viernes. 10.05.2024

@Montagut | El objetivo de esta pieza es plantear un ejemplo del espíritu masónico ante el fallecimiento de uno los críticos más importantes que ha tenido la Masonería en la Historia, aunque alejado del radicalismo y el fundamentalismo de ciertos sectores destacados de la Iglesia Católica. La actitud más reflexiva del protagonista de este articulo tuvo mucho que ver con la consideración que aquella tuvo con él en la hora de la muerte.

Hermann Gruber

Estamos hablando de Hermann Gruber (1851-1930), sacerdote jesuita austriaco, muy preocupado por el positivismo de Comte y, sobre todo, por la Masonería. En este último campo llegó a convertirse en una verdadera autoridad mundial. Siendo muy crítico siempre fue moderado y llegó a poder manejar documentación que las propias logias masónicas le proporcionaban. Pruebas de su moderación y de estar alejado de la virulenta masofobia que a finales del siglo XIX se desató en muchos países europeos, especialmente católicos, estaría que fue uno de los que desenmascaró en 1889 a Paul Rosen en Amberes. Rosen fue un impostor e inspirador de Léo Taxil y el famoso engaño antimasónico que ideó, basado en que la Masonería conspiraba en secreto para el triunfo del satanismo y la destrucción del cristianismo. Rosen llegó a afirmar que la Masonería conspiraba desde Berlín para provocar el anarquismo y la destrucción del catolicismo, así como para la glorificación de Satanás. Escribió El Enemigo Social donde fantaseó sobre la historia de la Masonería desde 1717 hasta 1890. Además, Gerber denunció también al propio Léo Taxil al que, al principio había creído. Taxil fue un escritor marsellés anticlerical que luego se hizo antimasón, vinculado a Rosen, y defensor de la mencionada teoría del satanismo. Para ello fabricó pruebas falsas y generó una intensa polémica pública con sus publicaciones, hasta su confesión pública en abril de 1897 en una conferencia en París. En todo caso, todas estas ideas nutrirían a los ideólogos de la posterior teoría de la conspiración judeo-masónica de la época de entreguerras, con derivaciones posteriores como fue el caso del franquismo.

Aunque combatió a la Masonería por todos los medios a su alcance, siempre había tenido la voluntad de ser sincero y de buscar la verdad

Pues bien, ante el fallecimiento del jesuita en Holanda el Boletín del Grande Oriente Español publicó una necrológica en su número de diciembre de 1930. En la misma se afirmaba que la obra de su vida había sido el estudio a fondo de la Masonería. Según lo que se había leído en la prensa católica el jesuita había poseído en vida una inmensa biblioteca masónica con libros, revistas, etc de Europa y América y, como decíamos más arriba, muchos de los cuales habían sido enviados por la propia Masonería, lo que demostraría ya el respeto que se le tenía.

En esta misma línea, se decía que, aunque había caído al principio en la trampa del conocido affaire Taxil, y que tanto revuelo causó en la Iglesia, cuando se dio cuenta del engaño fue el primer en dar la voz de alarma con el fin de desenmascarar al impostor. Los masones le consideraban “el enemigo más preeminente” de la Orden Masónica. Aunque combatió a la Masonería por todos los medios a su alcance, siempre había tenido la voluntad de ser sincero y de buscar la verdad, dos virtudes que, como sabemos, son muy valoradas en la Masonería. Por eso, se le consideraba un “enemigo noble” de la Masonería, “ante cuya memoria nos inclinamos respetuosamente”.

Los masones ante el fallecimiento de Hermann Gruber