Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
El Partido Popular, en su ala más ultraderechista, y Vox actualmente están demostrando que van a la deriva, como demuestran muchas de sus últimas argumentaciones, acciones políticas y de los hechos que realizan, sobre todo las de sus principales dirigentes, los actuales e incluso los de antaño. Sesión tras sesión de control en las Cortes, ya sea el Congreso o Senado, realizan preguntas irracionales solo con la finalidad de desgastar a un Gobierno legalmente elegido en las urnas y que tanto uno como el otro, en su deriva no han aceptado desde el primer minuto que salieron los resultados electorales. Son capaces, en su esperpéntica deriva kafkiana, de transformar cada sesión parlamentaria en un circo, en vez de respetar la realidad y los valores democráticos que ambas cámaras representan. Abuchean, emplean argumentaciones falaces, insultan e incluso humillan a toda aquella ciudadanía que no pensamos como ellos. Se dicen constitucionalistas y defensores de la libertad y no respetan muchos de los artículos de la Constitución e incluso se permiten eliminar versos de poetas importantes de la literatura española, solo con el fin de poner más odio y de volver a tiempos pasados dictatoriales. En esta absurda deriva se permiten atacar, de manera hipócrita entre ellos mismos, cuando comulgan con un porcentaje muy alto de sus ideas e, incluso, las respaldan en aquellas comunidades y localidades donde gobiernan juntos. Demuestran su deriva cuando aprueban leyes irracionales. Y, por si esto fuera poco, la nefasta actuación, como partidos y como oposición, demuestran que su deriva no solo es irracional e insensata, sino también insolidaria y con un interés ultraconservador y defensor de las élites que más tienen frente a la ciudadanía más humilde.
Una derecha ultraconservadora a la deriva cuando no reconoce sus errores y corrupción argumentando, esta última, como un hecho de antaño. No solo se hacen los ciegos y sordos, sino creen que la ciudadanía es tonta e inmadura. Y si esto fuera poco, algunos dirigentes como Cuca Gamarra, Feijoo, Tellado, Almeida, Abascal y sobre todo Isabel Díaz Ayuso, día a día nos demuestran que la inmadurez política e infantilismo democrático son su bandera y la manera de actuar y argumentar que tienen para gobernar de una manera racional, convirtiendo todas sus decisiones en falacias, absurdeces y lo peor en medidas que ponen a la ciudadanía a la que representan en peligro solo con el fin de aumentar su egolatrismo personal.
Son capaces de rechazar leyes democráticas solo con el fin de desgastar y no llegar a un diálogo y paz social que mejore la economía, y con ello el bienestar de la ciudadanía. Y los argumentos hipócritas que exponen en su deriva para reflejar que su verdad es la única que es cierta y la única que puede salvar el falso nacionalismo y españolismo que ellos defienden. Hipócritas pues, por representar lo que no son, pretenden ser democráticos cuando no aceptan las normas democráticas; pretenden ser constitucionalistas cuando no respetan la constitución y la atacan e incluso la humillan, no son españolistas, pues creen que solo Madrid es España y sobre todo no creen en la libertad pues no la respetan y la atacan continuamente. Solo creen en la libertad que ellos proponen, la libertad de lo privado sobre lo público. La libertad de los que más tienen sobre los que menos tienen. La libertad de los que piensan como ellos frente a los que no pensamos ni comulgamos con sus ideas ultra conservadoras y falta de valores democráticos.
En resumen, una deriva como partidos, como oposición y, lo peor, como representantes de una democracia que necesita de partidos y políticos que respeten a todos, piensen como piensen y que no humillen y desprecien a la ciudadanía que no les vota y sobre todo que no se apropie de un nacionalismo, símbolos que son de todos y no solo de ellos. La democracia necesita de partidos serios, comprometidos y sobran aquellos, como el PP y VOX y ahora también La fiesta se acabó, que solo van a la deriva por sus principios ideológicos más cercanos al siglo XX e incluso anteriores, que al siglo XXI; por el egocentrismo político y de muchos de sus dirigentes que solo piensan en sus intereses, y de los que les ayudan, y más tienen que los que realmente deberían defender que son los de una ciudadanía que necesita de un bienestar, racionalidad y diálogo.