sábado. 27.04.2024

Estoy muy contento. He descubierto que desde hace unos pocos días están echando en la televisión una serie que me recuerda muchísimo las películas del oeste, de vaqueros las llamábamos, de buenos y malos, que me encantaban cuando era un crío y un preadolescente. Esas que íbamos a lo que entonces se llamaba de sesión continua, que, si lograbas enrocarte bien en la butaca, pasabas desapercibido y podías ver la misma peli dos o tres veces seguidas, con el consiguiente riesgo de la riña al llegar a casa por llegar tan tarde.

Y encima, la echan en todos los canales, tres o cuatro veces al día. 

La serie va de que los malos, sin que venga a cuento, empiezan a bombardear a los buenos, destrozando, incluso, algunas casas; se meten en su territorio y empiezan a matar y secuestrar a quien les da la gana, incluso a un inocente y descuidado grupo de jóvenes que se han reunido en una fiesta musical. Matan y secuestran ¡hasta a niños, adolescentes y embarazadas!  

Pero los buenos han reaccionado y han acudido a resolver el entuerto. Han empezado, ellos también, pero esta vez justificadamente ¡anda que no les sobran razones!, a bombardear el territorio de los malos y a perseguir a los intrusos en su territorio según mandan las leyes y la lógica.

Yo, a esperar la hora del Telediario, digo de la serie, en qué estaría yo pensando, que es donde disfruto animando a los buenos, mucho más ahora que parece que viene a ayudarles el Séptimo de Caballería en forma de portaaviones

En esto estaba cuando, de pronto, me vino a la cabeza que me sonaba que yo había leído alguna vez algo sobre esto. De modo que me encamine a mis baldas de libros y, ¡eureka!, allí estaba la novela que creía recordar. Me dije, qué bien, así puedo ir leyendo la novela al mismo tiempo que veo la serie. 

Pero, ¡qué decepción!, la novela es un rollo. Resulta que, en ella, los buenos llevaban dieciséis años sitiando y bloqueando a los malos por tierra, mar y aire, entrando en su territorio cada vez que quieren para impartir justicia, dicen, con unos procedimientos, en general violentos y letales, en los que también mueren ¡hasta niños, adolescentes y embarazadas! y se vuelan edificios, sean casas donde viven personas, sean establecimientos comerciales o industriales o sean lo que sean. Bueno entrando siempre no, la mayoría de las veces haciéndolo a distancia, que es más seguro, desde potentes y modernos aviones, ¡para eso los tienen, ¿no? Así no hay forma de saber quiénes son los buenos y quiénes son los malos, a quién aplaudir cuando salen en pantalla y a quién hacerle un sonoro ¡Uuuuuu! Lo que te digo, un rollo. Más que una novela parece un aburridísimo libro de historia. 

De modo que he decidido que le den a la novela, la he vuelto a guardar en el estante más alto de la librería, para que no se me ocurra volver a cogerla nunca, que hay que subirse a una silla o a un taburete y, a mi edad, uno ya no está para esos trotes, que te caes y te desguazas. 

Yo, a esperar la hora del Telediario, digo de la serie, en qué estaría yo pensando, que es donde disfruto animando a los buenos, mucho más ahora que parece que viene a ayudarles el Séptimo de Caballería en forma de portaaviones con su correspondiente flotilla de corbetas y fragatas de apoyo y protección. Como cuando era un crío. ¡Ay! Inolvidables películas de vaqueros con sus buenos y sus malos y la tranquilidad de saber desde el principio con quién tenías que ir. 

Una de vaqueros