viernes. 03.05.2024
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Sobre el “qué hacer” en el que ahora pretendo detenerme se ha escrito mucho en política, lo que me parece lógico y necesario en la medida que entiendo la política como la ciencia de la implicación individual en la acción colectiva. La acción colectiva para intervenir en la convivencia de las personas y de los pueblos en la gestión de los intereses individuales y colectivos. Una acción social que hoy tiene ya un ámbito clara y progresivamente determinado, como es este mundo mundial, globalizado y cada vez más pequeño, con el Océano Pacífico como eje principal.

Por su significación quiero recordar ahora dos textos, con títulos que mucho me han influido a lo largo de los algunos años que llevo a cuestas, en la reflexión y en la decisión sobre el “qué hacer”. El de Lenin y el de Santiago Carrillo, con su actualidad y su obsolescencia, con  sus enormes diferencias y sus coincidencias, entre éstas la de “hacer política” en  cada momento.

Comenzamos este nuevo año 2024, un año muy complicado, con evidentes riesgos (Gaza, Palestina y todo Oriente Medio. Ucrania, las guerras en África, Trump, Milei, Le Pen, Orban, Meloni, … el cambio climático, …, el trabajo indecente en el mundo, …, las migraciones, … y referencias esperanzadoras (el Gobierno de Progreso en España, Lula en Brasil, la resistencia de la Unión Europea ante las propuestas para dinamitarla, …, la solidaridad transnacional, …) para abordarlos a la vez que nuestros problemas domésticos (consolidación de la democracia, condiciones de trabajo y de vida, vivienda, inmigración, …). Y para, frente, a todo ello uno de los elementos esenciales es conseguir la implicación masiva de la ciudadanía en la cosa pública. Conseguirlo en defensa de la democracia hoy, en la ampliación de los contenidos de ésta, y en su consolidación para el futuro inmediato, en la dignidad del trabajo, de las condiciones de vida, de la convivencia.

Lo que podemos denominar simplemente hacer política, el “qué hacer” hoy.

Para ejemplificar lo que entiendo por ese necesario hacer política, me ha parecido útil traducirlo  con una imagen de cuatro fases, en tiempo y en su orden, a dedicar a los diversos contenidos integrantes de la reflexión al respecto:

  1. 15 minutos para establecer nuestra utopía, lo qué nos gustaría, cuáles pueden ser los objetivos a alcanzar, el futuro ideal, individual y colectivo, entendiendo que no se trata de aspectos alternativos o contradictorios, sino de las libertades y de los derechos colectivos, de éstos como tutela de las libertades y derechos individuales. De nuestra utopía, la de cada uno/a, la quisiéramos de todos/as.
  2. Una hora para determinar cuáles son los objetivos más inmediatos para avanzar hacia esta utopía, conscientes de que ello supone encontrar, si existe, un ámbito colectivo de coincidencias en tal objetivo, para incorporarnos al mismo y a sus propuestas de acción. Y, si no aparece en nuestro horizonte, avanzar en propuestas abiertas para su construcción, conscientes de que en ambos casos supone una primera y compleja negociación con otras personas para la conjunta construcción de este espacio común de reflexión y de acción. Deben ser objetivos inmediatos, alcanzables, que necesariamente han de exigir una perspectiva posible, aunque exija esfuerzos, sacrificios, incertidumbres, …, pero, insisto, posible.
  3. Una hora para la reflexión conjunta con nuestros “correligionarios” de tal religión, laica y no dogmática, para determinar cómo avanzar conjuntamente hacia los compartidos objetivos comunes inmediatos, cómo construir o reforzar la organización que lo haga posible.
  4. Y otra hora, o más, para interrelacionar las dos últimas fases.

La primera, la utopía, es bastante o muy fácil. Puede ser objeto de elaboración individual porque no es difícil dejar sueltas las ilusiones, aunque poco tengan que ver con el mundo que pisamos. Alguna/s organización/es que se autocalifican de “políticas” no pasan de esta fase y se dedican a sermonear al mundo entero desde su pretendida atalaya, subrayando con ello su negativa inutilidad, deseducando a las personas a ellas adscritas.

La segunda exige concreción y prudencia, “moderación” en los objetivos inmediatos, precisamente para poder ser efectivos en la movilización en la medida que exigen conciencia de su posibilidad, aunque sean de problemática consecución. Es de difícil aproximación e imposible determinación individuales. Precisa de un suficiente nivel de consenso colectivo, y permite la coincidencia de personas cuyas personales utopías no sean plenamente coincidentes.

Pero la tercera y la cuarta de las componentes de la acción política son las más difíciles, son de totalmente imposible desarrollo individual, salvo locuras grotescas, mesiánicas o terroristas. Son las que no sólo justifican, sino que requieren la existencia o construcción de colectivos organizados, “políticos”.

Esta distribución de tiempos y de esfuerzos, sus características cuantitativas y cualitativas,   establecen prioridades y razones para determinar decisiones en la integración en la acción colectiva.

No tendría que ser necesario, pero, visto lo visto, lo es. Me refiero a la consideración de que hacer política es más, mucho más, que preparar unas elecciones (programa, candidaturas y campaña) y luego gestionar sus resultados en las instituciones. Hay demasiadas organizaciones que se consideran “políticas” pero que no pasan de “electorales”, que no entienden o han olvidado que para transformar la sociedad no basta con incluirlo en el programa y pedir el aplauso del voto (necesario pero claramente insuficiente), que para vencer las inevitables resistencias, es imprescindible la intervención día a día de un/os colectivo/s con suficiente fuerza y movilización.

Releyendo estas notas, creo que he de pedir excusas para quienes por su propia convicción, experiencia y actividad consideren que son obviedades. Me felicitaría que fueran muchas las personas que así lo consideren, y en todo caso les pediría perdón por el tiempo que hayan dedicado a llegar hasta aquí.

En mi opinión, recuperando el hilo de las anteriores reflexiones, creo que es exigible hoy a las principales fuerzas de la izquierda útil, a las que integran el Gobierno de Progreso, a PSOE y SUMAR, a SUMAR y PSOE, desde la incertidumbre de sus iniciativas, y desde la esperanza que proyectan, les es exigible, insisto, un esfuerzo de elaboración, de propuesta y de organización. Y a todas las personas progresistas implicarse en tales propuestas, en su definición y desarrollo, en su aplicación.

En este 2024, quiero reafirmar que una decisión, individual y colectiva, quizás difícil, seguro que compleja, pero absolutamente necesaria, es hacer política.

Para consolidar la democracia con una política de progreso.

¡FELIZ 2024!  ¡¡ ADELANTE !!

Qué hacer en éste ya 2024