunfaran las propuestas, pero parecen tener más eficacia los eslóganes. Ojalá no fuese así.

El debate de Telemadrid en la campaña electoral del 28M