domingo. 28.04.2024
EUROPA 4

Esta serie la comencé a escribir en enero del 2016

En la esfera de los que estiman necesario salirse de la UE, se nos ha dicho, que recuperado nuestra autonomía, a través de las devaluaciones volveríamos a ser más competitivos. Sin haber columbrado que en el perpetuo recorrido de este proceso, concurre un algo que a mi entender no ha sido suficientemente analizado.

Si observando lo que ha acaecido en esta yuxtapuesta que no real unión, comparamos con un valor de 100 los precios entre los años 1999 y 2008; en Alemania representaron un incremento del 17,42%; en España llegaron al 34,28%; en Grecia, al 35,55% y en Irlanda al 35,72%, constataremos que estas diferencias porcentuales dentro de un mercado en el que ha estado imperando una moneda única, ha significado que en los que menos inflación se ha producido, sus habitantes se han podido apoderar de una parte de los bienes reales que por el mismo porcentaje de estas diferencias han perdido los países más inflacionarios.

Es cierto que aunque saliéramos de la UE y volviéramos a adquirir nuestra autonomía, en lo que se refiere a una política monetaria, para compensar las deficiencias relativas de nuestra economía con las de otros Estados, tendríamos que recurrir a una devaluación interna; es decir, una reforma laboral, que como la que se produjo en 2012, conllevaba una reducción de los derechos de los trabajadores, tanto en los despidos como en las indemnizaciones. Con lo cual, además de aquella menor inflación que en las economías más desarrolladas conllevaba una relativamente mayor capacidad adquisitiva, en los mercados menos industrializados una mayor protección de las empresas a costa de las pérdidas de derecho que sufrieron los trabajadores.

Habría algo sin embargo que de producirse esta salida modificaría la situación. Y es que, de materializarse, la mayor parte de lo que se hubiera producido de una forma marginal, a través de la disminución de los salarios, podría ser utilizado para establecer una estructura que a la larga fuera mucho más sólida, más funcional y por tanto más competitiva. A lo cual habría que añadir que con esta salida, con el aumento de las exportaciones se estaría reactivando nuestra economía. Hay no obstante dos acaecimientos que por su relevancia merecen ser mencionados. Y es que los beneficios obtenidos por las empresas a través de una mayor competitividad en función de unas reducciones salariales, no suelen emplearse integralmente en el fortalecimiento de una estructura industrial que genere una mayor competitividad. Con lo cual, además de no haberse alcanzado este objetivo, una vez más, son los trabajadores los que tienen que soportar la distopía que caracteriza a una economía que, como la nuestra, las desigualdades son cada vez más acusadas.

Abundando en lo que anteriormente se ha expresado sería preciso reestructurar tanto a nuestra economía, como fiscalizar las formas con las que se desarrollan las actividades de nuestros empresarios y nuestros gobernantes. Un objetivo que como nos muestra el empecinamiento con el que se reproducen, queda sobradamente demostrado, viendo cómo defienden con tanta desmesura el inmovilismo que asegura su mantenimiento. Como queda ampliamente confirmado cuando observamos que la política económica con la que nuestros gobiernos nos hipotecan (especialmente la del Partido Popular), está fundamentada en bajadas de derechos laborales, bajadas de impuestos y recortes sociales a las clases más desfavorecidas. Y esta reestructuración, ni la CEOE, ni el Partido Popular, contemplan como hacedero y deseable. El objetivo con el que tanto el Capital como los que supeditados a sus órdenes están gobernándonos, es favorecer la estructura de sector productivo, con la falacia de que antes es preciso crear, para posteriormente repartir. En este contexto, la modificaciones que necesitaremos llevar a cabo tienen que ser coercitivas. Y esto en función de que aquéllos que por su comportamiento antisocial se consideran superiores les hagamos entender, que los que rechazan que provienen de los antropoides, tengan en cuenta que la evolución no siempre es positiva. Que hay veces que cuando se llega lograr el poder, este poder suele degradar a unos especímenes, cuyos rasgos más visibles son unos comportamientos que al igual que el de los simios, permanecen inalterados en la Naturaleza.

Hoy me he encontrado con un artículo publicado por Daniel Tanuro en Viento Sur que con el título “Frente a la dictadura de la UE: En él se dice: ¿habéis dicho "revolución”? Para llegar a ponderar en toda su amplitud lo que en éste se manifiesta sólo voy a transcribir algunos de sus párrafos. Son los siguientes:

"La arrogancia, la obstinación y la brutalidad de los responsables de la Unión Europea ponen de manifiesto que habrá que ir hacia la confrontación para desembarazarse de ellos y de su política."

"Se negocian a espaldas de la ciudadanía tratados que otorgan a las multinacionales el derecho de pasar por encima de los parlamentos."

"Cuando se descubre el pastel y la movilización popular hace que un parlamento diga democráticamente que "no", salen en tromba los poderes políticos, mediáticos y económicos. Comienzan a hablar de "vergüenza", ponen el grito de "escándalo" por el cielo, culpabilizan, ridiculizan y amenazan y cuando los pueblos logran despachar un proyecto europeo por la puerta, los eurócratas se las ingenian para volverlo a introducir por la ventana".

Esto me trae a la memoria el referéndum de 2005, cuando el 55% del censo electoral francés rechazó el proyecto de Tratado Constitucional: se retiró el texto, pero su contenido se traspasó al Tratado de Lisboa. O el referéndum irlandés sobre el Tratado de Lisboa: el 53% se opuso al mismo, tras lo cual la UE les otorgó algunas derogaciones para lograr que la población, bien condicionada por los media, revote mayoritariamente a favor del "si". Y, sobre todo, nos trae a la memoria la forma como la Unión Europea esquilmó al pueblo griego, en beneficio de los bancos alemanes, franceses y belgas; para que posteriormente se sirviera del cambio de posición de Tsipras, para arrojar a la basura el "no" del 61% al nuevo plan de austeridad europeo.

En la UE todos los poderes emanan en última instancia del mundo empresarial.

Para evitar que el escenario del "no valón" (región meridional de Bélgica) se repitiera en relación al TTIP, el ex comisario de comercio, Peter Mandelson, manifestó que los tratados comerciales estaban bajo la competencia exclusiva de la Unión: los Estados miembro no tendrían nada que decir. Esa fue la posición de Jean-Claude Juncker (el besucón que por su comportamiento emulaba a Judas), al inicio de las negociaciones del CETA. Esa fue la posición de Guy Verhofstadt, que subiendo la apuesta, quiso que esta regla se aplicara de inmediato para sortear Valonia. Se diría que asistíamos a una competición sobre quién tendría la mayor desfachatez para pasarse por el arco del triunfo la expresión democrática de un parlamento electo, mostrando sin tapujos que la legalidad les importaba un bledo.

En plena crisis greca, el presidente de la Comisión osó declarar "no hay recurso democrático contra los tratados europeos ratificados." A pesar de que éstos, ¡jamán fueron sometidos a refrendo popular! Ningún Estado miembro, ningún jefe de Estado protestó ante esta declaración. Traducida en lenguaje cotidiano se vino a decir: "Se acabó la democracia. Uds., a quienes sus gobernantes les embarcaron en este barco, abandonen toda esperanza y remen, pobres idiotas." Todo lo cual me reafirma en lo que aseveré en uno de los anteriores párrafos de este artículo. Aquello de que con nuestra indolencia estamos haciendo una realidad lo que como fantasía vimos en El Planeta de los Simios.

En la UE todos los poderes emanan del mundo empresarial