viernes. 26.04.2024
cq5dam.thumbnail.624.351

"Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos fuimos extranjeros"

Los más acérrimos defensores del conservadurismo eclesiástico no salen de su asombro. Algunos, incluso, se preguntan de qué coño habla este nuevo Papa que llegó de lejos y trajo consigo una encíclica aggiornada al siglo XXI. Los medios conservadores experimentan este mismo desconcierto y se cuestionan si Bergoglio no es, en realidad, un marxista con sotana. “No olvidemos que proviene de Argentina, un país enemigo de las políticas de los Estados Unidos”, decía ayer la presentadora de un programa de la CNN. “Habría que preguntarse por qué Bergoglio se negó a entrevistarse con los disidentes cubanos”, interrogaba el mismo programa de televisión, cuyos panelistas se obcecaban en buscar el lado izquierdo del Papa Francisco.

La respuesta al desconcierto que produce la acción del Sumo Pontífice la conocen de memoria aquellos que lo conocieron cuando pateaba las calles de Buenos Aires. “Bergoglio no es sólo un hombre de oración y espiritualidad, sino que además posee una profunda convicción de ideas que lo convierten en un líder político de raza”, dijo ayer Eduardo Valdés, Embajador argentino en el Vaticano. 

La mejor demostración de esta vocación política la está llevando a cabo Bergoglio desde el inicio mismo de su papado. Aunque la notoriedad que ha tomado su visita a Cuba y Estados Unidos, les haya hecho entender a muchos mandatarios que no se trata sólo de una pose, sino de auténticas intenciones, de una incidencia persistente, de un llamado de atención real. Francisco no es sólo un Papa, y esto quedó bien claro el pasado jueves cuando se convirtió en el primer pontífice de la historia en hablar ante el Congreso de Estados Unidos en una sesión conjunta, durante la cual promovió el llanto del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner.

Como hijo de inmigrantes me siento muy feliz de estar en esta tierra”, había dicho Francisco en la Casa Blanca, quizás removiendo los estómagos de los que, al carecer de conciencia, pretenden construir muros en las fronteras. "Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos fuimos extranjeros". Este puntapié inicial hablaba a las claras del cometido de Francisco, que advirtió contra cualquier tipo de fundamentalismo, que pidió la abolición mundial de la pena de muerte, el fin del comercio de armas, la lucha constante contra la pobreza y el hambre, y el cuidado de la naturaleza; que abogó por los refugiados, inmigrantes e indocumentados; que destacó el valor de la vida humana, y que recordó que "si es verdad que la política debe servir a la persona humana, se deduce que no puede ser esclava de la economía y de las finanzas".

Pero si con su discurso en el Congreso Francisco ya había hecho historia al encarar los grandes temas de la agenda política, con su presentación en la Asamblea General de las Naciones Unidas los líderes mundiales comprendieron definitivamente que este Papa en nada se parece a los anteriores. Francisco habló en español. "Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo de los países y la no sumisión asfixiante de estos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a los poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia". 

Francisco dio fuertes definiciones sobre el concepto de poder. "La justicia es un requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. La limitación del poder es una idea implícita en el concepto de Derecho, dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia", explicó, por si alguno de los líderes presentes aún no hubiesen comprendido este concepto. "Dar a cada uno lo suyo significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y los derechos de otras personas singulares".

EL DESARME EN EL PAÍS DE LOS PISTOLEROS

"Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el acuerdo de no proliferación, hacia la prohibición de estos instrumentos"

El Papa Francisco pidió también la "total prohibición" del armamento nuclear y dijo que la "amenaza de destrucción mutua" constituye un "fraude a toda la construcción de Naciones Unidas".

La existencia de una ética y un derecho basados en esa amenaza harían en la práctica que la ONU pasara a ser las "naciones unidas por el miedo y la desconfianza".

"Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el acuerdo de no proliferación, hacia la prohibición de estos instrumentos", dijo el Papa, y luego elogió el acuerdo nuclear de las potencias con Irán.

"Es una prueba de las posibilidades de la buena voluntad política y del derecho ejercido con paciencia", dijo. "Hago votos para que el acuerdo sea eficaz y dé los frutos deseados para todas las partes implicadas", añadió.

Papa nuestro que estás en la ONU