martes. 23.04.2024
40 congreso psoe

El PSOE acaba de clausurar su 40º Congreso Federal, donde se ha analizado la gestión de la comisión ejecutiva federal (CEF), aprobado una serie de resoluciones y elegido una nueva comisión ejecutiva federal con la misión de regir los destinos del partido en los próximos cuatro años.

El Congreso ha tenido una gran repercusión mediática, al contar con la presencia de Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Almunia, que han ayudado a visualizar la “Unidad y la Socialdemocracia” del PSOE (en lo fundamental), después de la importante división producida en las últimas Primarias -donde salió elegido Pedro Sánchez como secretario general- y las controvertidas decisiones de formar un gobierno de coalición con Unidas Podemos (UP), buscar los apoyos de ERC y Bildu o indultar a dirigentes independentistas, lo que tuvo una considerable contestación interna.

En esta ocasión, la rendición de cuentas de la comisión ejecutiva federal (CEF) prácticamente no se ha producido y, por lo tanto, ha tenido una escasa relevancia en el Congreso, a pesar del esfuerzo realizado por Izquierda Socialista (IS), encaminado a abrir el debate sobre la gestión de la CEF y las políticas del Gobierno. Han quedado al margen del análisis asuntos muy relevantes: la repetición de las últimas elecciones generales (por la negativa a pactar con Unidas Podemos), que cosechó unos resultados muy negativos en relación con las elecciones anteriores y significó la pérdida de la mayoría absoluta en el Senado; la moción de censura fracasada de Murcia; el desplome electoral en Madrid; la pérdida de influencia en Andalucía; y, por último, la falta de debate interno, la escasa participación, las limitaciones a la democracia interna, así como las incompatibilidades, las puertas giratorias y el hiper liderazgo instalado a todos los niveles, que ha conducido a una desmovilización importante de la militancia.

En cuanto a las resoluciones aprobadas, la impresión generalizada de los analistas coincide en que el PSOE ha hecho hincapié en apostar nuevamente por defender las ideas socialdemócratas, sobre todo después de la Pandemia y de los buenos resultados obtenidos por los socialdemócratas del SPD en Alemania. A lo que hay que añadir la etiqueta de Verde (cambio climático), la exigencia de una transición energética más justa, la lucha por defender las libertades y la superación de las desigualdades sociales: brecha salarial, de género y digital.

Subsiste el temor fundado a una derechización de la política gubernamental en su recorrido hacia el centro político

La aplicación en la práctica de estas propuestas resulta mucho más problemática. Por ejemplo, no se conocen los análisis y propuestas sobre el futuro del trabajo, el empleo (sobre todo el de los jóvenes), la escandalosa precariedad y el desequilibrio de la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo. Tampoco existen certezas sobre la derogación de la reforma laboral (abordar la negociación colectiva, la ultraactividad, la primacía del convenio de sector sobre el de empresa, la temporalidad, la prolongación de los ERTE, la extensión del IMV a nuevos beneficiarios, además de las políticas activas de empleo y los servicios públicos de empleo). Lo mismo se puede manifestar de la ley mordaza, el concepto de sostenibilidad de las pensiones, la financiación de los servicios públicos (sanidad, educación…), la vivienda, la política fiscal… Y, en cambio, subsiste el temor fundado a una derechización de la política gubernamental en su recorrido hacia el centro político que, para algunos, con una visión muy cortoplacista, resulta imprescindible para garantizar el triunfo electoral.

En cualquier caso, después de haber superado lo peor de la Pandemia, nos encontramos en el mejor momento para recuperar las ideas socialdemócratas con convicción y entusiasmo. Sin olvidar que, con estas ideas, se pueden ganar unas elecciones generales; simplemente porque son capaces de ilusionar y movilizar fuertemente a la izquierda sociológica y, particularmente a los más jóvenes, sin necesidad de recurrir a políticas de centro (siempre acomodaticias y desmovilizadoras), que nunca generan confianza a un electorado proclive a refugiarse en la abstención. Sólo falta un partido fuerte que las defienda y explique a todos los niveles de nuestro tejido social, respetando de manera ejemplar la democracia participativa y la ética política (“no se puede decir hoy una cosa y mañana todo lo contrario”).

Además, son las ideas más apropiadas y eficientes para responder a la crisis y a la fuerte ofensiva neoliberal que se está produciendo en la actualidad (combate ideológico), al margen de su probada eficacia para defender los intereses de los más desfavorecidos, a los que se debe dirigir una política de izquierda que, de manera evidente, debe ser claramente diferente de las rancias recetas populistas (ya fracasadas) que nos ofrecen las derechas neoliberales en nuestro país: “más mercado, menos Estado; más empresa, menos sindicato”.

En cuanto al equipo de dirección, la actual comisión ejecutiva federal, recientemente elegida, integra a un número muy elevado de miembros, para contentar y pacificar a las organizaciones territoriales del partido, cuando la primera intención era reducir drásticamente el número de sus componentes. También integra a un exagerado número de ministros del Gobierno (concretamente a seis), que no desarrollarán en la práctica ninguna tarea partidaria, lo que indica una deliberada decisión política encaminada a ganar las próximas elecciones generales, en base a rentabilizar, tanto la acción del Gobierno, como la respuesta que se dio, en concreto, a los efectos más negativos de la Pandemia (“Escudo Social”).

Esto se hará, de hecho, en detrimento del debate, la transparencia y la participación de los militantes en las campañas electorales, que serán nuevamente sustituidos por el marketing y la publicidad de cartón piedra, vacía de contenidos, de compromisos, sin alma… Dicho de otra manera, todo indica que va a continuar mandando La Moncloa, sobre la calle Ferraz. En definitiva, el Gobierno sobre el partido; precisamente, cuando La Moncloa fracasó de manera estrepitosa en las últimas elecciones de la comunidad de Madrid y Pedro Sánchez, en la última remodelación del Ejecutivo, dio a entender que aumentaría el protagonismo y la influencia del partido sobre su propio Gobierno.

Por otra parte, la presencia de los sindicatos en la apertura del Congreso ha sido relevante en función de sus exigencias y reivindicaciones. Incluso, Pepe Álvarez, desde su reconocida apuesta por la autonomía sindical, ha conseguido colocar a uno de sus apoyos en la comisión ejecutiva federal, sustituyendo al experimentado sindicalista Toni Ferrer, a pesar del activismo militante desplegado por éste a favor de Pedro Sánchez en las últimas Primarias. La respuesta de Pedro Sánchez a las reivindicaciones sindicales fue positiva; sin embargo, falta que las grandes manifestaciones y promesas que se hicieron en el marco del Congreso se cumplan, porque el papel lo aguanta todo…

En todo caso, nos esperan dos años convulsos por la actitud y la oposición brutal del PP y los nubarrones económicos que se observan en el horizonte más cercano. El considerable aumento de las materias primas (entre ellas el precio de la electricidad, el gas y el petróleo), que ha disparado el costo de los productos básicos (la inflación alcanzó el 5,5%, en cómputo anual, en el mes de octubre) y el menor crecimiento previsto de la economía, están haciendo mella en el poder adquisitivo de la ciudadanía y han creado una cierta alarma social, que está teniendo una negativa repercusión mediática. Por otra parte, es de destacar la reciente confrontación dentro del propio Gobierno que, sin lugar a duda, debilita la credibilidad de la acción política y produce desazón en el electorado. Un electorado que nunca entenderá las manifestaciones diferenciadas -y mucho menos si son contradictorias- por alcanzar un mayor protagonismo los dos socios del Gobierno.

Pedro Sánchez no puede defraudar las expectativas abiertas y debe zanjar con urgencia las últimas disputas internas

Precisamente, cuando lo que se requiere en la actualidad es una mayor colaboración entre los partidos de izquierda y no la competencia desleal entre ellos por la inestabilidad política que eso genera. Por ejemplo, no tiene sentido la polémica sobre la derogación de la reforma laboral: el problema generado no es de procedimiento, ni de qué ministerio encabeza la representación del Gobierno en la mesa de negociación, sino de contenidos, y éstos están contemplados en el Acuerdo programático del PSOE y UP y, de manera mucho más extensa, en el “Componente 23” del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia comprometido por el Reino de España y aceptado por Bruselas.

A pesar de todo, las perspectivas son moderadamente favorables, incluso con las encuestas en contra, sobre todo si tenemos presente la llegada paulatina de los Fondos comprometidos de la UE (27.000 millones de euros en este año) y su segura influencia en el crecimiento económico previsto para este año (en torno al 5% del PIB), lo que deberá repercutir positivamente en el conjunto de la sociedad. En cualquier caso, no se debe bajar la guardia en el combate contra la Pandemia. Un hipotético repunte invernal de la COVID y de la gripe sería nefasto para nuestra salud y para el conjunto de nuestra economía.

Por todo ello, Pedro Sánchez no puede defraudar las expectativas abiertas y debe zanjar con urgencia las últimas disputas internas (acrecentadas ante la propuesta de Yolanda Díaz de alcanzar un Frente amplio), que en nada favorecen a la izquierda y, además, representan una muy mala noticia, sobre todo cuando se discute sobre contenidos programáticos y acuerdos firmados por los dos socios del Gobierno. Lo más grave de todo es que esta discusión puede dificultar seriamente la aprobación final de los PGE-2022 e, incluso, la recuperación económica y la continuidad pacífica del propio Gobierno.

Firman este artículo: Gabriel Moreno, Antonio Sánchez, Antón Saracíbar, Ramón Utrera, Javier Velasco, Pedro Espino.

El PSOE, la izquierda y los retos de futuro