martes. 19.03.2024
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La batalla por la internet oscura está servida

Eugenio Hernández | @ebarcalaNo todo está en Google. Existen miles de sitios en la red que evitan deliberadamente aparecer en los buscadores tradicionales. Son espacios de contenido alternativo por donde transitan aquellos que quieren mantener el anonimato o el secreto de sus comunicaciones, pero también es allí donde encuentran su hábitat perfecto las organizaciones del hampa digital.

TOR (The Onion Router) es la referencia para adentrase en la Deep Web o Internet Profunda, aunque son varios los programas y formas de acceso a este universo secreto. Mediante una aplicación descargable, se refuerza el anonimato de los usuarios y se camufla el origen y ubicación de los ordenadores que con ella se conectan. Al modo de las múltiples capas de una cebolla, los datos van pasando, convenientemente cifrados, de un nivel a otro, de un nodo a otro, complicando exponencialmente la tarea de seguir sus huellas.

Un territorio sin mapas

No existen buscadores ni direcciones tradicionales. Los usuarios han de indagar previamente en foros o mediante sistemas de mensajería los destinos a los que quieren llegar. Los contenidos se alojan en páginas con una extensión de dominio especial y bajo protocolos seguros.

En ese bazar reservado hay espacio para todo. Hay documentos e informaciones que periodistas de investigación, organizaciones ciudadanas o incluso agencias y fuerzas de seguridad quieren mantener disponibles, pero con elevados niveles de protección y anonimato. Y también un floreciente mercado ilegal de drogas, armas o pornografía cuya moneda de cambio por excelencia es el “bitcoin”, dinero virtual electrónico, ideal para realizar transacciones codificadas.

Sus defensores alegan que la existencia de estas redes sin rostro favorece y respeta la privacidad de las identidades y datos de quienes navegan por ellas, frente a la recolección de información personal (casi indiscriminada) que realizan los navegadores, programas y páginas de uso más extendido.

La discreta guerra digital

Pero los usos delictivos que también amparan han hecho saltar las alarmas en distintos países. Rusia anunció recompensas de hasta 100.000 dólares para quienes lograran reventar TOR. Y este verano el FBI estadounidense logró vulnerar la seguridad de sus comunicaciones. La Operación Torpedo se hizo con el control de algunos de los nodos, facilitando así detalles de los remitentes y destinatarios de los paquetes de datos que transitaron por ellos.

Otros ataques han sido denunciados por los creadores de la red, aunque no es esa la única forma de sortear su seguridad. Las vulnerabilidades de los navegadores más extendidos o acciones como la simple descarga de un documento pueden convertir lo que creíamos una visita secreta en un rastro más que evidente.

La batalla por la internet oscura está servida. No como un ataque frontal, ya que los propios gobiernos alojan en ese espacio profundo ingentes cantidades de información sensible o bajo protocolos de seguridad nacional. Es una guerra con varios frentes en donde se mezclan hasta confundirse la salvaguarda de derechos básicos que deben ser respetados con la necesidad de atajar la amenaza de nuevas y poderosas mafias digitales.

El navegante de la internet oscura