sábado. 20.04.2024

Sí, es cierto ¡un escándalo! 

Y más cifras se podrían añadir, como por ejemplo que el mayor salario anual de 2022 del más alto ejecutivo empresarial fue de 27,21 millones de euros, y el mayor derecho de pensión de 47.060 millones de euros. Mientras, la mayor retribución media anual de los “empleados” de la mejor empresa cotizada fue ese año de 0,045 millones de euros, lo que elevaría a más de 600 veces, no 81, ¡la arriba reproducida cifra de la portada de un medio! 

Pero, insisto, no es esto lo más importante, quizá lo sea como escándalo, y bienvenido sea el escándalo si, además de remover conciencias (espero que no de envidia), sirva para la adecuada respuesta. Respuesta social y política, lo que no vendría mal en este momento de abierta negociación colectiva y de perspectiva electoral, es decir de confrontación de propuestas y de posible y necesaria eficaz respuesta de la clase trabajadora, de toda la ciudadanía. De respuesta social, sindical en primer lugar, en este inicio de primavera después de un Acuerdo Social indicativo para su aplicación en la pendiente Negociación Colectiva. Y de perspectivas electorales en las que puede resultar determinante que llegue a pesar más la abstención popular que el voto para las propuestas de progreso social.

Hemos asumido, creo, al menos por mi parte, una economía de mercado con leyes que incidan en ella y con voluntad de gobernar estas normas, sin convertir las relaciones sociales y de producción en lo que la experiencia (no la teoría) soviética (“el socialismo real”) demostró ser un fracaso. En el mercado inciden leyes y normas, de aplicación en sus ámbitos, resultado todas ellas de la acción y negociación social y política. Con una observación no secundaria: la prioridad de las relaciones sociales. Y la existencia de diversos ámbitos en los que hay que evitar una destructiva confrontación interna a través de normas de equilibrio establecidas en ámbitos superiores.    

Con reproches morales no se hace la revolución, ni la necesaria transformación social, aunque puedan servir para despertar conciencias

Unas consideraciones o especulaciones teóricas a las que cabría añadir una opinión más: con reproches morales no se hace la revolución, ni la necesaria transformación social, aunque puedan servir para despertar conciencias, y bienvenidas sean en este espacio si van más allá.

Cuando se publican los grandes beneficios de algunas grandes empresas, sus dividendos, los salarios de sus ejecutivos, y al mismo tiempo se comprueba los problemas que en la economía de la gran mayoría de la ciudadanía ocasiona la inflación y la precariedad laboral, así como las evidentes dificultades en la negociación colectiva para hacerle frente, cuando el reciente Acuerdo o preacuerdo sindical-empresarial abre la esperanza para el impulso que ha de suponer para la negociación social, estas cifras nos han de ayudar para avanzar, no sólo para servir de refugio a las frustraciones individuales y colectivas.

Es evidente que en muchas empresas, no en todas, estas cifras sirven para entender el margen evidente de la negociación colectiva. También ayuda el Acuerdo o preacuerdo empresarial-sindical, que no es un acuerdo de máximos ni de mínimos, pero sí una positiva indicación.

Es evidente que en muchas empresas, no en todas, estas cifras sirven para entender el margen evidente de la negociación colectiva

Dejémonos pues de consideraciones morales o de refugio que justifiquen la inacción, evitemos que la fuerza colectiva se convierta en inútil espuma e intentemos establecer las prioridades en los dos ámbitos: la negociación social, sindical en primer lugar, y la acción política.

En la acción social la vía esencial es la negociación acompañada de la movilización, ésta no como amenaza sino como acompañamiento en las múltiples formas que la inteligencia individual y colectiva suscite. Una negociación en la que lo prioritario será siempre el salario, como precio de la mercancía que es la fuerza del trabajo, necesariamente acompañado de la fundamental negociación de las condiciones y organización del trabajo, pero en la que convendría incorporar la del seguimiento de la marcha de la empresa, de cada empresa, y la aplicación de sus resultados, como puede ser una política de inversiones en los ámbitos de cada empresa y en los sectoriales o generales. También en los supranacionales.

Y en la acción política, importante siempre, pero más ahora en España con los frentes abiertos, los inmediatos municipal autonómico y el próximo general, sería conveniente acentuar la discusión colectiva de la mejor política fiscal para la necesaria corrección de la desigualdad social y cubrir la necesaria mejora de la protección social.

Que la brutalidad de unas cifras se traduzca en algo más que indignación y frustración individual y colectiva. Que se convierta en instrumento de eficaz acción social y política.    

¡SÍ, un escándalo!, pero ¡no es el principal problema!