lunes. 17.06.2024

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Ahora que estamos en pleno periodo de presentación de declaración de la renta el griterío en contra de los impuestos sube al menos dos octavas. Un sinfín de mamelucos se sienten maltratados, extorsionados, desposeídos y se lanzan a cantar las bondades de valor del dinero en bolsillo propio en lugar de depositarlo en las arcas del estado para que éste haga con él lo que desee. En su furor interno están convencidos de que el dinero expoliado en primavera va directamente a las cuentas personales del presidente, su señora y de algún que otro listo. Carreteras, hospitales, escuelas y universidades vienen de serie según ellos, y además ya hay muchas que son más que suficientes.

Cualquier persona con un mínimo de sentido común entendería que salud, educación y seguridad nunca es suficiente, aspiramos a más porque es el sentido de la evolución social. Lo que define el nivel de desarrollo de un país o de una comunidad no es el número de defraudadores o externalizadores del patrimonio, sino la cantidad de centros de educación y de salud que su red de transporte puede unificar elevando de ese modo la calidad de sus actividades y el perfil de las personas a ellas vinculadas. Esto es de cajón, tanto que hasta algunos ricos del mundo han comenzado a unirse y declaran que es fundamental para el buen funcionamiento de la sociedad, que genera y multiplica su riqueza, que el estado mejore las prestaciones en la producción de bienes públicos elevando cuanto sea necesario el montante fiscal requerido y soportado de manera progresiva por toda la ciudadanía. El Patriotic Millionaires (millonarios patrióticos) es un grupo de ricos y cresos ciudadanos del ámbito anglosajón que anima a los estados a ser más beligerantes y proactivos en la provisión de servicios de salud, ciencia, educación, infraestructuras, y a que la carga recaiga de manera patente en los bolsillos de la gente que obtienen mayores beneficios. 

En su furor interno están convencidos de que el dinero expoliado en primavera va directamente a las cuentas personales del presidente, su señora y de algún que otro listo

Sin implicarse en razones morales sobre la lucha contra la injustica, la pobreza y la desigualdad, vienen a decir que es necesaria la inversión en bienes públicos para mantener sus niveles de riqueza y que esa producción solo puede estar en la lógica del estado. No hace falta ser millonario para entender esto, lo que sí parece necesario es ser mínimamente resistente a la codicia y a las trampas que los poderosos aviesos y poco informados trasmiten a lo social en forma de relato sobre que el estado es tu enemigo, quiere tu dinero y nada más, así es que ante tal despojo protégete, encúbrete, defrauda o protesta porque el dinero está mejor guardado en tu bolsillo. Una vez ahí, te compras lo que quieras, salud, seguridad educación, y lo que haga falta. 

O sea cómprate una jaula y vive dentro de ella, cuanto más dorada mejor, más estilo, más señorío. Ya verás que divertido va a ser vivir en un espacio residencial cerrado y bajo vigilancia las 24 horas, cómo mola salir a comprar acompañado de guarda espaldas, estudiar lejos de tu nido en algún lugar seguro y de nivel, por ejemplo Boston. Visitar a tu dermatólogo en Florida y ya de paso comprar aquello que no llega a tu jaulita por insuficiencia en las infraestructuras y canales comerciales, practicar deporte en tu piscina privada y asistir a espectáculos culturales a través del plasma, pero tocho de verdad, que lo ves como allí mismo.

La respuesta está en la fetichización de la mercancía dinero, eso que decía Marx del objeto dinero capaz de representar todas y cada una de las aspiraciones del ser humano

No creáis que estoy exagerando, si tenéis la oportunidad o desgracia de pasear por los barrios residenciales de Caracas, Lima, Ciudad del Cabo, Rio y tantas otras joyas de la desigualdad y el impero del dinero mal distribuido esto es lo que se ve, jaulas de oro muy escasas y llenas de inconvenientes, barrios que promueven un estilo de vida que es inerte para la creación de la riqueza verdadera: las personas, su educación y la libertad asegurada (no comprada).

Si esto es obvio para mí y para un montón de gente adinerada ¿cómo es posible que tantos se ofusquen con ahorrar unos euros renunciando a las potencialidades de la sociabilidad para dejar su vida en las garras del azar?

Creo que la respuesta está en la fetichización de la mercancía dinero, eso que decía Marx del objeto dinero capaz de representar todas y cada una de las aspiraciones del ser humano. Poseer dinero, por poco que sea, genera en el individuo un plus de soberbia y convicción que le permite igualarse a esas personas que montadas en Lamborghini deambulan de piscina en piscina con parada en el ambigú.

¡Es tan chic!

Les resulta “chic” vivir en una jaula de oro